Archive for septiembre, 2009

septiembre 30, 2009

La crítica es placer, una charla con Jorge Ayala Blanco

por Mauricio González Lara

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Creador de una obra que abarca más de cuatro décadas y numerosos libros, Jorge Ayala Blanco es uno de los críticos cinematográficos más reconocidos del mundo de habla hispana. No hay nadie como él: ilustrado, corrosivo y en extremo inteligente, Ayala Blanco sólo considera válida la crítica que se demanda la misma clase de rigor que le exige a la obra artística

En entrevista, el autor de Cinelunes exquisito, espacio que publica semana tras semana en el diario El Financiero, reflexiona sobre el papel que debe jugar la crítica cinematográfica que aspire a ser algo más que una mera reseña promocional.

¿Para qué sirve hoy la crítica de cine?

La crítica sirve para prolongar e intensificar el placer del cine. Esa siempre ha sido mi postura. ¿Para qué otra cosa podría servir? La crítica seria, la que aspira a desmenuzar una película, es casi algo del pasado. No existe en los medios tradicionales, porque estos mismos medios son ya especies en extinción. La mayoría de los críticos funcionan como guías para saber qué ver el fin de semana, y nada más. Se hace más marketing que crítica real. Algunos dicen que quizá el futuro de la crítica se encuentre en Internet, pero la idea no me entusiasma: a excepción de uno o dos sitios, me parece que Internet funciona más para crear grupos o sumarse a tribus; casi todo el lenguaje está expresado en una clave cerrada y poco trabajada. Como lector, Internet no me parece interesante. Probablemente los tiempos nos obliguen a repensar las cosas, pero yo me aferro a mi idea original: desde los 12 años de edad busco y leo crítica de cine por un motivo perfectamente egoísta, prolongar e intensificar mi placer. Ser crítico significa estar vivo: equivale a jugar, a negarse a renunciar a una dimensión de tu personalidad que disfrutas y te define.

Algunos críticos se imaginan como gurús supremos que deciden lo que es bueno o malo. Su juicio de valor parece importarles más que la película en sí.

Yo los llamo “críticos Ratatouille”: personas que se asumen como una clase de supraconciencia de la obra, la cual siempre requiere ser evaluada. Concebir así a la crítica puede ser un ejercicio de soberbia o humildad, todo depende de la persona que la ejerza. Ratatouille se burla de una manera muy inteligente de esa clase de crítica, al tiempo que la rescata y hasta la valora. Yo creo que uno debe de estar siempre al servicio de la obra. El “crítico Ratatouille” puede resultar molesto, pero a mí me parece todavía más abominable el “crítico pilmama”, que es el que se la pasa en el apapacho constante a las películas y los directores. El “crítico pilmama” es el que se apiada del director porque “le echó muchas ganas”, o se conmisera de los productores porque “le invirtieron mucha lana al proyecto”, o suelta frases como “hay que apoyar al cine mexicano”. Otro crítico pavoroso es el “rellena planas”, que es el que habla de la sinopsis, la trayectoria del director, las circunstancias de la filmación y un sinfín de paja que no dice en realidad nada de la película. El juicio del “crítico rellena planas” siempre aparece en el último párrafo y es una cochinadita de dos líneas. También está el otro extremo. A mí me encanta que la crítica sea corrosiva, pero si no se va más allá de eso, uno se convierte en un “crítico vinagrillo”: un amargado al que le obsesiona más la guillotina que la crítica misma. La vida de la crítica es lo importante; es decir, la crítica debe ir hacia un lugar: la premisa introductoria no puede ser la conclusión. La crítica que no va a ninguna parte, la que sólo da vueltas sobre sí misma, es gratuita y poco placentera.

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¿Qué tanto te importa el lector? ¿Cómo concibes tu relación con él?

El lector me importa enormemente. No me interesa el solipsismo ni hablarle a mi ombligo. En mis libros jamás hablo en primera persona, al contrario, intento borrarme, ser impersonal. El uso de la tercera persona siempre es más inteligente. Es una cuestión de respeto: nunca debemos suponer que estamos por encima del lector. Mi lector ideal es un compañero de butaca con el que puedes platicar y establecer una complicidad inteligente. Quiero creer que a mí me hubiera interesado leer las notas que hoy escribo cuando tenía 18 años; me gusta pensar que escribo para el joven que yo fui. Para mí, un buen crítico descubre aspectos que yo no detecté, o que quizá sí sentí pero no pude precisar. O como alguien decía de manera muy inteligente: un buen crítico es el que esclarece las películas oscuras, y oscurece las películas claras. Eso sigue vigente. Hay películas que en apariencia lucen transparentes y simplonas, pero una vez que te das el lujo de meterte en el inconsciente del cineasta, resultan ser complejísimas. A veces, el mejor crítico es el que se asume como el terapeuta de los directores. ¿Por qué no? Me parece muy válido. También creo que un buen crítico debe de nutrirse de cosas diferentes al cine. Una crítica que sólo se alimenta de la cultura cinematográfica se convierte en algo absurdo y autorreferencial que no le hace ningún servicio al lector.

Imaginar al Ayala Blanco que conjuga fascinado lo que ve me resulta imposible en un medio que no sea impreso. Hay una ambición formal en tu prosa que te coloca muy por encima de tus colegas.

