Archive for ‘Azotes pachecos’

enero 11, 2023

Las 50 de 2022

por Mauricio González Lara

Estas son las películas y series que más me gustaron en 2022. Sólo incluí obras que se exhibieron en salas comerciales, la Cineteca Nacional y/o están disponibles en plataformas nacionales o formato físico (Blu-ray/DVD).

1 El leopardo de las nieves. A más de 4,500 metros de altura, en el corazón de las montañas del Tíbet, habita el leopardo de las nieves, una especie que ha permanecido oculta a la vista de los humanos desde tiempos inmemoriales. Avistarlo demanda niveles demenciales de paciencia y concentración. Los tonos grisáceos y manchas negras de su pelaje le permiten camuflarse de manera casi total en el hábitat rocoso. Hasta hace algunos años, la creencia popular era que el felino había desparecido del planeta. O, como señalan algunos monjes budistas, eso es lo que quería que pensáramos. Estrenado en 2021, pero distribuido en Latinoamérica en 2022, este documental de Marie Amiguet narra la aventura emprendida por el fotógrafo Vincent Murnier y el escritor Sylvain Tesson para encontrar al leopardo de las nieves. Exponenciada por la música de Warren Ellis y Nick Cave, la sucesión de revelaciones visuales en el aparentemente desolado paisaje tibetano emociona e hipnotiza. En efecto, no estamos solos: ojos abiertos en rostros invisibles nos han observado desde siempre. El leopardo de las nieves es una invitación a regresar la mirada. Estrenada a fin de año en la Cineteca Nacional y disponible en Blu-ray.

2 Aftersun. ¿Existe algo más triste que una Polaroid descolorida, un momento de excepción capturado en un material frágil y plástico, condenado a desintegrarse con el paso de los años?La relación entre memoria, tiempo e imaginación es el eje central por el que transita Aftersun, opera prima de Charlotte Wells que narra a manera de flashback el recuerdo de un viaje vacacional entre Sophie, una niña de 11 años, y su padre Paul (Paul Mescal, extraordinario). La suma de imágenes fragmentadas conforma una fotografía que nos recuerda la incapacidad de conocer plenamente a las personas que amamos. Tampoco las podremos salvar, ni siquiera en el baile feliz que antecede a la pérdida. Magistral. Disponible en Mubi.

3 Sonríe. Ejecutada con apabullante maestría estética por el debutante Parker Finn, Sonríe es una laberíntica pesadilla existencial que trasciende los sustos genéricos de rigor. El virus del abuso se transmite generacionalmente como una maldición. ¿Qué traumas esconde la sonrisa forzada que aparenta una vida fácil y feliz? La alternativa: usar la máscara sonriente es el exilio, la adicción o la locura suicida. Disponible en plataformas, VOD.


4 Nope. Cargada de múltiples significados, que van desde la representación racial a la forma en la que la cultura pop convierte toda tragedia en espectáculo, Nope es la cumbre del afrosurrealismo pacheco construido por artistas como Donald Glover y Boots Riley. Jordan Peele, esteta de altos vuelos. Disponible en plataformas, VOD.

5 Moonage Daydream. Una alucinante experiencia estética que concibe a David Bowie como una antena transmisora de las expresiones artísticas más avanzadas del siglo XX. Aislamiento, caos, plenitud. Un espectáculo ultrainmersivo que sólo puede ser apreciado plenamente en IMAX. Orgásmica. Disponible en plataformas, VOD.

6 La peor persona del mundo. Una postal del extravío generacional de la década. Renate Reinsve se lleva las palmas, pero quien nos quiebra por completo es Anders Danielse Lie, el actor espejo de Joachim Trier. «Perdí tanto tiempo preocupándome por lo que podía salir mal, que las cosas que al final salieron mal nunca fueron por las que me preocupé». Disponible en plataformas, VOD.


7
Atlanta (tercera y cuarta temporadas). Dos perlas: The Big Payback, un perturbador cuento sobre la culpa blanca y el debate en torno a las restauraciones a descendientes de esclavos, y The Goof Who Sat By the Door, un documental sobre el ficticio primer CEO afroamericano de Disney. Disponible en Netflix y Star+


8 Crimes of the Future. En una realidad dominada por el metaverso, Cronenberg insiste con heroica melancolía crepuscular en su tema de siempre: la putrefacción como camino, obra y destino. Una deconstrucción burlona -casi autoparódica- de la persona de David Cronenberg como artista. Disponible en Mubi.

9 The White Lotus, Sicilia. Desfachatadamente malévola, esta segunda temporada careció de un personaje carismático como el gerente interpretado por Murray Bartlett, pero eso no impidió que acabara siendo más ácida y sudorosa que la primera. Sexo, azufre, vampiros, estafadores. Plus: un montón de referencias inventivas referencias a Antonioni, Fellini, Rossellini y demás banda. Mike White en su mejor momento.

