Un decálogo antitaxista

por Mauricio González Lara

mexico

Para todos aquellos pobres chilangos que han tenido el infortunio de usar un taxi, ¡ésta va por ustedes!

No soy partidario de soltar comparaciones gratuitas orientadas a cultivar ese arte de la autoflagelación que tan bien se nos da a los mexicanos. Sin embargo, motivado por fines meramente ilustrativos, esta vez haré una excepción. Cualquiera que haya ido a Londres lo puede atestiguar: los taxis ingleses figuran entre los mejores del mundo: son carísimos, sí, pero cómodos, modernos y eficientes. En Nueva York, el panorama es menos agradable: el grueso de los taxis son modelos viejos y se encuentran tripulados casi siempre por árabes e indios malencarados, quienes por lo general esperan onerosas propinas de turistas ingenuos como yo; no son agradables, pero uno puede asumir sin temor que arribará sano y salvo al destino deseado con el simple hecho de darle al chofer una dirección consistente en el mero cruce de dos calles, sin mayor indicación adicional.

Vamos al caso mexicano: imaginemos que soy un gringo que toma un taxi en Alvaro Obregón con destino al Hipódromo de las Américas. ¿Cuántas posibilidades existen de que el taxista sepa la dirección sin mayor indicación que ésa? Si bien me va, acabaré en el Palacio de los Deportes o Velódromo, convencido de que ese día tuve la mala suerte de que no había carreras. Damn!

De acuerdo con datos de la Secretaría de Transportes y Vialidad del Distrito Federal (Setravi), existen alrededor de 110,000 concesionarios de taxis operando en la Ciudad de la Esperanza. De ese universo, para qué engañarse, ni un 10 por ciento cumple con las mínimas exigencias de servicio requeridas en cualquier otra parte del orbe, incluidos otros países del tercer mundo. No es secreto: México cuenta con los peores taxistas del planeta. En aras de desfogar mi odio, va un decálogo de reclamos contra los “obreros del volante”:

1. No estoy obligado a escuchar sus anécdotas ni a celebrar sus chistes. Comprendo que los taxistas sean seres solitarios que pasan muchas horas bajo el estrés del tráfico y sin nadie con quien platicar. No obstante, no tengo la obligación de soportar media hora de chistes sexistas (“y es que ya en la fiesta, una vez abierta la chaparrita, todo mundo le da un trago”), de sesudas explicaciones de teorías de la conspiración (“es un choro lo de la influenza, Calderón lo pactó con Obama, se lo digo porque mi primo es plomero en Los Pinos”), o en el peor de los casos, de exhortaciones a unirme a un grupo cristiano (con todo y soundtrack de cánticos emotivos en el fondo). Y no, si no me río de mis chistes, no es que venga de malas o esté enojado; simplemente no quiero hablar contigo, punto.

2. Una vez dentro, no me pueden decir que ya no llegan, que agarre otro. No es broma: a los dos minutos de haber abordado y sin tráfico aparente, un taxista del DF es perfectamente capaz de mirar su reloj e informarle al usuario que si lo deja se le va a hacer tarde para ver el partido Chivas vs. Necaxa, para acto seguido bajarlo en pleno Viaducto.

3. No intenten ligar, por favor. Para las mujeres, el escenario de tomar solas un taxi en México consiste en aguantar un nada velado acoso sexual por parte del chofer. Taxistas, olvídense de Arjona: las posibilidades de ligarse a la chava que sube al taxi son casi nulas. ¡No sean gatos!

4. El pasajero no está obligado a ser el GPS del taxi. Nadie escoge el oficio de taxista por vocación: casi todos son refugiados del desempleo y la falta de oportunidades. Eso se comprende; empero, no es excusa para hacer mal su chamba. No se vale que uno tome un taxi en Reforma y el chofer no sepa cómo llegar al Zócalo, ni sepa dónde está el Viaducto o el Periférico. Los taxistas están obligados a saber los trazos de generales de la ciudad, o por lo menos a cargar con una Guía Roji que les sirva de orientación. Hay veces en las que no se vale decir «ahí me dice«. Comentario frecuente de chofer insufrible: “ya ni la muela joven, ¿por qué no pregunta bien cómo llegar antes de subirse?”