Cuando escribes hay una sobrecarga conceptual y expresiva que te obliga a asumir un estilo, la intención formal a la que te refieres. Uno no puede escribir como habla, ni hablar como escribe. Sería un absurdo. Ahora, en mi caso, el estilo no viene de un rincón de mi mente que sea enteramente propositivo. Mi intención es desmontar los mecanismos internos de una película e interpretar las emociones que sentí, y no verme a mí mismo en el papel de escritor o en función de otras expectativas que no sean la de explicarme la película. Es una especie de conversación unilateral: me explico a mí mismo la película para así intentar explicársela a las demás. También es cierto que ejerzo la crítica con libertad, pues no me limito forzosamente al formato de la nota de periódico, sino que escribo bajo la asunción de que todo va a ser plasmado en un libro: si la crítica da para 7,000 o 20,000 caracteres me da lo mismo, escribo lo que debe de salir. Eso repercute en que mi estilo sea menos compacto y mucho más libre, a la vez que me hace más consciente de la permanencia del juicio. Mi obra va sobre tres caminos desde hace 40 años, que son tres series de libros. La primera serie es sobre el cine mexicano, la cual está ordenada alfabéticamente. La letra “i” ya está en imprenta y ya preparo la “j”, que se titulará La joda del cine mexicano. La segunda serie es sobre el cine extranjero, la cual se agrupa bajo el nombre de “cine actual”. De ésa ya entregué un tomo titulado Verbos nucleares y preparo Estallidos genéricos, donde abordo cómo han estallado los géneros cinematográficos en los últimos años. Finalmente, la última serie es la de La cartelera cinematográfica, que ya lleva ocho tomos y enlista los estrenos cinematográficos. Sé que suena excesivo que un crítico escriba sobre la marcha tres series de libros, sobre todo en México, donde ya escribir crítica de arte es un triunfo, no se diga crítica cinematográfica.

¿Qué tan consciente eres de las tendencias de opinión que se generan en torno a un director o una película? ¿Te afectan a la hora de decidir sobre qué y cómo vas a escribir?

Yo escribo sobre la película que vale la pena escribir. No sobre la que me encantó o la que odié, sino la que me resultó más interesante esa semana. Yo sé que a veces el criterio puede ser frustrante: a ti te puede parecer muy atractiva una película y esperar en vano a que escriba sobre ella. Tomemos el ejemplo de Michael Mann. ¿Por qué demonios no escribí sobre Colateral o Miami vice? Pues porque me parecieron pueriles y de dudoso interés. A muchos críticos les parecieron increíbles, formidable, pero a mí no. Lo mismo me pasó con Heat. Su película más reciente, Public enemies, ya estaba en otra dimensión y decidí escribir sobre ella. Mi espacio es demasiado valioso como para escribir sobre mugres. Hay veces en las que de plano veo algunas películas por sola disciplina. ¿Para qué analizarlas? No se trata de buscar lo raro o lo diferente, sino de encontrar algo que te motive a escribir. ¿Para qué perder el tiempo con otro pinche thriller de autos chocones? Esas películas se desmontan solas. No tiene sentido. Sobre todo ahora, cuando hay muchas expresiones radicales que merecen ser comentadas.

En estos años se ha dado un rompimiento muy importante: aferrarse a una obra personal y llevarla hasta sus últimas consecuencias, a pesar de que el autor esté en lugares donde prácticamente la industria ha desaparecido. La polarización es fascinante: en paralelo al macrocine, el de onerosos presupuestos y efectos especiales, se ha desarrollado un microcine de avanzada que, a mi juicio, constituye lo más valioso de esta década. Yo no me hubiera imaginado nunca que en México, donde la industria está devastada, surgieran monstruos como Carlos Reygadas o Amat Escalante, que manejan un nivel asombroso. Lo mismo sucede en lugares tan insospechados como Malasia o Filipinas, donde de repente surgen autores que nadie conoce y terminan haciendo obras maestras. En términos cualitativos, esta década dio un salto enorme con respecto a las anteriores. Ya no vimos un cine determinado por los grandes nombres, sino por el surgimiento de obras mayores realizadas por desconocidos y de manera mínima y marginal. Las catedrales del cine ya no van a ser firmadas por las vastas trayectorias, sino por nombres discretos, quienes probablemente no volverán a filmar tras descollar con una o dos películas magistrales. De esos autores habrá miles y en todas partes del mundo. ¡Qué bueno! Eso es lo maravilloso de estos años: en el momento aparentemente crepuscular de la industria del cine, el arte cinematográfico ha dado un levantón espectacular.

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¿Qué tan cinéfilos somos los mexicanos? ¿Cómo se conecta esa cinefilia con nuestra industria cinematográfica?

No nos va bien si nos comparamos con el resto de Latinoamérica. Argentina y Perú, por mencionar dos ejemplos, están muchos más desarrollados que nosotros en ese aspecto. ¡En Argentina hay 10,000 estudiantes de cine! En México no existe una verdadera cultura cinematográfica; existen, eso sí, “las beatas de la Cineteca”: personas que están al pendiente de ciertas películas renombradas, como las de los Oscares, o de asistir a eventos sociales relacionados con el cine, como conciertos o cocteles. Está muy bien que hagan toquines en la Cineteca y que vayan los “roqueritos”, pero esos no son verdaderos cinéfilos. Eso pasa también con la mayor parte de los críticos. A mí no me gusta echar pestes contra la Cineteca, porque bien o mal es una organización que opera en la mera resistencia cultural, sobrevive a su propia muerte. Los amantes del cine en México no cultivan su cinefilia en los cineclubes; son chavos que se surten con los piratas que están afuera de las librerías y de la misma Cineteca. Esos chavos cuentan con una cultura cinematográfica mucho más grande que la que yo tenía a su edad: lo saben y lo consiguen todo. Lamentablemente, esa gente es minoría. Ni siquiera ves cinéfilos en las seis o siete escuelas fraudulentas de cine que hay aquí. Lo primero que les dicen los maestros a los alumnos en esas escuelas es que ya no vayan al cine, porque les da malas ideas y luego creen que pueden hacer aquí lo que ven ahí. ¡Las escuelas de cine ni siquiera cuentan con la capacidad de formar buenos cinéfilos! Se crea un círculo vicioso: los malos cinéfilos no pueden ser buenos cineastas. A menos, claro, que sean genios de la intuición. Puede pasar, pero es rarísimo.

¿Cómo imaginas al Ayala Blanco crepuscular? ¿Planeas retirarte o piensas morir en la sala de cine, tomando notas y planeando el siguiente libro?