10 Top Gun: Maverick. Lo que parecía ser un entretenimiento nostálgico palomero se convirtió en un ejercicio de resistencia análoga que reivindicó, así fuera por unos días, a la exhibición en salas como ventana principal de la industria. Una emotiva Masterclass de Tom Cruise en myth-making. Mágica en IMAX. Disponible en Paramount+

11 Severance. Mi reseña para Confabulario, de El Universal, “aquí

12 Red rocket. Libre de moralinas y resoluciones facilonas, este retrato de un exactor porno devenido en estafador de poca monta es una de las disecciones más divertidas, crueles y lucidas de la bancarrota moral que aqueja al alma americana. Simon Rex da una de las actuaciones más relevantes de la década: un perdedor de simpatía desbordada que no puede dejar de ser un verdadero hijo de puta. Un triunfo más de Sean Baker, quien debería ser reconocido con mayor desenfado como uno de los directores más interesantes de su generación.


13 The Rehearsal. La verdadera sorpresa de esta serie “documental” no es su tesis principal -la vida cotidiana como una mera sucesión de simulacros donde nada es verdad-, sino la fracturación de la sique del propio Natahan Fielder, cuya identidad queda atrapada en un juego de espejos más cercano al horror que a la estafa inocua del reality show. El descendiente directo de Synecdoche, NY, de Charlie Kauffman.


14 The Fire of Love. Documental de Sara Dosa que narra la historia de Katia y Maurice Krafft, una pareja de vulcanólogos que muere abrasada y abrazada en la erupción del monte Unzen. Entrañable y reflexiva, dialoga con The Fire Wthin, el documental de Werner Herzog sobre el mismo asunto, y Pólvora y gloria, de Viktor Jakovleski, el documental sobre artistas pirotécnicos mexicanos que fue mi película favorita de 2020. Disponible en Disney+


15 The Last Movie Stars. En su faceta como documentalista, Ethan Hawke realiza un truco maestro: sortear la carencia de grabaciones de audio de los involucrados con las voces en off de un coro de actores que contemplan entre maravillados e incrédulos los claroscuros de una de las parejas más icónicas y carismáticas de la historia de Hollywood: Joanne Woodward y Paul Newman. Puro amor. Disponible en HBO Max.


16 El buen patrón. Un estudio luciferino del liderazgo paternalista que caracteriza a las empresas medianas donde el dueño funge como director. Javier Bardem, espectacular (¡esa escena en el lavabo/espejo!]. “A veces hay que trucar la balanza para que la medida sea exacta”. Disponible en plataformas.

17 El menú. El mejor plato de The Menu es Tyler’s bullshit. El admirador histérico e intenso -sea un foodie, sea un cinéfilo- termina por asfixiar al objeto de su afecto con su obsesión malsana por coleccionar epifanías. El dardo no es un ataque a la crítica, sino a la soberbia del fan. Estrenada en salas a finales de año.

18 Elvis. Algunos se sintieron decepcionados de que Baz Luhrmann no ahondara en la decadencia de Presley y evadiera la turbulencia que caracterizó su ocaso. Yo no. La secuencia en la que vemos cómo Elvis enloquece por primera vez al público femenino es uno de los regalos más memorables de 2022. Austin Butler, deslumbrante. Disponible en plataformas, VOD.

19 Ennio. Nunca había reparado en la influencia de John Cage en Ennio Morricone. Uno de los placeres de Ennio, el documental de Giuseppe Tornatore. Fiel a sí mismo, Tornatore desborda hipérbole y sensiblería, pero sin sacrificar el interés por abordar toda la obra del maestro. Disponible en Blu-ray.

20 Atenea. El retoque digital ha tornado al plano secuencia hipermóvil en un cliché que ya no sorprende a nadie. Sin pantallas verdes, Atenea recobra el músculo perdido y consigue planos secuencia genuinamente alucinantes. Carece de densidad trágica, pero como pirotecnia es irreprochable. También recomiendo el excelente “making of”, el cual revela el grado de compromiso de Romain Gavras y su equipo para filmar lo “imposible”. Disponible en Netflix

21 X. Exquisitamente bien filmada (esa composición cenital que revela al cocodrilo), X funciona como divertido juego porno metafílmico y una reflexión sobre cómo la emancipación cultural de los 60 degeneró en la ambición vacía de los 70 (“merezco riqueza”). Disponible en plataformas, VOD.

22 Francia. Algo más que una simple sátira de la realidad mediática: una obra laberíntica sobre la imposibilidad de desarrollar una identidad -íntima y social- en el juego de espejos de la posverdad. HBO Max.


23 El Chef. Lo interesante de Boiling Point (El Chef) no es la propuesta de una toma, sino la descripción gélida del estrés que implica manejar un restaurante. No hay platillo epifánico que redima la tragedia existencial de llegar al punto de ebullición. Top Chef por Michael Haneke.

24 Los reyes del mundo. Enternecedora road movie colombiana dirigida con notable solvencia estética por Laura Mora. La tierra prometida no es un terreno, sino un espacio donde se pueda “respirar adentro y hondo, alegrías del corazón”. La química entre los niños es extraordinaria. Disponible en Netflix.

