Archive for abril, 2010

abril 23, 2010

Información vs. desinformación: un panorama de los excesos de los medios

por Mauricio González Lara

Todos opinan y debaten en los medios, ¿pero qué tan bien informados estamos en realidad?

En México, la oferta mediática es tan amplia que por momentos parece haber más medios que audiencia. Para algunos, la avalancha de noticiarios y programas de debate que han invadido la televisión y la radio, así como los múltiples periódicos que circulan por todo el territorio nacional, constituyen una muestra palmaria del avance de la sociedad mexicana en materias de información y democracia; otros, por el contrario, manifiestan que calidad no equivale a cantidad, sino todo lo contrario. Para profundizar en el debate convocamos a Virginia Bello, periodista y exdirectora de Radio Educación, y a Francisco Vidal, analista y autor del bestseller Los dueños del cuarto poder (Planeta, 2008).

Mauricio González Lara (MGL): ¿La sociedad mexicana está bien informada?

Virginia Bello (VB): Primero habría que definir exactamente qué entendemos por información. Si por información entendemos todos aquellos conocimientos relevantes que nos permitan poseer un mejor entendimiento del mundo y la sociedad, a la vez que nos facilitan tomar decisiones abocadas a mejorar nuestra existencia, entorno y calidad de vida, no creo que la mexicana sea una sociedad bien informada.  Contamos, sí, con una oferta muy variada de medios y opciones, pero  cantidad no implica calidad. Los temas de la agenda de los medios no sólo son casi siempre los mismos,  sino que difícilmente son los más relevantes para nuestra existencia. No creo, por ejemplo, que el caso Cabañas sea un suceso que impacte mi vida o involucre datos que necesite saber para conducirme mejor en la cotidianidad; sin embargo, ocupa la agenda mediática nacional con igual o mayor fuerza que los asesinatos en Ciudad Juárez, de los cuales lo único que sé es que cada vez son más y perpetrados con mayor violencia. La oferta mediática se caracteriza por una frivolización espeluznante donde las cirugías de Alejandra Guzmán son más importantes que una buena cobertura sobre problemas que nos afectan en el día a día, como la inseguridad o la crisis económica. Las noticias son el nuevo entretenimiento.

Francisco Vidal (FV): Yo no creo que antes estuviéramos mejor informados que ahora. Hoy existen más posibilidades de contar con información menos manipulada, incluso en los medios electrónicos.

VB: Yo no dije que antes estuviéramos mejor informados, sino que simplemente hoy no estamos bien informados. Antes, las fuentes emisoras estaban más concentradas y eran mucho más fáciles de controlar por el gobierno y otros poderes fácticos. El mainstream era una realidad. Hoy todo está segmentado, o fragmentado, dependiendo de qué tan optimista sea la óptica bajo la que lo veas. La frivolidad de la jerarquización de noticias de los medios sí me parece un fenómeno reciente. El mundo del espectáculo y las andanzas de las celebridades ahora ocupan un papel central en la oferta de noticias. No es algo exclusivo de México: algunos vacíos sociales del Estado en todas las sociedades comienzan a ser ocupados por las grandes estrellas globales. Si un artista aspira a convertirse en una celebridad global, debe de contar con asesores que le manufacturen un programa de filantropía que a su vez  le ayude en sus relaciones públicas. La expectativa es ésa. Visto de manera general, no sé si eso sea algo forzosamente bueno. Una estrella debería de entretener y ya.

MGL: Algunos informadores se conducen más como estrellas que como periodistas. Les gusta asumirse como “defensores del bien” y que les pidan autógrafos.

VB: Yo les he preguntado a muchos periodistas que conducen noticiarios en radio sobre esto y me dicen que eso es lo que les pide la gente. Algunos de ellos están conscientes de que asumir una postura abierta respecto a un tema no es muy profesional, pero si no lo hacen, argumentan, la gente los tacha de “blandos” y cambian de estación. La postura combativa, más allá de que sea real o ficticia, eleva el rating.