Yo me veo como un aspirante a ser el Manoel de Oliveira de la crítica cinematográfica: el señor es un director de más de 100 años de edad y sigue haciendo las películas más avanzadas de la actualidad. Mientras tenga lucidez, la edad me vale madres. Hay muchas maneras de plantearte la vejez. Lo padre de tener 67 años es que, mientras tengas memoria, tienes ese año 67 y todos los anteriores, ¡pero al mismo tiempo! Aún encuentro revelaciones y momentos perfectos que me motivan a hacer crítica. Cuando deje de disfrutar el cine dejaré de escribir, pero no veo cercano ese momento. No siento que mi prosa o mis puntos de vista se sientan viejos o rebasados. Me interesa lo que sucede y lo que va a pasar. No me refugio en el pasado, sino que hurgo en él para descubrir más placer. El viejo es una persona que dice todo el tiempo “no tengo ganas”: “no tengo ganas de salir”, “no tengo ganas de ir al cine”, “no tengo ganas de confrontar lo nuevo”, etcétera. Yo todavía tengo ganas, muchas ganas. (F)

+Esta entrevista se publicará en la edición de diciembre-enero de Deep. ¡Cómprenla ya!

++Las fotos son de Guacamole Project. ¿Te gustaron? Visita su sitio: Guacamoleproject.com

septiembre 28, 2009

To seem beautiful again

por Mauricio González Lara

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Now I am quietly waiting
for the catastrophe of my personality
to seem beautiful again,
and interesting, and modern.
The country is grey and
brown and white in trees,
snows and skies of laughter
always diminishing, less funny
not just darker, not just grey.
It may be the coldest day of
the year, what does he think of
that? I mean, what do I? And if I do,
perhaps I am myself again.

+Estas líneas, tomadas de un poema de Meditations in an emergency, de Frank O’Hara, cierran brillantemente el primer capítulo de la taciturna segunda temporada de Mad men. La desesperación silenciosa en pleno. Las primeras dos temporadas están disponibles en DVD.

++Un artículo de los autores de Freakonomics sobre el impacto de la serie en las ventas del libro. Es verdad: dan unas ganas endemoniadas de leerlo tras ver la serie.

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septiembre 14, 2009

El proyecto Peña Nieto

por Mauricio González Lara

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Una radiografía de los intereses que mueven a uno de los proyectos más controvertidos de la política mexicana: la ambición por llevar a Enrique Peña Nieto a la presidencia.

Formado en una familia tradicional, educado por el brazo universitario del Opus Dei (la Universidad Panamericana), priista, de 1.72 metros de estatura, 69 kilogramos de peso, poseedor de un eterno pelo engomado a prueba de huracanes, y calificado por la prensa de sociales como “el político más guapo del país”, Enrique Peña Nieto, de apenas 43 años de edad, no sólo gobierna la mayor plaza política de la nación, el Estado de México, sino que es el centro donde confluyen una amalgama de intereses que, si bien diversos, comparten un claro objetivo: la presidencia de México.

El proyecto por llevar a Peña Nieto al poder en el 2012, cada vez más sólido y evidente, se alimenta de una confabulación de actores políticos y empresariales cuyo fin es construir una precampaña mediática que, además de convertir al gobernador en el político más popular de México, lo torne en un candidato invencible en el imaginario colectivo nacional. No hay que confundirse: el proyecto Peña Nieto no es un sueño de opio o una azotada “teoría de la conspiración”. Mucho menos es un simple fruto del clásico juego de especulaciones que se desata en México una vez que se cruza a la segunda mitad del sexenio. Esta es una conspiración real, producto del deseo de los diversos actores que la componen por proteger y ampliar sus inversiones e influencia durante la próxima década; un producto de la praxis y la mercadotecnia. ¿Quiénes son los protagonistas de esta obra? ¿Cuáles son los intereses que se verían beneficiados con el arribo de Peña Nieto al poder? ¿En qué consiste su estrategia para alcanzar la presidencia? ¿Cuáles son los obstáculos a vencer? ¿Quién es Enrique Peña Nieto? ¿Cuáles serían las implicaciones de su eventual triunfo?

Para responder a estas interrogantes, entrevistamos a dos analistas que le han dado un seguimiento de sombra a la carrera del gobernador del Estado de México: Jenaro Villamil, periodista de Proceso y escritor de Si yo fuera presidente: El reality show de Peña Nieto (Grijalbo), y Francisco Cruz, otrora editor del ya desaparecido periódico El Centro y autor de Negocios de familia: Biografía no autorizada de Enrique Peña Nieto y el Grupo Atlacomulco (Planeta). He aquí sus conclusiones:

1) Peña Nieto es el candidato de Televisa y el “infobranding”

De acuerdo con Villamil, también autor de La televisión que nos gobierna, con Peña Nieto se ha consolidado una nueva mercadotecnia político – electoral: el “infobranding”, el cual consiste en transformar al gobernante en una marca vendible, y a su gestión pública en un continuo escaparate mediático que no distingue entre vida privada y pública, ni establece límites palmarios entre los intereses del gobierno y los de las empresas que lo convierten en su títere. El truco radica en maquillar la propaganda en información y la promoción de imagen en un asunto que lo mismo se puede difundir en espacios de “información dura”, en columnas de chismes sociales, en programas de espectáculos y hasta en telenovelas, al grado de convertir su vida en un melodrama políticamente rentable. Esta fórmula, enfatiza el analista, “sacraliza al rating como si fuera índice de aceptación y eficacia política, a la vez que transforma el carisma un culto constante a la imagen”.