25 Irma Vep. La frescura cuasionírica con la que Alicia Vikander entra en personaje la primera vez que se prueba el traje es un acto espiritista: en medio de toda la frivolidad de la filmación, aparece la magia primigenia del cine: lúdica, peligrosa y sexy. Wow! Disponible en HBO Max.

26 Todo al mismo tiempo en todas partes. Exasperante y agotadora, por supuesto, pero llena de emotividad, vigor y detalles brillantes. No puedo tirarle mal pedo a una cinta con universos Wong Kar Wai, Don Hertzfeldt y Ratatouille con mapache. Not that guy, sorry. Disponible en plataformas, VOD.

27 After Yang. ¿Cuáles son los elementos que nos acreditan como persona? ¿Qué tan real es la memoria? ¿Cómo mantener vivos los vínculos que nos conectan con el mundo? After Yang, segundo filme de Kogonada, funciona como un jardín que permite meditar sobre estos conceptos de manera relajada y libre. El resultado -exasperante o sublime, dependiendo del espectador- es un espejo de la frase de Lao Tzu que define la película: “lo que la oruga considera el final, el resto del mundo le llama mariposa”. En Blu-ray.

28 A Film by Róisín Machine. Una versión mejorada del especial que Roisin Murphy transmitió durante la pandemia. El final -una versión acústica de Familar Feeling ejecutada como homenaje a Holy Motors, de Leos Carax- es antológico. Murphy, diosa. Gratis: http://film.roisinmurphyofficial.com


29 Terrifier 2. Federico Fellini escribió que los payasos tienden a provocar miedo porque su marginalidad opera en la misma arena que la del vicioso o el demente que no tiene nada que perder. Al igual que el teporocho que grita obscenidades en la calle, el payaso parece estar siempre a un paso de la locura violenta. Dicho esto, Fellini sería fan de Art, el payaso asesino creado por Damien Leone. La cinta, no obstante, le pertenece a la payasita interpretada por Amelie McLain, mejor conocida como The Little Pale Girl. En Blu-ray.

30 The Souvenir Part 2. El aspecto más conmovedor de The Souvenir Parte 2 es cómo redimensiona su propia realidad a través del proceso creativo que atraviesa la protagonista al filmar los sucesos trágicos de la primera parte. La pasividad se desmorona cuando la realizadora concreta su obra. Exorcismo pleno. Disponible en HBO Max.

31 Sin novedad en el frente. El retrato esquemático de los personajes neutraliza la posibilidad de que la cinta concrete plenamente sus ambiciones emotivas. El valor de la cinta de Edward Berger, sin embargo, radica en su potencia formal. El avance de los franceses sobre la trincheras alemanas -donde el paso de los tanques es seguido de una formación de lanzallamas- es una de las secuencias más formidables en la historia del cine bélico. Disponible en Netflix.

32 Competencia oficial. Si bien Antonio Banderas está divertidísimo como actor comercial en busca de gloria artística, la secuencia más lograda de la cinta es el hipócrita despliegue antisistema de Óscar Martínez mientras ensaya cómo rechazaría el Óscar en caso de ganarlo. Una carcajada salvaje de Gastón Duprat y Mariano Cohn (El hombre de al lado). En plataformas, VOD.

33 El hoyo en la cerca. Inquietante, incisiva y necesariamente cruel. Una lograda meditación sobre cómo el pensamiento de élites que se infunde en algunos colegios privados religiosos genera monstruos. Un paso adelante para Joaquín del Paso. Disponible en Mubi.

34 The Viewing. El episodio de Panos Cosmatos de Guillermo del Toro’s Cabinet of Curiosities es un ejercicio de estilo que expande el universo drogo interdimensional retrosetentaochentero de Beyond the Black Rainbow y Mandy. De lejos lo mejor de ese gabinete. Disponible en Netflix.

35 A Short Story. Un gato negro en busca del objeto más preciado del mundo, un espantapájaros en llamas, despedidas agridulces, flores que emergen de la nada y la necesidad de abrazar al mundo. Pequeña obra maestra de Bi Gan. Disponible en Mubi.

36 This much I know to be true. Mientras que para la mayoría la pandemia equivalió a una aguda sequía creativa, Nick Cave y Warren Ellis grabaron Carnage, una brutal meditación sobre la oscuridadcontumaz que caracteriza a estos años del virus. Andrew Dominick documenta el momento con elegancia y sensibilidad (algo que no podría decir de Blonde, el trabajo de ficción que entregó este año).

37 The Kingdom: Exodus. El mal de Parkinson no ha mermado la proverbial mala leche de Lars von Trier. La tercera temporada de The Kingdom no sólo mantiene el tono absurdo de la original, sino que redobla los insultos y ataques contra el establishment médico, los daneses, los suecos, la medianía intelectual, el buen gusto y un muy largo etcétera.Un magnífico disparate donde incluso los personajes critican al director. Von Trier, capo de capos.