5. Los usuarios no somos cajas ambulantes. Los taxistas están obligados a traer vuelto de por lo menos un billete de 100 pesos. Y si no lo traen, carajo, ¡muevan el trasero y bajen a cambiarlo! En el DF, si el viaje costó 40 pesos, y el chofer no trae cambio de un billete de 50, se establece una especie de duelo entre el usuario y el prestador del servicio consistente en guardar silencio y quedarse quieto hasta que uno de los dos se quiebre. Presa de la desesperación, nueve de 10 veces el usuario terminará por exasperarse e ir a cambiar el billete en el Oxxo más cercano.

6. Si traen un taxímetro “hechizo”, sean hombrecitos y acéptenlo. No hay dos taxímetros que funcionen de manera similar en el DF: casi todos están notoriamente manipulados para cobrar más, por lo que el rango de diferencia en el pago de un vehículo a otro puede variar en más de 20 pesos por la cobertura de una misma distancia (con niveles similares de tráfico). Dicho esto, molesta encontrarse con el clásico gandaya que por una dejada de entre 30 y 50 pesos quiera cobrar 80. Ante el reclamo, si juzgan que pueden salir mal librados de la agresión física, los taxistas optan por hacerse las víctimas proletarias y exclamar el clásico “pos ya deme lo que siempre paga”. Los más culeros, en cambio, amenazan con picarte si insistes en “pasarte de pendejo”. Ninguno de los dos especímenes acepta la transa. “Usted es el primero que me dice que le cobro de más”, dicen los cínicos.

7. No todos son fans del Panda Zambrano. Por razones que no alcanzo a comprender del todo, los taxistas idolatran a Antonio “El Panda” Zambrano, un locutor de radio abocado a realizar bromas pesadísimas por encargo. Ejemplo: un albañil le habla a El Panda para que le gaste una broma a su novia, que es sirvienta en una casa de Polanco. El chiste consiste en hacerle creer a la sirvienta que su novio ha sido secuestrado por unas personas a las que les debía dinero. Para dejarlo ir, ella tiene que dejarlos robar la casa de sus jefes. El Panda, un tipo en extremo hábil para la improvisación y el montaje, es capaz de reducir a la mujer al llanto y la desesperación:

– ¡Es que no puedo señor! No le haga nada, se lo suplico.

– Lo vamos a matar gata.

– No. Hago lo que quiera, pero no lo mate.

– ¡Quiero oír como suena el llanto de una gata!

– Buuaaa

– ¡Más gata! Llora más.

– Buuuuuaaaaaaa.

– A ver gata, ya no seas chillona y dime: ¿cómo suena El Panda Show?

En el humor correcto, El Panda es hilarante; en el ánimo equivocado, es el tipo más odioso del planeta.

8. Si me roban, ¡no se pasen! El infierno siempre puede estar a la vuelta de la esquina. He escuchado de casos en que tomar un taxi en el lugar equivocado a la hora equivocada redunda en salvajes violaciones tumultuarias, o en secuestros que se extienden en función de la velocidad con la que se pueda extraer el dinero del afectado o afectada de los cajeros automáticos. El dinero no importa, es suyo; nomás no se pasen, por favor.

9. No se suban al automóvil sin bañarse. Para los que manejan casi en ropa interior, cinco palabras: baño y Rexona ultra strength.

10. Si se les descompone el taxi, por Dios, no le pidan al pasajero que les ayude a empujarlo. ¡No jodan! (F)

+Este artículo se publicó originalmente en la revista Deep (¡cómprenla!).