Los resultados en sí de la gestión de Peña Nieto no importan, pues éste “se transforma en una especie de Dorian Gray político, cuya verdadera personalidad e imagen se intenta ocultar”. No se trata de contratar simples pautas publicitarias en los medios, ni de hacer product placement en los programas más populares del Canal de las estrellas, sino de crear un paquete mediático que logre comunicar una narrativa atractiva para las masas de manera contundente y con tres años de antelación a las elecciones presidenciales. Más que ser un simple medio para difundir comerciales de los logros del gobernador del Estado de México, Televisa se ha convertido en una gigantesca agencia de marketing, la cual le ha diseñado un sofisticado trabajo de imagen a Peña Nieto -el cual incluye, desde luego, su actual romance con Angélica Rivera, la actriz de la telenovelas con la que comenzó a dejarse ver tras la inesperada muerte de su esposa, Mónica Pretelini, en enero de 2007. Villamil señala que el funcionamiento de la dinámica pasa por maquillar, ocultar y encubrir el pago de de una costosa propaganda que, en los hechos, constituye una precampaña presidencial anticipada:

“Para lograr esto se utilizan servicios de agencias de promoción que tienen el papel de intermediarios entre la estructura burocrática de gobierno y la estructura corporativa de las empresas mediáticas. Son los nuevos brokers o intermediarios político–publicitarios que impiden seguir de una manera clara la ruta del dinero. Los brokers involucrados, especialmente TV Promo y Radar Servicios Especializados, se caracterizan por operar como estructuras paralelas de Televisa que lo mismo sirven para ocultar gastos que para desviar millonarios recursos públicos. Esto permite una alta discrecionalidad y un cuestionable manejo del erario, puesto que se maquillan los gastos reales para que éstos no sean auditados y se les oculten tanto a los ciudadanos mexiquenses como a los accionistas minoritarios de Televisa. Otro efecto pernicioso: la veracidad y objetividad de la relación entre medios y políticos se transforman en un trueque de favores, dinero y gestión política, a cambio de impunidad y promoción mediática.”

Ante las críticas, Televisa ha sostenido que el gobierno del Estado de México es un cliente más y que no hay nada de extraordinario en las pautas que su gobierno contrata. Lo mismo ha argumentado Televisión Azteca, que en menor medida también se ha subido al proyecto Peña Nieto. Sin embargo, independientemente de la desproporcionada presencia del gobernador en las pantallas, lo cierto es que ya no sólo son periodistas incómodos como Villamil los que señalan anomalías. Ejemplo: el celebrado periodista español José María Siles denunció en julio que Televisa contrató sus servicios para cubrir una gira de Peña Nieto por Turquía con recursos provenientes del Estado de México. Televisa, de nueva cuenta, se deslindó del asunto. Empero, a estas alturas resulta ya casi de dominio público que existe un apoyo real y sistemático de la televisora hacia la figura de Peña Nieto. Esa dinámica, en palabras de Villamil, se intensificará aún más en los meses por venir:

“Se trata de transformar a un gobernante y su obra en un reality show, perfectamente producido, calculado hasta en sus más mínimos detalles, mezclando lo público con su vida privada, creando una verdad aparente, un espectáculo incesante, un mundo onírico e idealizado, con ciertos tintes de melodrama, en un esquema que recuerda la fábula cinematográfica de The Truman Show. La diferencia es que Peña Nieto y el grupo que lo respalda sí están conscientes de que forman parte de una maquinaria mediática que ha mercantilizado al extremo su figura, al grado de colocarlo en la antesala de un personaje de telenovela, gracias a su relación con Angélica Rivera, o “La Gaviota”, como la conocemos todos por su papel en Destilando amor.”

Hace unas décadas, Emilio Azcárraga Milmo solía decir que “Televisa era un soldado del PRI”, pero en caso de que el proyecto Peña Nieto fructifique, en los tiempos de Azcárraga Jean el PRI bien podría acabar siendo un soldado de Televisa; una maquinaria que, desde el poder, le garantice que no habrá una tercera cadena de televisión y le proporcione una posición ventajosa en su intento por competirle a Telmex el dominio del mercado en las telecomunicaciones.

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2) Representa el arribo del Grupo Atlacomulco al poder

En febrero de 2005, el periódico Reforma publicó una entrevista en la que el entonces candidato priista a la gubernatura del Estado de México, Enrique Peña Nieto, le desmentía al reportero que tuviera lazos sanguíneos con Arturo Montiel o cualquier político asociado con lo que se conoce como el Grupo Atlacomulco, una camarilla de poder originaria del municipio del mismo nombre a la que se le atribuye el control de la política mexiquense, y cuyos miembros más prominentes son frutos, en mayor o menor grado, de un mismo árbol genealógico. Palabras más, palabras menos, Peña Nieto explicaba que Atlacomulco era un lugar muy pequeño en el que simplemente había varias coincidencias de apellidos, nada más. Desafiante, Peña Nieto afirmó que no conocía su árbol genealógico, pero que sí alguien se animaba a investigarlo, él no se opondría a que se hiciera.

El periodista Francisco Cruz leyó la entrevista y le tomó la palabra. Originario de Metepec, Estado de México, Cruz estaba familiarizado con muchas historias sobre la dinastía que ha dominado al “Edomex” desde 1942, año en que Isidro Fabela, el gran patriarca del Grupo Atlacomulco, llegó a la gubernatura. Por ello, no le resultó difícil cruzarlas con Jorge Toribio Montiel, miembro de la familia, y reconstruir la pieza central de su libro Negocios de familia: el árbol genealógico que no sólo demuestra que Peña Nieto es pariente de Arturo Montiel, sino de otros cinco exgobernadores del Estado de México, todos “atlacomulquenses”: Salvador Sánchez Colín, Alfredo del Mazo González, Alfredo del Mazo Vélez y el mismo Isidro Fabela Alfaro. Para Cruz, la ascendencia de Peña Nieto es un factor toral para explicarse su éxito:

“Si hoy Enrique se dirige al palacio presidencial, es porque nació en Atlacomulco. ¿Por qué lo ha negado con eficacia? Por una cuestión de suerte. Sólo su familia materna, la del lado de los Nieto, es originaria del municipio. Los Peña llegaron de Acambay, el municipio vecino. Ya insertados en la sociedad atlacomulquense, los apellidos se fusionaron: su padre fue Enrique Peña del Mazo, y su abuelo materno, Enrique Nieto Montiel. Sin proponérselo, a Enrique le tocó la fortuna de tener ocultos sus orígenes montielistas cuando contendió por la gubernatura, lo que le permitió deslindarse de las acusaciones por abusos y corrupción contra su antecesor, Arturo Montiel.”