FV: En el ambiente mediático actual, es más fácil ver mesas de debate sobre cómo cubrir una nota que información relevante sobre la nota en sí. El exceso de debate es notorio. Todos opinan sobre los dos o tres temas de la agenda del día y se acabó. No hay mayor investigación ni existen lineamientos para formar un periodismo de precisión. El dato duro brilla por su ausencia. La dinámica es poco sana si tomas en cuenta que los que opinan siempre son los mismos. Hay un círculo de 30 opinadores, de formación no periodística, que se dedican a opinar de todo a lo largo de día y durante toda la semana; los lees al despertar en el diario, los escuchas en la mañana en el coche, te los vuelves a encontrar al mediodía en otra frecuencia, y en la noche los ves en el noticiero. Resultado: existen muchos opinadores, pero las corrientes de opinión son muy similares entre un medio y otro, y en algunos casos, prácticamente las mismas. Ahora, también existe una razón económica para esto: mandar reporteros a investigar y elaborar trabajos de profundidad es mucho más caro e involucra más recursos que contratar a tres personas para que debatan y den su opinión. Debatir también sirve para ganar presencia y relevancia entre algunos círculos de poder, por lo que incluso muchos políticos y exfuncionarios buscan ocupar ahora esos espacios, sobre todo en medios electrónicos. He ahí el caso de Purificación Carpinteyro, la ex subsecretaria de Comunicaciones y Transportes y otrora directora de Correos. Purificación hoy es una periodista que comenta y se burla de notas en las que ella misma está involucrada, incluidas las demandas  del affaire Luis Téllez. La audiencia no repara en el enorme conflicto de interés que eso involucra; al contrario, la aplaude y la apoya por ser “una de esas personas inteligentes que debaten en los medios”. ¡Genial! Lo peor es que muchos de estos opinadores ven con desprecio la labor de  investigar; su rol es el de ser estrellas y generar tendencia, punto.

VB: ¿Pero qué hacer ahí? ¿Cómo garantizar mayor profesionalismo?

FV: Cuando vas al doctor, existe la certeza de que es una persona calificada porque ves un diploma o cédula profesional; si vas al contador, estás seguro de que está avalado por una serie de estudios que le permiten ejercer. Esa clase de criterio no existe en los medios de comunicación, por lo menos no aquí en México. No sé, de hecho, si sea deseable pedir alguna clase de certificación o conocimientos para ejercer la labor de comunicador, pero sí me parece que por lo menos es un tema que se debería discutir.

MGL: La nueva apuesta de Televisa, ForoTV, es la muestra más acabada de la “debatitis” que impera hoy: más que ser un canal de noticias, es un canal de debates.

FV: Va a ser muy interesante ver cómo se desenvuelve ForoTV en términos económicos. Su lanzamiento se realiza en un momento en que coexisten un buen número de canales que mantienen programas de noticias en, por lo menos, los tres horarios más importantes para este género. Tan sólo en televisión abierta en la ciudad de México, el televidente  puede acceder a 31 servicios noticiosos a lo largo el día. En la televisión de paga existen dos alternativas de formato similar, MilenioTV y Telefórmula, además de CNN en Español, los servicios informativos de Televisión Española y  el colombiano NTN24. Cuando no existía una oferta tan variada de opciones noticiosas, Televisa lanzó en 1988 su primera opción de un canal de noticias, Eco, el cual cerró en abril de 2001 por falta de rentabilidad financiera. El último año completo que operó ese canal reportó gastos por 30 millones de dólares, según señaló Televisa en su informe anual. ForoTV se enfrenta a una nueva realidad, donde quizá los gastos puedan reducirse a través de formatos baratos como lo son estas mesas de debates. No sé si eso le permita sobrevivir en este clima de audiencias fragmentadas y abultada competencia. Pero bueno, por lo menos en el mediano plazo, dudo mucho que la expectativa de Televisa sea la de obtener utilidades económicas. El objetivo, me parece, es contar con una herramienta que le genere credibilidad y le dé más juego rumbo al 2012. El desafío es mayúsculo: Televisa nunca ha triunfado en un negocio cuyo argumento de venta sea la credibilidad.

MGL: ¿Cómo van a jugar los medios en las elecciones del 2012? ¿Van a ser más protagónicos que en el 2006?

VB: Los medios privados siempre han sido protagónicos. No hay que olvidar que cada medio es un grupo de poder con agenda e intereses propios. Su cobertura y comportamiento se dan bajo esos parámetros. La objetividad no existe, nunca ha existido. Es por ello que a mí no me gusta pensar en los medios como educadores o formadores de comportamiento. Nuestra cultura política y social debería ser un producto de lo que aprendemos en las aulas y en nuestro  entorno familiar, una mezcla de conocimientos y criterio, no un reflejo de lo que vemos en la televisión.  Esperar eso de los medios privados, e inclusive los públicos, es poco racional. Tampoco es para tirarse a llorar: bajo la asunción de que cada medio representa intereses podemos seleccionar cuál refleja mejor nuestra forma de pensar e identificarnos con éste.