10 comentarios to “Un decálogo antitaxista”

  1. Si no hubiera vivido mucho de esto en carne propia me costaria creer que no exageras.
    A ojos de un extranjero de país civilizado esto parecerìa una divertida ficción.
    Sin embargo no todos son así, algunos tienen una conciencia cívica de admirar.
    Un vez tomé un taxi cerca de la medianoche, sonaba el radio (por suerte no el programa del Panda !!!!!) cuando la transmisión fué interrumpida por el enlace del Himno Nacional Mexicano. Durante los primeros compases del Himno el chofer, un hombre viejo y muy pulcro de saco y corbata, bajó súbitamente y por completo el volumen del receptor, lo cual desató mi curiosidad de preguntarle «¿Que no le gusta el Himno?», a lo que me contestó muy indignado que por supuesto que le gusta, «¿como no me va a gustar si soy Mexicano?» «Entons porqué le bajó?» «Pues porque el Himno Nacional se escucha de pie joven, y si uno va manejando y no puede respetarlo como se debe entonces mejor no lo escucha»…

  2. 1. ¡¿No disfrutas platicar con taxistas?! Ese fenomeno si no lo conocia; hasta a las personas mas calladas y/o mas mamonas que conosco les gusta hacer platica con taxistas.
    2. Eso te pasa por no hacer platica jaja
    3. Pues quien los puede culpar (aunque coincido en una cosa: Dejen de escuchar a Arjona, por favor)
    4. Bueno tienes muy mala suerte si te ha tocado uno que no sepa llegar al zocalo de reforma; tambien es irreal esperar que un taxista de la miguel hidalgo sepa exactamente que pedo con una direccion en tlalpan (te aseguro que un taxista ingles de picadilly circus no sabria llevarte a una direccion en brixton sin algunas indicacciones)
    5. Ay no manches, si fueron 40 y traes 50, le aceptas las monedas que traiga y ya (en casos mas extremos, no guarden silencio, aplica el «pues yo no traigo cambio.» en tono final, y te aseguro que el taxista te dispara el aventon al oxxo/gasolineria y de regreso)
    6. Pues ahi si te vez chavo mano, siempre cuando me subo pregunto si trae taximetro y como es la tarifa (casi siempre es o «normal» o «nocturna», que sale mas cara), asi se arregla el problema; como dice el comercial gringo, questions are the answer.
    7. Perdona que siga de contrario, pero NUNCA me ha tocado. Mas bien la constante para mi ha sido que tienen la zeta o la que buena; el gusto por la cumbia, la norteña y hasta la salsa lo agarre en taxis de la ciudad de mexico (y de vez en cuando te toca el que le puso su telesita al radio y ve peliculas y videos de luis miguel jaja)
    8. Nunca me ha tocado tampoco, pero aqui si me duele aceptarlo: estoy de acuerdo, a un amigo lo dejaron tirado sin camisa afuera del aeropuerto, eso si esta de la verga.
    9. Ay, no mames!
    10. Como, osea que si se descompone el taxi, quieres que el taxista lo empuje contigo adentro? Reitero: Ay, no mames!

    Jajaja perdona que te chinge tanto mauricio pero amo a los taxis de la ciudad de mexico, son de lo que mas extraño de aya, muy pocas veces me han fallado, con decirte que uno una vez nos saco de una posible muerte o muy seria golpiza a mi y a unos amigos, le dejamos todo sangrado su taxi al pobre y el namas se preocupo porque estuvieramos bien; alguien los tiene que defender contra tu ataque jaja.

    Oye, y para cuando un articulo original??
    Saludos!