De llegar a la presidencia, la dinastía Atlacomulco adquiriría, además, tintes de carácter mítico, pues como documenta Cruz en su obra supondría el cumplimiento de una profecía formulada por Francisca Castro Montiel, una vidente ligada a la familia que en 1940 reunió a los políticos más notables de Atlacomulco para anunciarles con voz de arcano mayor: “Seis gobernadores saldrán de este pueblo. Y de este grupo compacto, uno llegará a la presidencia de la República”. Para los principales políticos priistas del Estado de México, el proyecto Peña Nieto no es un simple juego de poder, sino el cumplimento de todo un destino manifiesto.

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3) Salinas maniobra a favor del «golden boy»

El 22 de noviembre de 2008, el diario The Financial Times publicó una entrevista en la que Carlos Salinas de Gortari, casi siempre tan reservado en materia de espaldarazos públicos, se deshacía en elogios para el galán del priismo, Enrique Peña Nieto. El expresidente, quien ha asistido con desenfado a varios eventos claves en la vida del gobernador (su toma de posesión, el funeral de su padre), le reveló al periódico inglés que “veía en Peña nieto la misma vitalidad que él tenía cuando construyó su camino a la presidencia dos décadas atrás”. Sin complejos y en términos muy directos, el villano favorito de México destapó a Peña Nieto como el próximo presidente del país en una de las publicaciones de mayor influencia en la aldea global.

La simpatía de Salinas por Peña Nieto, en opinión de Cruz, rebasa el terreno de las anécdotas de sociales:

“El grupo histórico de Salinas está muy ligado a Peña Nieto vía Arturo Montiel. La renegociación de la deuda del estado durante la administración de Montiel fue realizada bajo la consultoría de Protego, la empresa de Pedro Aspe Armella, quien fue secretario de Hacienda de Salinas. El encargado de renegociar la deuda fue uno de los hombres más cercanos a Aspe en Protego, Luis Videgaray Caso. El grupo de Montiel es el mismo que hoy está en la administración de Peña Nieto, quien mantiene una relación en extremo amistosa con su antecesor y con Salinas de Gortari. Videgaray fue secretario de Finanzas con Peña Nieto antes de lanzarse como diputado federal.”

La cercanía no se agota en las relaciones personales. Arturo Montiel fue un gobernador atípico en el sentido de que, a diferencia de otros políticos mexiquenses más tradicionales, mostró un franco desprecio hacia algunas viejas figuras de la política del estado. En lugar del clásico reparto de cuotas, conformó al primer círculo de su gabinete con colaboradores muy jóvenes, de formación tecnocrática y de perfiles gerenciales y administrativos, a los que la prensa local denominó con el mote de “golden boys”. El “golden boy” más avanzado es, obviamente, Enrique Peña Nieto, quien siente un aprecio hacia la figura de Salinas de Gortari que rebasa el vulgar interés político. En palabras de Villamil, Salinas es el rol modelo que aspira ser:

“Los “golden boys” son los metrosexuales de la política del Edomex. Son jóvenes, provenientes de universidades privadas, frívolos y muy conscientes del poder de los medios y de la imagen. Es decir, en buena medida, muy cercanos a todo lo que emblematizó la presidencia de Salinas de Gortari. Los tecnócratas de Estado de México, encabezados por Peña nieto, ven a Salinas como un héroe político. Hay una empatía conceptual innegable.”

Bajo este contexto, la llegada del “golden boy” a la presidencia de México implicaría una normalización de la vida pública de Arturo Montiel y Carlos Salinas, ambos poseedores de imágenes vapuleadas por numerosos escándalos de corrupción y abuso de poder.

4) Peña Nieto es nuestro primer “wikipolítico”

¿Cuáles son los elementos que integran el carisma de Peña Nieto? ¿Su capacidad retórica? ¿Su arrolladora personalidad? ¿Sus propuestas vanguardistas? ¿Su hipnótica oratoria? En términos de popularidad, por lo menos a escala nacional, el gobernador del Estado de México sólo es conocido por ser lo suficientemente guapo como para poder interpretar de manera convincente el papel del novio de “La Gaviota”. De sus ideas o logros, nadie sabe nada (lo que es demostrable si se analizan los resultados de los sondeos de opinión de los principales despachos de encuestas del país). En términos políticos, por el contrario, el proyecto Peña Nieto se distingue por una característica muy útil en la “grilla” mexicana: su sorprendente ductilidad. Villamil apunta:

“La principal virtud de Peña Nieto es la docilidad, si es que la docilidad puede ser considerada una virtud. No es un individuo al que se le pueda adjudicar una carrera producto de un esfuerzo propio. Siempre fue uno de los delfines de Arturo Montiel. A diferencia de otros políticos mexiquenses, como el mismo Montiel, o Emilio Chuayffet, o Carlos Hank González, Peña Nieto no ha sido diputado federal ni senador, ni tampoco ha tenido un cargo de alcance nacional. Es un producto local, aldeano. No es alguien a quien se le pueda describir en función de los logros de su trayectoria política. Vaya, ni siquiera fue un estudiante que mostrara grandes luces en la universidad. A Peña Nieto sólo se le puede definir en función de su trayectoria mediática. ¿Quién es él y cómo piensa? No lo sabemos, pero quizá eso sea su activo, lo que lo hace una masa perfecta para moldear por otros intereses. También opera hacia afuera: algunos sectores no enterados de la población proyectan en él expectativas de cambio por el solo hecho de que es joven y aparenta frescura. Es toda una construcción.”

La Wikipedia, la famosa enciclopedia pública en Internet creada por Jimmy Wales, opera de una manera revolucionaria pero no necesariamente confiable u óptima: cada entrada que la compone se alimenta de datos provenientes de cualquier usuario que tenga un alto interés en ese tópico específico, y por tanto esté dispuesto a dedicar tiempo y recursos para manipular la información. No hay una fuente identificable ni un punto de vista personal en el grueso de las entradas temáticas de la Wikipedia; sí existe, en cambio, una atractiva confluencia de intereses y opiniones, que si bien resulta útil a un nivel referencial, carece de rigor e incluso puede ser pródiga en falsedades.