38 Primal (2ª temporada). Genndy Tartakovsky extendió con éxito el universo de la primera temporada e introdujo esclavos, vikingos y hasta un episodio situado en el siglo XIX que bien podría constituir la base para un viraje narrativo en la tercera temporada (¿lo que vimos fue un flashback o un flashforward?). El alma de la serie, empero, sigue siendo la riqueza expresiva de las batallas de Spear y Fang, cazador y dinosauri@. Animación de autor. Disponible en HBO Max.

39 El hombre perfecto. Una provocación sobre las ambiguas implicaciones de encontrar la felicidad en el simulacro -para el individuo, para la humanidad- camuflada como simpática comedia romántica. Gran doble función con Blade Runner. Stevens, soberbio. Disponible en plataformas, VOD.

40 RRR. Mel Gibson y Danny Glover, Pedro Infante y Luis Arcaraz, Robert Redford y Paul Newman, Eddie Murphy y Nick Nolte… Jr. NTR y Ram Charan. Si bien fue un éxito de taquilla en India, la entretenidísima cinta de SS Rajamouli -la buddy movie del año, indiscutiblemente-es una prueba fehaciente del poder de las plataformas para convertir narrativas no anglosajonas en fenómenos culturales globales. Disponible en Netflix.

41 Un extraño enemigo, segunda temporada. Libre de sermones espantados, la segunda temporada se entrega plenamente a construir la victoria del inteligente y ultracorrupto Fernando Barrientos. Las fotos finales -¡Arturo Durazo incluido!- capturan el cinismo priista con una mala leche que oscila entre la burla y la nostalgia. ¡Demandamos otro sexenio!

42 Prey. Quizá le falta salvajismo y grasa, tanto en la puesta en escena (demasiado CGI, árboles con aspecto de plástico) como en la caracterización (comanches maquilladísimos con pelo de shampoo), pero sin duda una gran ingeniosa idea ejecutada con cariño y eficiencia.  Lo mejor: nos deja con ganas de ver más entregas de la franquicia. Disponible en plataformas.

43 The Northman. Nobleza obliga: antes de conocer esta sicotrópica cinta de Robert Eggers, ignoraba que Hamlet estuviera basado en una historia tradicional nórdica. El compromiso total de Alexander Skarsgård con el personaje es encomiable. “¡I will avenge you, Father, I will save you, Mother. I will kill you, Fjölnir!”. Disponible en plataformas, VOD.

44 Love, Death and Robots: Jibaro. Delirante corto animado que cuenta el trágico encuentro entre un caballero sordo y una sirena mitológica. Sexo, violencia y fatalidad en una de las relaciones más tóxicas imaginables. Otra genialidad de Alberto Mielgo. Disponible en Netflix.

45 Kimi. Una reflexión sobre cómo el trance del COVID-19 ha acelerado que estemos cada vez más rodeados de espías, tanto tecnológicos como humanos. Una cinta sólida sobre el capitalismo de vigilancia disfrazada de divertimento palomero. La conversación de Steven Soderbergh. Disponible en HBO Max.

46 El crítico. Modesto pero entretenido documental sobre Carlos Boyero, el crítico de cine de El País. ¡Vaya oso de Érice y Almodóvar al pedir su salida del periódico! Sigo pensando que es el crítico más huevón del universo, pero vaya, me cayó bien el tipo. ¡Cancélenme, bitches! En HBO Max.

47 Rothaniel. One man show confesional en el que Jerrod Carmichael revela traumas y fantasmas familiares, al tiempo que sale del clóset de manera pública. El momento en que lamenta el rechazo materno y mira a la cámara es un golpe de alto impacto. +Dirigido en close up por Bo Burnham. Disponible en HBO Max.

48 Glass Onion. La despiadada burla de Daniel Craig al fantochismo del personaje de Edward Norton (un compuesto de todos los entrepreneurs dizque geniales de años recientes: Elon Musk, Elizabeth Holmes, Richard Branson, la mitad de Silicon Valley, etcétera) es todo un llamado a la racionalidad. Disponible en Netflix

49 Stutz. Mi alma cínica me obligó a torcer el rostro cuando el terapeuta Phil Stutz nos pide imaginar a los demás como rayitos de sol, pero admito que la sinceridad e ingenio con la que Jonah Hill filmó este emotivo bromance disfrazado de documental terminó por ganarme. Disponible en Netflix.

50 The Unbearable Weight of Massive Talent. Por fin el mundo cobra conciencia de que la naturaleza icónica de Nicolas Cage torna irrelevante el debate en torno a su calidad actoral. Un merecido homenaje palomero a una gran carrera. Disponible en plataformas.