  3. Bueno, ahora que lo pienso, un taxista ingles probablemente si sabria llevarte a cualquier lado porque probablemente tendria un GPS, que ya es el caso con todos los taxis de aca del gabacho y asumo yo tambien por aya. Eso si seria un gran aditamento a los taxis mexicanos (aunque si de transporte citadino vamos a hablar, tal vez la prioridad deberia de ser renovar esos peceros antes de que se desbaraten todos)

  4. César,
    Sublime tu anécdota.Salu2!
    Kolinazo,
    A mí me caía bien el pintoresquismo de los taxistas, pero ayyy,así como uno llega a una edad en la que prefiere un buen hotel a hacer camping, pues se pone más exigente con los servicios que contrata. Además, creo que el taxista antes se preocupabba más por pulir su oficio y no lo asumía como mera alternativa al desempleo. Material original, sólo para este sitio, habrá y mucho, pero también ventilarpe cosas que hago en oitros medios. Quizá lo más original sean algunas reseñas de cine. Nomás veo algo que me llame la atención. Un abrazo!

  5. Ja, muy bueno tu decálogo. Concuerdo en casi todo contigo. Lo único es que pienso que es difícil conocer toda la Ciudad de México. Justo ayer me subí a un taxi en la Condesa que no sabía llegar al metro División del Norte. Me explicó que él se mueve básicamente en Iztapalapa, donde vive, y que de pronto los pasajeros lo traen a estos rumbos y no conoce bien. Es comprensible, siendo una ciudad tan grande, ¿no?

    Por otro lado, yo agregaría al decálogo algo que me molesta sobremanera cuando no estoy dentro del taxi: esa manía que tienen los taxistas de pararse a media calle para recoger pasajeros. Ellos se quejan de los microbuseros, pero son iguales.

  6. Sublime post, estimado Mauricio. YO siempre evito subirme a los taxis no tanto por miedo a los asaltos, sino para evitar platicar o escuchar sus sesudos comentarios que normalmente empiezan con «¿ya a trabajar, joven?» (o a descansar, según la hora del día). En una ocasión tomé uno afuera del Metro HIdalgo (ah, pues a la vuelta de la Septién) y el chofer empezó a hablar sin parar. El caso es que a los dos minutos ya me estaba diciendo que tenía la verga bien grande y que a una vieja con la que andaba le había dicho que nomás le iba a meter la puntita para no lastimarla, ¡chale!
    Afortunadamente yo iba a Reforma 222, si hubiera ido más lejos, el cuate hubiera acabado enseñándomela.
    El fin, muy buen post, maestro; sin embargo, siento que te viste benévolo con el Panda Zambrano, creo que no existe ningún momento en que pueda resultar hilarante. Pertenece a la categoría de los bufones que no me hacen reír y cuando lo escucho creo que la radio mexicana está muy muy lejos de levantarse.

  7. Ja ja ja. Sí, hasta da para un segundo decálogo. Mmmmm,discrepo con tu POV del Panda: a mí me parece un tipo muy talentoso (ya si el humor pesado es de tu agrado o no, es otra historia).
    Un abrazo!

  8. Uff yo si suelo tomar taxi y me molesta platicar con ellos y muchas cosas que mencionas que son reales. Pero e encontrado solución a algunos problemas
    1.- Siempre llevo audifonos, asi te evitas el ligue y la platica y escuchar sus estaciones de radio.

    2.- Desde que me subo les digo a donde voy y si ponen cara de «no se por donde», yo le neta si me bajo jajaja. Que quiza e tenido suerte porque es el único punto en el que podria decir que hasta me a tocado que me enseñen atajos.
    3.-Como ya sabemos que nunca traen cambio, les anticipas y asi en el camino pues ellos cambian el billete.

    Por lo demas, pues con el taximetro si hay muchos «chacas» ja ja ni pex.

  9. Este es el caso de un extraño decálogo compuesto por nueve posturas, de lo cual comento, falta un principio, pero analizando cada uno de lo que deberían ser principios, en verdad no lo son, en verdad son apreciaciones subjetivas, y en verdad están lejos de implicar un principios.
    Sin lugar a dudas, estoy perdiendo mi tiempo en criticar un trabajo absurdo, su autor a leguas se ve que posee un arraigado odio por los taxistas y quizá se trate de un misántropo más en la sociedad. Resultaría conveniente visites a un psicólogo, ya que no puedes andar por la vida en esas condiciones.

  10. ¡Gracias Raúl!

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