El proyecto Peña Nieto opera con una lógica similar. El gobernador del Estado de México es el primer wikipolítico en la historia del país: una construcción virtual de intereses que será lo que esos intereses quieran que sea. Nada más.

Angélica Rivera

Obstáculos y controversias

El camino a la presidencia está lleno de sorpresas y dramáticas vueltas de tuerca. Para obtener la candidatura de su partido, Enrique Peña Nieto deberá sortear con éxito los siguientes factores:

a) El misterio alrededor de la muerte de Mónica Pretelini. Atractiva, simpática, dominante, proveniente de una familia de abolengo y dinero de Naucalpan, Mónica Pretelini Sáenz no sólo parecía ser la compañera ideal para que Enrique Peña Nieto recorriera el accidentado y largo camino hacia la silla presidencial, sino que a todas luces era un activo político que debía despertar las envidias de varios personajes presidenciables, matrimoniados con mujeres grises y de poco brillo. Es por eso que su muerte, atribuida a problemas relacionados con la epilepsia (enfermedad por la que, con una mediana atención médica, ya casi nadie muere en el mundo), tomó por sorpresa al escenario político nacional.

Versiones encontradas de las causas de la defunción, aunadas a la naturaleza inesperada de la noticia, provocaron que corrieran un sinfín de rumores y especulaciones que, nobleza obliga, nadie ha podido probar a cabalidad. Ahora bien, más allá de las causas de la muerte de Pretelini, fallecida a los 44 años de edad, lo cierto es que su relación con Peña Nieto distaba de ser un matrimonio ideal. Una vez que destape oficialmente sus aspiraciones por ser presidente, los últimos meses del matrimonio de Peña Nieto van a ser analizados con lupa por sus enemigos políticos y algunos medios de comunicación ajenos a su agenda. El posible esqueleto en el clóset: el descontento de Mónica frente a las supuestas infidelidades de su esposo. En ese sentido, el previsible matrimonio de Peña Nieto con Angélica Rivera resultará crucial para sanear la imagen del “golden boy”.

b) La naturaleza conflictiva del Estado de México. En política, no hay nada seguro para nadie: los muertos de hoy pueden ser los líderes del mañana, y viceversa: los caballos más prometedores pueden terminar en el último lugar una vez finalizada la carrera. La atmósfera bronca del Estado de México maximiza la incertidumbre. Faltan aún tres años para las elecciones presidenciales y cualquier cosa puede pasar: una crisis política, un escándalo de corrupción, otro levantamiento explosivo al estilo de San Salvador Atenco (que esta vez sí sea incontrolable), una tragedia como la de la Guardería ABC en Hermosillo, etcétera. La naturaleza adelantada de la precampaña de Peña Nieto –tan excesiva que a veces parece un intento por establecerlo como un presidente de facto en el inconsciente colectivo-, bien podría tornarse en su contra: cualquier paso en falso podría motivar un desmesurado rechazo de una población acostumbrada a verlo como el protagonista de una telenovela rosa sin mácula posible.

c) Manlio y Beatriz. Si bien su nominación a la candidatura del PRI a la presidencia luce por momentos casi inevitable, Peña Nieto pertenece a un partido en el que, para ponerlo en términos populares, “hasta el más calvo se hace trenzas”. Cabe recordar que el antecesor de Peña Nieto en la gubernatura, Arturo Montiel, fue brutalmente apaleado cuando quiso competir por la candidatura presidencial priista por un político aún más astuto e inescrupuloso que él: Roberto Madrazo Pintado. Madrazo no mostró clemencia alguna y filtro múltiples casos de corrupción ocurridos al interior del gobierno de Montiel, quien literalmente tuvo que desaparecer para evitar el acoso de la prensa y una posible investigación que redundara en su detención. Peña Nieto deberá lidiar con un político aún más duro que Madrazo: Manlio Fabio Beltrones, exgobernador de Sonora y actual senador que controla casi la totalidad de la agenda legislativa, así como buena parte de los entretelones del devenir político nacional. ¿Manlio quiere ser presidente, y por ende enfrentarse a Peña Nieto, o se sentiría más cómodo en una posición negociada que le permitiera conservar su calidad de máximo operador político al interior del Partido Revolucionario Institucional? En entrevista, Raymundo Riva Palacio, exdirector de El Universal y autor de la columna Estrictamente Personal, formula una hipótesis:

“Beltrones es uno de los políticos más sofisticados del país. El sabe que para aspirar a la presidencia tendría que limpiar su clóset. La impresión general es que tiene muchos esqueletos. En caso de querer competir, su estrategia consistirá en adelantar las posibles controversias y sanear su imagen mediante la apertura de una serie de debates respecto a sus supuestos pecados pasados, sobre todo los que tienen que ver con el narcotráfico. Manlio es tremendamente inteligente. Hay que recordar que logró que The New York Times, publicación que lo señaló como narcopolítico, se retractara y emitiera una disculpa pública. Yo creo que él sí quiere ser presidente. No obstante, si Peña Nieto mantiene tan altos sus índices de popularidad durante los próximos dos años, la situación le resultaría muy complicada y buscaría negociar.”

Por otra parte, Peña Nieto también tendrá que negociar con la presidente de su partido, Beatriz Paredes, quien bien podría mover sus fichas a favor de otro candidato, o inclusive buscar ella misma la nominación. Es improbable que la obtenga, pero al colocar en un embrete al “golden boy” ampliaría su margen de maniobra para obtener mayores beneficios.

+Este reportaje se publicó en la edición de septiembre de Deep. ¡Cómprenla!

septiembre 11, 2009

Way up in the blue/ Jazz mixtape 1

por Mauricio González Lara

miles davis

Va un poco del jazz que he estado escuchando en estos días sabrosamente lluviosos.