Mención especial:

La obra maestra involuntaria de @andrea_nhr: Esta joya de un minuto y treinta y seis segundos va de un desmadrote adolescente en autobús (Larry Clark y Gaspar Noé) a la contemplación de la naturaleza estilo Carlos Reygadas, para finalizar con una oda al empoderamiento femenino ante la adversidad. El caos se evapora al tiempo que se recupera la verticalidad del cuadro. La risa rompe el silencio y la vida regresa, plena y feliz. Sí, carajo,  ¡es cinéma! Disponible en TikTok. También lo pueden ver «aquí»

febrero 2, 2016

Esperando a Marlon

por Mauricio González Lara

StarWars

Apocalipsis ahora, de 1979, es una experiencia sensorial que raya la totalidad. Prueba de ello es que la obra maestra de Francis Ford Coppola es una de las primeras cintas que se ponen a la venta cada vez que surge un nuevo formato de reproducción audiovisual. Nada mejor para probar las capacidades de la tecnología en cuestión que la secuencia wagneriana del ataque de los helicópteros o el bombardeo final. No obstante, su sorpresa más espectacular no se encuentra en sus virtudes estéticas. Como sabe cualquier cinéfilo promedio, la película, situada en la etapa final de la guerra de Vietnam, narra el viaje emprendido por el capitán Willard con el fin de asesinar al Coronel Kurtz. Durante el recorrido hacia la profundidad de la jungla -al “corazón de las tinieblas”, pues-, Willard y sus hombres serán confrontados por guerrillas y un clima infernal. Su sanidad enfrentará un factor aún más desquiciante: la inminencia del encuentro con Kurtz, quien adquiere gradualmente una dimensión mítica en la mente del militar interpretado por Martin Sheen. La aparición de Kurtz (Marlon Brando) debería ser anticlimática. Todo lo contrario. Sólo aparece unos cuantos minutos, pero la grandeza de Apocalipsis ahora está basada en el carisma oscuro de Brando, quien encarna de forma deslumbrante al Dios cruel que ha renunciado a la cordura e hipocresía de Occidente. Sin él, el tramo final de la cinta sería terriblemente insatisfactorio.

Apocalipsis ahora es citada como modelo a seguir cuando se discute una cinta cuyo potencial depende enteramente de una resolución adecuada. También funciona, a manera de contraste, para ilustrar una dinámica que sigue la industria cinematográfica actual, donde la expectativa por el estreno de un filme se ha convertido en el propio entretenimiento. La película en sí es lo que menos importa. La conversación generada por los estrenos futuros es hoy el verdadero contenido. El fenómeno es casi religioso. La feligresía se reúne en Internet para esperar el debut del tráiler que anuncia la llegada de la película (su dios). El tráiler confirma el día glorioso del estreno. Las redes sociales se llenan de miles de “trailer reaction videos”, delirantes piezas audiovisuales que muestran la respuesta orgásmica de los fans cuando observan por primera vez el adelanto de la obra esperada. Algunos gritan como quinceañeras desquiciadas, otros lloran, pero todos exhiben la “borrachera espiritual” propia de un templo cristiano. La entrega obedece al deseo de recobrar una inocencia perdida: a fin de cuentas, el individuo que mira las reacciones extasiadas de los demás para amplificar su histeria busca el retorno a un estadio infantil donde la felicidad era posible. No importa, por ejemplo, que la nueva entrega de Star Wars sea lograda (una discusión que aún sigue en redes sociales desde su estreno en diciembre), sino que sirva como pretexto para recordarle al espectador la primera vez que conoció ese universo (es por eso que el “estamos en casa” que pronuncia Harrison Ford en el tráiler vale cada dólar de la cantidad millonaria que recibió por regresar a la saga).


Llega la fecha ansiada. Miles de personas se apresuran a llenar las salas. Se activa una nueva maquinaria. Los estudios anuncian cifras triunfadoras de taquilla (“Avengers: la era de Ultrón recauda  150 millones de dólares en dos días de exhibición”, ¡alabado sea el señor!). Dios, desde luego, no aparece: las más de las veces, el tan esperado blockbuster decepcionará hasta al fan más obsesivo, sobre todo si se trata de una marca probada, como la entrega más reciente de una franquicia de superhéroes. La frustración, curiosamente, no deriva en ateísmo, sino en el inicio de un nuevo ciclo de fe. Bob Iger, CEO de Disney, anunció que las marcas de Marvel y Star Wars generarán cintas durante por lo menos los próximos 10 años. No importa qué tan mala sea el film en cuestión. Pese a ser una de las peores películas del año pasado, por ejemplo, Los 4 fantásticos recaudó el dinero suficiente (poco más de 300 millones de dólares en la taquilla mundial) para que Marvel no descarte un “reboot” en el mediano plazo. Las franquicias lucen casi indestructibles. Antes de terminar, una advertencia: cuando se realice la premier de Star Wars Episodio 10 en la década siguiente, no esperen la llegada de alguien como Brando. Simplemente no sucederá.

+Este texto es una versión ligeramente modificada de un artículo publicado en la revista Soho, en noviembre de 2015.