FV: Concuerdo con Virginia. Los medios públicos, en ese aspecto, van a ofrecer una cobertura menos cargada de las elecciones. Muchos argumentan que los medios  privados, al ser de particulares, gozan del derecho de conducirse como les plazca; finalmente, el riesgo de perder la inversión y quebrar es de ellos y no de la sociedad. Esta postura es equivocada, porque parte de la asunción de que los medios no reciben apoyos económicos del Estado. Desde luego que lo hacen: la publicidad gubernamental que se ve tanto en impresos como electrónicos, la cual deviene de nuestros impuestos, sirve en la praxis como un subsidio sin el cual la mayoría de los medios no podrían sobrevivir. Es un mecanismo perverso, totalmente discrecional, con el que el gobierno federal y las administraciones locales negocian la agenda del periodismo nacional. Ese punto casi nunca se toca y es fundamental para entender cómo funcionan las cosas. La crisis económica en los medios  es de enormes dimensiones. Casi ningún grupo mediático en el mundo reporta ganancias. Los ingresos por publicidad en televisión abierta de Televisa, por mencionar un ejemplo mexicano, no han crecido en los últimos años, ni van a crecer ya de manera significativa; sus ingresos en telecomunicaciones, en cambio, ya ascienden a un 20 por ciento del total, y es muy probable que se disparen en los años por venir. ¿Qué quiere decir esto? Frente a la potencial quiebra de los medios, vamos a ver un mayor involucramiento del Estado vía subsidios para garantizar su sobrevivencia, tal y como sucede en otras industrias claves, como las de la salud y la aviación. Ante esto, debemos exigir como sociedad que los medios se conduzcan de una forma más transparente y profesional. Es lo justo.

*Esta entrevista aparece en un formato distinto en el especial Face2face que aparece en el número de abril de la revista Deep.

**Las fotos de Francisco Vidal y Virginia Bello son de Guacamole Project. Si te gusta su trabajo, visita su site: Guacamoleproject.com

abril 11, 2010

El Cártel de Sinaloa (una charla con Diego Osorno)

por Mauricio González Lara

Diego Enrique Osorno, periodista y autor de El Cártel de Sinaloa, habla sobre los errores de Felipe Calderón, la utilidad de los narcocorridos y el honor entre capos.


Más allá de de las espectaculares detenciones de capos y más capos, más allá de las fotos del cadáver de Beltrán Leyva decorado con billetes y joyas, más allá de las declaraciones vacuas de los funcionarios y las mesas de debate de los medios, más allá de los decapitados y Ciudad Juárez, más allá de los más de 15000 ejecutados a lo largo del sexenio, más allá de Genaro García Luna y su supercentro de inteligencia, más allá de los dealers y el Bar-bar, más allá de todo eso, ¿cuánto sabemos sobre “la guerra contra el narco”, sus trasfondos y múltiples contextos?

En El Cártel de Sinaloa: una historia del uso político del narco (Grijalbo, 2009), Diego Enrique Osorno, uno de los pocos periodistas del país interesados en hilvanar reportajes de investigación de largo aliento, intenta responder a la pregunta a través de un retrato coral de la organización criminal más poderosa de México. Aquí, Osorno discute los puntos finos de El Cártel de Sinaloa, al tiempo que brinda algunas pistas para comprender la complejidad del problema del narcotráfico.

¿En qué momento reparaste que la “guerra contra el narco” iba a ser el gran proyecto de este sexenio? ¿Eso fue lo que te motivó a escribir el libro?

Fue una sucesión de factores. En 2006, aparte de toda la controversia y el enfrentamiento que rodeó al resultado de las elecciones presidenciales, en el país existían muchos conflictos abiertos, muy graves, que pasaron a un segundo plano a causa de las campañas. Como reportero, no estaba muy interesado en cubrir las campañas, sino conflictos como la crisis en Oaxaca o tragedias como la de Pasta de Conchos, asuntos que formaban parte de la agenda nacional sin estar todo el tiempo en las primeras planas. Una vez que Calderón asumió la presidencia, fue muy desconcertante para mí ver como todos esos asuntos, los cuales  formaban parte de mi diálogo constante con la realidad, de repente desparecieron del discurso gubernamental para ser sustituidos por un problema supuestamente mayor, la lucha contra el narco. Recordemos: la primera imagen de Felipe Calderón como presidente es la de su toma de protesta en la Cámara de Diputados en diciembre de 2006, inmerso en el descrédito y las protestas; la segunda imagen, un mes después, es la de un presidente ataviado con uniforme militar, flanqueado por el secretario de Defensa y otros funcionarios, declarándole la guerra al narco en una base militar de Michoacán.