Way up in the blue/ Jazz mixtape 1

1 Lost In Madrid Part I/ Miles Davis

2 Acknowledgement/ John Coltrane

3 Generique/ Miles Davis

4 Moonglow / Jimmy Scott

5 Straight No Chaser/ Thelonius Monk

6 Fried Neck Bones And Some Home Fries/ Willie Bobo

7 Cain And Abel/ The Marsalis Family

8 Night-life/ Willie Nelson & Wynton Marsalis

9 Secret Garden/ Dave Holland

10 Saeta/ Miles Davis

11 Alvarado/ Brad Mehldau

12 Sinnerman/ Nina Simone

Descarga “aquí”

septiembre 8, 2009

Conspiraciones: entre el mito y la paranoia

por Mauricio González Lara

Julio Patán 1

¿Qué tan reales son “las teorías de la conspiración”? Julio Patán, autor del libro Conspiraciones, separa al mito de la verdad.

«Sólo porque estás paranoico, no significa que no te estén persiguiendo”, cantaba Kurt Cobain, el angustiado líder de Nirvana, en Territorial pissings. La frase describe a la perfección la esencia de los creyentes en “las teorías de la conspiración”; es decir, de aquellos paranoicos convencidos de que todo cuanto ocurre en la sociedad es consecuencia de un plan maestro y meticuloso elaborado por un poderoso cónclave secreto y maligno. Los villanos favoritos de estas tramas de intriga y engaño: los judíos, los masones, la CIA, la ONU, el gobierno estadounidense, las sociedades secretas, los alienígenas, y las corporaciones trasnacionales, por mencionar a los más recurrentes.

En entrevista, Julio Patán, autor de Conspiraciones: Breve historia de la conquista del mundo por los extraterrestres, los masones, la ONU, las élites financieras, el establishment, etc. (Paidós,2005), describe los puntos finos del pensamiento conspiratorio que ha definido en buena medida el imaginario popular del planeta durante las últimas décadas.

Empecemos por lo obvio. ¿Qué es una conspiración? ¿Cómo podemos saber si ésta es real o una mera leyenda?

En términos generales, una conspiración es el intento de un grupo por acceder al poder desde las sombras mediante la intriga y la cavilación. La definición es muy amplia, porque ese poder puede ser político, empresarial, mediático, económico o social. Las conspiraciones, reales e inevitables, han sido parte integral de la historia humana: desde los griegos a los viejos fraudes electorales del PRI, pasando por Shakespeare, los golpes militares latinoamericanos y las “adquisiciones hostiles” de las grandes corporaciones. Todas las conspiraciones comparten algunas características obvias. En principio, suelen ser imperfectas, pues los conspiradores casi siempre salen enfrentados entre ellos porque los extremos a los que están dispuestos a llegar varían una vez que se acciona la conspiración. Toda conspiración es una historia de riesgos asumidos, de saltos al vacío, de torpezas y de traiciones. Un error inocuo o un poco de mala suerte, y lo que parecía algo perfectamente maquinado termina en desastre. También son limitadas en el tiempo y el espacio: los conspiradores se fijan un objetivo claro que, una vez cumplido, supone el fin de la acción conspiratoria. Esas conspiraciones suceden todo el tiempo en todos los ámbitos de poder. Las “teorías de la conspiración”, por otro lado, son de una naturaleza diametralmente opuesta. A diferencia de las conspiraciones reales, falibles y perecederas, las “teorías de la conspiración” plantean la existencia de complots perfectos, universales y sin límites en el tiempo y el espacio. Las “teorías de la conspiración” involucran a múltiples participantes de todos los estratos y esferas, como políticos, policías, empresarios, militares, intereses extranjeros, medios de comunicación, alienígenas, en fin.

Los conspiradores son tan poderosos y hábiles para proceder en secreto que su capacidad de infiltración es infinita. Las “teorías de la conspiración” involucran maquinaciones perfectas concebidas desde hace décadas, siglos e incluso milenios. No se trazan una meta humilde o concreta, sino que presuponen confabulaciones absolutas cuya meta es alterar por completo el orden establecido y poner al planeta entero en manos de los complotistas. La más de las veces, las “teorías de la conspiración” son delirantes y fácilmente desacreditables, como lo serían por ejemplo las que proponen que estamos siendo invadidos por extraterrestres. En otros casos, sin embargo, pueden alcanzar un sorprendente grado de credibilidad, sobre todo cuando juegan con ciertas especulaciones plausibles. Las múltiples interpretaciones del asesinato de Kennedy, o la supuesta confabulación de las farmacéuticas para lucrar con enfermedades que ellas mismas crearon, son dos ejemplos de “teorías de la conspiración” que gozan de una alta credibilidad en algunos círculos. Claro, hay elementos para dudar que Kennedy haya sido asesinado solamente por Lee Harvey Oswald o de la responsabilidad social de las farmacéuticas, pero de eso a suponer complots gigantescos hay una enorme distancia.

Hay algo casi religioso en las “teorías de la conspiración”. Sus integrantes son como dioses, poderosos y omnipresentes. Todo lo ven, todo lo controlan.

La “teoría de la conspiración” implica algo más que la misma conspiración; es, en realidad, toda una herramienta de interpretación del mundo que excluye todas las demás visiones. Bajo esa lógica, los conspiradores pueden engañarnos por completo, hacernos vivir en un mundo de apariencias, en un simulacro, sin que nunca nos demos cuenta. El “teórico de la conspiración” se ve a sí mismo como un iluminado. No hay modestia en él. Así como el paranoico relaciona los actos más remotos y ajenos a su propia trama persecutoria, el teórico de la conspiración ve en todos los hechos, desde las grandes decisiones macroeconómicas hasta la muerte de un cantante, elementos de una trama planetaria en la que nada sobra y nada es accidental. En ese sentido, “las teorías de la conspiración” son expresiones laicas de un pensamiento religioso. En lugar de creer que existe un Dios que lo controla y abarca todo, el “teórico de la conspiración” supone que existe un grupo de complotistas todo poderosos que lo controlan todo. Como Dios, son omnipresentes: están en todos lados, pero al mismo tiempo, permanecen invisibles. Es, de alguna manera, un pensamiento reconfortante: es preferible creer que existe una fuerza más allá de nosotros mismos que lo ordena todo, así sea oscura y maligna, a aceptar que no hay un plan, que el mundo es caótico y que estamos solos en él . Es menos angustiante creer que existe Dios y un destino establecido.