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diciembre 22, 2015

Pánico en la Condesa

por Mauricio González Lara

mataperros

A todos nos gusta creer que somos individuos sensatos, pero, detrás de la máscara de civilidad que con frecuencia confundimos por sanidad mental, habita el paroxismo. Cualquier grupo de personas es capaz de transformarse, en cuestión de minutos, en una horda de hienas dispuesta a cometer los peores crímenes en nombre de su seguridad. El fenómeno es universal. La clave para neutralizar la bestialidad no radica en una “buena educación”, sino en un estado de derecho eficiente. Entremos en materia: no se puede afirmar que México sea más proclive al linchamiento que otros pueblos, como el estadounidense o los europeos. Lo que sí es un hecho es que nuestra endeble procuración de justicia contribuye a crear condiciones donde el ajusticiamiento violento, además de viable, ni siquiera es considerado como un crimen.

Tradicionalmente, tendemos a creer que el linchamiento se da en regiones marginadas donde el temor a lo nuevo se mezcla con una coyuntura crítica que redunda en violencia. Basta recordar el caso paradigmático de San Miguel Canoa (Puebla) en 1968, donde un grupo de estudiantes fue masacrado por una turba convencida de que eran unos comunistas anticatólicos. No es extraño que los políticos intenten explicar estos actos como una cuestión casi genética, cuya existencia es producto de los “usos y costumbres” de los pueblos originarios, de los jodidos de siempre, y no de la falta de ley. “Es parte de las creencias del México profundo, que no se termina de ir”, apuntó en 2001 el entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, cuando se le cuestionó el pasmo de su administración ante el linchamiento de un presunto ladrón de imágenes religiosas en Santa Magdalena Petlacalco, Distrito Federal.

El deseo de ejecución tumultuaria, sin embargo, no es una característica exclusiva de la pobreza.

En semanas recientes, los medios han dado cuenta de varios casos de perros envenenados en los parques México y España, localizados en el corazón de la colonia Condesa, la zona de clase media alta que en teoría es uno de los ámbitos más “vanguardistas” del Distrito Federal. El número de canes muertos es difícil de determinar, puesto que la misma autoridad ha dado  números contradictorios respecto a las denuncias recibidas, pero el punto es que han sido los suficientes para detonar la indignación. Los vecinos afectados de la “Condechi” han sido víctimas de un rencor social un tanto contradictorio. La misma gente que en secreto aspira a vivir en la colonia es la misma que ahora tacha su indignación como frívola e histérica. El “Mataperros”, argumentan de manera caricaturesca, es una manifestación lógica de rechazo a la gentrificación hipster de la zona. Lejos de responder con elegancia, algunos oriundos del vecindario han abrazado plenamente el estereotipo.

Obnubilados por el miedo al “otro”, las autodefensas procaninas presionaron a las autoridades para que arrestaran a una científica de 65 años –habitante de la San Miguel Chapultepec, el barrio de al lado- tras haber sido señalada por la dueña de un doberman. El perro olfateaba de cerca a la presunta, quien comía una quesadilla cerca del parque México. La científica solicitó a la dueña que alejara a su animal de compañía. Después de ser ignorada, la sospechosa emitió un comentario irónico alusivo a las mascotas sacrificadas. Eso bastó para que la procuraduría capitalina cateara su domicilio, donde encontró veneno para ratas y dos memorias USB que, sostenían las autodefensas, contenían el diario de sus fechorías (en la mente del agredido, el “otro” siempre necesita regodearse en su maldad). No fue así y el caso fue desechado.

Prejuicio contra prejuicio. No vengan al barrio. Mi perro vale más que tú. Los jodidos nos molestan. La ironía está prohibida. Ante el vegetarianismo que está de moda en la Condesa, poco falta para que comiencen a detener personas por comer carne. Parafraseando The Future, la canción clásica de Leonard Cohen: hermano, he visto el futuro: es un perro que le da de comer ensaladas al humano paranoico que lo mantiene. It is murder!

+Este texto fue publicado originalmente en el número 27 de la revista Soho.

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julio 18, 2013

De tetas y dragones

por Mauricio González Lara

Un análisis nada sesudo sobre las razones detrás del éxito de Game of Thrones.

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En 1989, cuando la internet sonaba a ciencia ficción y la única manera de ver televisión extranjera era a través de una antena parabólica, un nerd mexicano –quizá  uno de los especímenes más bizarros de la raza humana de ésa y todas las épocas– no podía prescindir de tres cosas: una Commodore 64, un disco de The Number of the Beast, de Iron Maiden y, sobre todo,  de varios ejemplares de Heavy Metal, la famosa publicación de historietas sobre mundos fantásticos y ciencia ficción con tintes eróticos de denominado “corte adulto”.

Cada dos meses el ritual era el mismo: hordas de púberes esperaban pacientemente a que los distribuidores entregaran a algunos puntos de venta selectos las preciadas publicaciones por las que desfilaban guerreros, monstruos y demás personajes insólitos cuyos hábitats se dividían entre el espacio exterior y tierras repletas de criaturas mágicas. Aunque tales fugas imaginativas eran lo que menos importaba. La razón primordial para comprar Heavy Metal era de carácter carnal: contar con material para estimularse tardes enteras con las amazonas desnudas que cada cinco páginas ofrecían, generosas y encendidas, sus cuerpos a los héroes involuntarios que con frecuencia terminaban siendo los protagonistas centrales del grueso de las historias. Heavy Metal jugó un papel central en la  masturbación del adolescente nerd ochentero; era “Mi primer porno”, una fantasía sexual inofensiva que abría el camino a materiales más gráficos y directos.