El cambio fue radical. Semióticamente, Calderón pasó de ser un hombre sumido en el caos al que nadie respetaba, a uno fuerte y decidido que peleaba contra un enemigo irrebatible. Los señalamientos en torno al uso político de la guerra contra el narco son ya hoy moneda común, pero en el 2007 casi nadie cuestionaba la dinámica. Las encuestas de opinión situaban a Calderón en grados de aceptación sumamente altos por el tono enérgico que adoptó al respecto. No es nuevo que un presidente débil recurra a medidas de fuerza para legitimarse. Durante el inicio de su sexenio, Salinas de Gortari arrestó a la Quina, desmanteló la estructura de Carlos Jonguitud en el sindicato de maestros y apresó a Miguel Angel Félix Gallardo, el “jefe de jefes” del Cártel de Sinaloa. Calderón ha aprovechado mediáticamente el combate a los narcotraficantes; le es de enorme utilidad en términos de imagen, pero es una decisión estrictamente política, tomada sin ninguna clase de estrategia, donde no se consultó a expertos ni se ponderaron los múltiples efectos negativos que podían activarse. La idea del libro, en el fondo, es exponer esos efectos a través de los ojos de los sectores afectados por el narco, desde las cúpulas empresariales de Monterrey a los campesinos de la Sierra de Guerrero, pasando por los archivos históricos del país y los mismos narcotraficantes. El narco es un fenómeno que afecta a todos. Mi objetivo fue documentar cómo se ve la guerra desde esos frentes, y reflexionar que vamos directo al fracaso si seguimos viendo el problema como una mera pelea.

Un reclamo reciente a la “guerra contra el narco” de Calderón es que no se ha golpeado al Cártel de Sinaloa, sino sólo a sus enemigos. ¿Compartes esa visión?

En la realidad mexicana existen poderes fácticos con los que cualquier presidente debe de dialogar y gobernar: Carlos Slim, el sindicato de Pemex, la maestra Elba Esther Gordillo, etcétera. El cártel de Sinaloa es uno de esos poderes fácticos. Ahora, a diferencia de los otros poderes, Felipe Calderón no se puede sentar  a hablar con Joaquín “el Chapo” Guzmán. No opera así. Sin embargo, debe de existir alguna clase de comunicación, así sea a través de otros actores. Pese a que el Cártel de Sinaloa es el statu quo del narco, con redes que se extienden por toda la geografía de poder del país, no se le ha tocado. Se han combatido a escisiones como la de los Beltrán Leyva y el Cártel de Juárez,  a enemigos  emergentes, surgidos en los últimos 20 años, como los Zetas, o a grupos caóticos, como lo que queda de los Arellano Félix o el Cártel del Golfo, pero no al Cártel de Sinaloa. El Cártel de Sinaloa es el referente del narco en México,  ningún esfuerzo es creíble si no se le golpea.

Otro aspecto que levanta sospechas es que una de las justificaciones para emprender esta cruzada fue que el narco era un cáncer que estaba carcomiendo al Estado, que se corría el riesgo de que se expandiera en una metástasis que colapsara a las instituciones. A más de tres años, no hemos visto ningún proceso en contra de un secretario de Estado o alto funcionario a causa de su complicidad en el tráfico de  estupefacientes. Ninguno. Todo se reduce a presentar al presidente como un soldado en una guerra contra un montón de criminales sin rostro. Eso es un efecto más de la debilidad del presidente, quien está sometido por lo peor de la clase política. Olvidémonos de pesos completos como Elba Esther Gordillo, Calderón ni siquiera pudo con gobernadores como Ulises Ruiz o Mario Marín, el “góber precioso”. ¿Se encarcelaron a los políticos coludidos con el narco? Hasta ahora, la única acción al respecto no ha sido contra funcionarios de alto nivel, sino contra alcaldes de Michoacán a los que a la larga no se les pudo comprobar nada. Es una trampa retórica.