El “teórico de la conspiración” simplemente sustituye la noción de Dios y el Diablo por esas fuerzas conspiratorias que todo lo abarcan. Al final, sabe que haga lo que haga esas fuerzas siempre van a ser superiores a él, y eso le brinda una bizarra sensación de tranquilidad existencial. Ahora, se trata de una guerra santa, una guerra a todo o nada. Como víctimas potenciales del mal absoluto, todos tenemos que estar siempre en guardia, en un estado de alerta extrema, listos para anticiparnos a cualquier movimiento de los conspiradores, porque el menor descuido puede traducirse en un colapso civilizatorio, tras el cual nuestra forma de vida puede desaparecer sin remedio.

JulioPatán 2

¿Esto quiere decir que estamos sustituyendo a las religiones por dinámicas como las de “las teorías de la conspiración”?

No necesariamente. Las teorías de la gran conspiración judía, donde se liga a los judíos con todos los grandes males de la humanidad, están muy arraigadas en el mundo musulmán. Lo que pasa es que a veces vemos al mundo con una visión occidental limitada. La religión pesa muchísimo en la visión conspiratoria de buena parte de esos países. Ahora bien, en Occidente, las “teorías de la conspiración” tienden a ubicarse en lo que los antropólogos definen como las “periferias lunáticas” de la sociedad, para luego infiltrarse en el imaginario cultural. Una diferenciación pertinente es que en el mundo musulmán las “teorías de la conspiración” son usadas como un elemento de cohesión nacional y religiosa; en Occidente, en cambio, son más fragmentadas y los conspiradores tienden a ser internos y más abstractos. Hay excepciones. No hasta hace mucho, había una “teoría de la conspiración” que aseguraba que la ONU estaba infiltrada por el comunismo y era cuestión de tiempo para que Estados Unidos fuera invadido por fuerzas internacionales controladas por los rojos. Hasta hubo una película al respecto en la década de los 80: Red Dawn, de John Millius. Asimismo, Joseph McCarthy utilizó la lógica de la guerra fría para llevar la asunción relativamente lógica de que existían espías comunistas en Estados Unidos para desdoblar una campaña de linchamiento contra sus enemigos políticos. En ambos casos, “la teoría de la conspiración” nació del miedo hacia una conspiración que probablemente sí existía (los intentos del comunismo por penetrar en Estados Unidos), pero no al grado de histeria al que lo llevaron esta clase de personajes. Algo similar pasó después del 11 de septiembre del 2001: el miedo y la incertidumbre generó lo que yo llamo “la nueva era dorada de las teorías de la conspiración”.

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Por risibles que parezcan, siempre existe el peligro de que “las teorías de la conspiración“ sean utilizadas con fines autoritarios.

Las “teorías de la conspiración” son una forma milenarista y apocalíptica de ver al mundo, donde sólo hay buenos y malos. Bajo ese esquema de pensamiento, a los malos hay que vencerlos a cualquier costo y por cualquier medio necesario. Ese es un argumento perfecto para instaurar medidas autoritarias y justificar dictaduras. Es por eso que son peligrosas. El ejemplo extremo es cómo el nazismo capitalizó con la teoría de la conspiración judía. En momentos de crisis y debilidad institucional pueden ser ideas muy pegajosas para la población. En ese sentido, yo diría que a mayor credibilidad y fortaleza institucional, menos posibilidades de que “las teorías de la conspiración” salgan de las periferias lunáticas y gocen de aceptación popular. El cuento debe de cerrar bien, y eso requiere habilidad narrativa.

Otra cosa muy importante es que, para poder convencer a los demás de una visión conspiratoria, en buena medida el primer convencido debes ser tú. Se requiere intensidad y energía. Yo creo que Andrés Manuel López Obrador y Hugo Chávez creen efectivamente que hay conspiraciones en su contra; lo mismo creían Franco o Hitler. Ellos pudieron manipular o no ciertos hechos para obtener una ganancia política o extender su área de influencia, pero lo cierto es que creían que todos los demás eran enemigos conspiradores. Y es que hay que recordar que “las teorías de la conspiración” son resistentes a la evidencia. No importa qué tantas pruebas puedas presentar para rebatirlas, los creyentes siempre van a descalificar la evidencia bajo el argumento de que se trata de una mera pantalla orientada a desviar la atención. Ejemplo: no importa si el New York Times y el Wall Street Journal publican editoriales muy críticos hacia el gobierno de Israel, los creyentes en la conspiración judía van a descalificar tales posturas como un intento de los judíos para disfrazar el hecho de que controlan a la prensa mundial. No hay fin. Algo similar pasa aquí con las huestes de Andrés Manuel López Obrador: no importa si se logran avances en materia electoral o no, al final del día todo va a ser interpretado por ellos como una estrategia de “la mafia” por perpetuarse en el poder. ¿Quiénes integran esa mafia? Pues todos aquellos actores que no simpatizan con él.

¿México es una tierra fértil para “las teorías de la conspiración”?

Mucha gente lo cree así, pero más allá de las posturas del “Peje”, no estaría tan seguro. La cuota de abstencionismo que vimos en los comicios recientes es más o menos la misma que se da en las elecciones intermedias de casi cualquier otra parte del mundo. Asimismo, si bien nuestros personajes políticos resultan repugnantes, o existen problemas tan graves como la inseguridad y la crisis económica, lo cierto es que las instituciones funcionan en México con un grado aceptable de operatividad. Es por eso que “las teorías de la conspiración” no están tan extendidas. Lo vimos ahora con la influenza; si bien hubo gente que desconfió e incluso descalificó en un inicio las medidas como parte de un complot, la mayoría se portó a la altura de las circunstancias. ¡Hasta el gobierno federal y el del Distrito Federal lograron trabajar juntos! México es más tolerante de lo que pensamos. No sé, quizá peco de optimista, pero es lo que pienso.(F)

*Esta entrevista se publica en una versión diferente en la revista Deep de este mes. ¡Vayan a comprarla!

*Las fotos son de Carlos García, fotógrafo de Deep. Si te gusta su trabajo,visita su “sitio”.