Heavy Metal nació en los setenta como una versión estadounidense de Métal Hurlant, la revista francesa que lanzó a la fama a artistas de influencia indiscutible como Jean Giraud “Moebius” y Milo Manara; para mediados de los ochenta, sin embargo, la publicación era una parodia vulgar de sí misma. Ofrecía, eso sí, una coartada perfecta: bajo el disfraz de narrativas de alta calidad gráfica, el lector satisfacía sus necesidades lúbricas gracias a la imaginación calenturienta de dibujantes como Boris Vallejo y Richard Corben, quienes perfeccionaron una estética de tetas y nalgas de firmeza imposible exhibidas en medio de una feria de clichés medievales y fantásticos.

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Todo esto viene a colación porque me resulta imposible no pensar en Heavy Metal cada vez que alguien menciona Game of Thrones, la serie de televisión creada por David Benioff y D. B. Weiss para la cadena HBO. El programa está basado en las novelas Canción de hielo y fuego, escritas por  George R. R. Martin, y cuenta las cruentas luchas entre varias dinastías por el control del “trono de hierro”, el centro de poder de los siete reinos que componen Poniente, el continente ficticio de rasgos occidentales donde se sitúa la mayor parte de la historia (aunque existe un continente oriental, llamado Essos, lugar del que emerge Daenerys Targaryen, la hija exiliada del rey que fue asesinado décadas atrás y quien regresa a reclamar sus derechos).

Los fanáticos de Game of Thrones sostienen que la serie es un trabajo épico de gran aliento en el que, como describe uno de los boletines de prensa emitidos para su promoción, “se aborda la intriga política y la complejidad de la condición humana, atrapada perpetuamente por el dilema de hacer lo correcto o saciar su búsqueda por el poder”. La verdad, como sucedía con Heavy Metal, es que todo es un vil pretexto para admirar viejas en pelotas. Sólo conozco la serie de televisión, por lo que ignoro si los libros, como sostienen los admiradores de Martin, son más complejos que el programa, donde amén de una innegable pericia en la yuxtaposición de las historias y el diseño artístico, lo que se narra es un pastiche de amores prohibidos, hijos en búsqueda de sus padres, rencores familiares, situaciones cursis y filosofía motivacional. Todo aderezado con una mezcla de espadas fálicas y cojines al estilo de “las noches de clímax” de Golden Choice.

Como evidenció la masacre al final de la tercera temporada, los personajes de Game of Thrones son piezas de cartón susceptibles de ser eliminadas cada vez que la serie requiera de una dosis de “shock value” para despertar a su público. La única presencia notable es la de Peter Dinklage en el papel de Tyrion Lannister, el inteligente “medio hombre” cuyas limitaciones físicas no impedirán que tarde o temprano, intuimos, contienda por el trono. El despreciado y sensible Tyrion es un héroe entre la audiencia de entre 15 y 40 años que constituye la espina dorsal del rating del programa (4.3 millones de espectadores) –y que comienza a ser denominada por los mercadólogos como “mass inteligence”, término elegante para referirse al nerd que supuestamente vincula al “mass media” con la “elite media”.

De acuerdo con The rise of the mass intelligent, un análisis escrito por la unidad de inteligencia de The Economist, esta clase de target nerd educado es el que ya define en buena medida los contenidos que hoy produce la industria cultural estadounidense. La ironía del asunto: en el fondo, más allá de sus delirios de sofisticación, lo que realmente quiere ver son tetas, nalgas y dragones. De preferencia en ese orden.

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diciembre 28, 2012

Las películas del 2012

por Mauricio González Lara

Aquí las cintas que más disfrute en el 2012. Sólo incluyo estrenos comerciales (es decir, que estuvieron en exhibición por lo menos una semana en alguna sala comercial del Distrito Federal). Amour, Holy Motors, De metal y hueso y Beasts of the Southern Wild serán consideradas en la lista de 2013.

1 Juegos de hoy (Play). Gotemburgo, Suecia. Una pandilla juvenil se dedica a robar a adolescentes de clase media alta que aborda en centros comerciales con una estafa conocida como “el truco del hermano”, donde más que engañar a la víctima, el criminal la intimida al punto en que ésta termina por entregar sus posesiones bajo el argumento de que en realidad le pertenecen al hermano del agresor. Las víctimas son blancas; los pandilleros, negros. A través de una estética donde domina el plano general, la acción fuera de cuadro y la cámara sostenida, el director Ruben Östlund formula una serie de cuestionamientos que explotan en serie: ¿Cuáles son los límites de la corrección política? ¿Cómo usamos la vergüenza para dominar a los demás? ¿Cuál es el vínculo entre la indiferencia y la explotación? ¿Cómo construimos la identidad del otro? ¿Qué podemos esperar de una sociedad cuyos avances parecen incluso promover el abandono de sus niños? Basada en sucesos reales, Play fue la experiencia más inteligente y abrumadora que tuve este año en una sala de cine.