En el libro narras la vida de varios capos sinaloenses a lo largo de la historia. Da la impresión de que había un código de honor más estricto entre los narcos del siglo pasado, como si los criminales de antes fueran “hombres de palabra”, más íntegros.

Lo que pasa es que antes el narco estaba más concentrado. La lógica es similar a la que caracterizó al mundo empresarial hace un par décadas, cuando muchas compañías quebraron una vez que el país se abrió a la competencia y se complicaron los mercados. El ámbito de las drogas estaba dominado por unos cuantos narcotraficantes y no había necesidad de enfrentamientos. Hoy, ante el tamaño de la demanda, la competencia es feroz y la violencia se ha intensificado a grados insólitos. El mundo que le tocó fundar a Miguel Angel Félix Gallardo, el “jefe de jefes” de Sinaloa,  se segmentó: sus antiguos gerentes de zona lanzaron sus propias divisiones criminales. No es casual que la detención de Félix Gallardo se diera durante el salinismo, la era de los grandes cambios globalizadores.  El encarcelamiento de  Félix Gallardo fue el detonante para que el monopolio nacional del comercio de drogas se tornara en el oligopolio violento de la actualidad. La situación no empeoró porque se perdiera un hipotético código de honor entre los criminales, sino por los mismos cambios sistémicos. En ese sentido, los testimonios de Félix Gallardo en el libro son reveladores: él se ve como un soldado del viejo sistema  al que le tocó pagar el precio del cambio, a la vez que  responsabiliza a las autoridades de haber reorganizado el negocio. Los narcos, finalmente, son hombres de su tiempo, y así debe explicarse su comportamiento.

¿Qué papel juega la mitología cultural del narco en su poderío? ¿Son expresiones espontaneas o instrumentos propagandísticos?

La cultura del narco no es espontanea, sino una propaganda planificada con el fin de crear bases sociales y penetrar en la comunidades. Para los narcos no hay imposibles: cuando no pueden recurrir a los santos tradicionales de la iglesia, inventan a Malverde y la Santa Muerte; cuando se les cierra la música tradicional, inventan los narcocorridos; cuando no pueden reclutar adeptos mediante la promesa de un buen empleo, crean una propaganda que glorifica al forajido y la ostentación. Los narcos poseen un refinado entendimiento de nuestra tradición cultural. Antes, los corridos eran expresiones que relataban las andanzas de héroes libertarios  del pueblo como Emiliano Zapata, Pancho Villa o Lucio Cabañas; ahora, son sobre narcotraficantes que, si bien operan fuera de la ley, se han posicionado como los nuevos héroes de la población. Los narcos utilizan el narcocorrido con una intención doble: por un lado, sirve de publicidad aspiracional para los jóvenes que desean salir de la pobreza, y por otro, le da alma y sentimiento al sistema de valores que deben de adoptar una vez que ingresan al crimen.

La mitología del narco se ha transformado en el Olimpo de los sectores marginados por el neoliberalismo, en la única alternativa para escapar de la miseria. Hay muchos más adolescentes en el país que quieren ser como “el Chapo” Guzmán que como Genaro García Luna, el secretario de Seguridad Pública. Existen varios libros que presentan las historias de los narcotraficantes como si fueran un narcocorrido, donde se les glorifica y celebra; otros, en cambio, parecen reportes policiacos, sesgados y corrompidos. Ese aspecto me preocupaba: no quería escribir un reportaje oficialista, pero tampoco quería ensalzar la cultura del narco. La cultura es un frente de batalla donde el gobierno no ha hecho nada. Medellín, considerada hasta hace poco como una de las ciudades más peligrosas del mundo, logró salir de la espiral de la violencia gracias a que el gobierno adoptó una estrategia integral que contempló altas inversiones en cultura y deporte.  En los lugares más pobres de Medellín se erigieron seis bibliotecas de primer nivel, se construyeron canchas de futbol, se activó el arte, se libró una pelea contra la cultura del crimen. El presupuesto cultural de Medellín es mayor que el de todo el ministerio de cultura de Colombia. Se creó identidad y se dignificó a la sociedad. Esa es una batalla inteligente, no como la que tenemos en México. Yo he platicado con jóvenes en zonas controladas por los Zetas: viven en condiciones tan tristes que casi basta con que alguien se acerque a la esquina con un balón para que acepten ser reclutados. Suena delirante, pero ésa  es la realidad.

*Esta entrevista aparece en la edición de abril de la revista Deep. ¡Cómprenla!