2 No. La lucidez con la que el director Pablo Larraín evade las numerosas trampas discursivas en las que pudo haber caído su película es admirable. “La alegría ya viene” y no se lo debemos a la pureza ideológica, sino a un hombre desapegado y reticente atrapado por la circunstancia (interpretado con solvencia por Gael García Bernal). El pragmatismo es el motor de la historia.

3 Hugo. Mi reseña, “aquí”.

4 Esta no es una película (In Film Nist). Momento mágico: en medio del tedio y la frustración del forzado encierro doméstico, una iguana captura la atención y se hace cine. La praxis de hacer la película y no contarla. Jafar Panahi da una masterclass de desafío y resistencia frente al autoritarismo que todo lo ahoga.

5 La cueva de los sueños olvidados (The Cave of Forgotten Dreams). La horrorosa belleza del epílogo de los lagartos albinos mutantes –a la altura del delirio de los finales de Stroszek y Aguirre– casi nos hace olvidar el inspirado acierto de usar la 3D como vehículo estético para reflexionar sobre el arte y la identidad.

6 Una separación (Jodaeiye Nader az Simin). La película de Asghar Farghadi es un triple triunfo: uno, es un conmovedor drama sobre la ruptura de una familia a causa del divorcio de los padres (ella quiere emigrar, él quiere quedarse en Irán); dos, es un thriller lleno de tensión y furia sobre la lucha de un hombre que es acusado de un crimen que no cometió; tres, es un estudio sobre las diferencias políticas, religiosas y sociales que separan a los iraníes.

7 Toda una vida (Another Year). Una peregrinación de soledades y tristezas. La devastación en el rostro de Lesley Manville en los minutos finales es el punto más alto en la carrera de Mike Leigh.

8 El espía que sabía demasiado (Tinker Tailor Soldier Spy). La sinuosidad con la que avanza el juego de espejos en esta película de Tomas Alfredson requiere paciencia. Vale la pena: toda posible recriminación ante el tempo con el que se desarrollan los acontecimientos queda hecha añicos cuando llega la secuencia en la que Smiley (Gary Oldman, icónico) revela su encuentro con “Karla”. La excitada oscuridad del rostro de Oldman es más emocionante que toda la trilogía Bourne.

9 La cabaña del terror (The Cabin in the Woods). De acuerdo: la manera en que Drew Goddard (director) y Joss Whedon (coguionista) juegan con las dinámicas con las que se representan la violencia y los roles en las narrativas occidentales es notable. También, cierto: el diálogo “meta” con las innumerables cintas y leyendas que cita in crescendo la película en su segundo acto (¡y que terminan con la mismísima Sigourney Weaver!) es espectacular. Nada de esto tendría genuino valor si la película no fuera el delirante divertimento que es. La ocurrencia siempre debe de ir aparejada del oficio que exige el placer cinematográfico. Con todo y que sólo es el coguionista, ¿habrá que comenzar a revalorar al nerdazo de Whedon? Mejor esperamos un rato.

10 Post tenebras lux. La emoción de pérdida que anuncia la oscuridad en Post tenebras lux está marcada por la inclusión de It’s a dream, de Neil Young. Al principio, la decisión se antoja como un error, como un gesto casi petulante del director. Sin embargo, una vez aceptada, nos damos cuenta de la congruencia conceptual de lo que se presenta en pantalla: la «pradera» de Neil Young alberga luz y oscuridad, paz y violencia, como la naturaleza en la obra de Carlos Reygadas. Esa dinámica de duda frente a lo que se ve persiste durante toda la cinta: desde la aparición literal del “maligno” hasta la deliberadamente anticlimática decapitación final. Ese es el valor de Reygadas: demanda una actitud de apertura y confianza del espectador que, por lo menos hasta ahora, ha sabido recompensar con una belleza formal pocas veces vista en el cine mexicano. Seguimos creyendo.

11 La caza (Jagten). La asunción de Thomas Vinterberg de un estilo de dirección sobrio y desafectado para maximizar la fuerza de la historia es toda una lección de humildad en estos tiempos de cámaras nerviosas y efectos múltiples.

12 Tenemos que hablar de Kevin (We Need to Talk About Kevin). Una pieza sobre la maternidad y sus demonios disfrazada de cinta de asesino serial. Roja y visceral.

13 Poder sin límites (Chronicle). El útimo tercio es desastroso –Godzilla vs. King Kong, básicamente-, pero la idea de que el poder en manos de un nerd no deviene en El hombre araña sino en un monstruo acomplejado y sicópata está plasmada con convicción en la primera mitad. Plus: la secuencia del desmembramiento telepático de la araña es quizá la escena más siniestra que haya visto en una película de superhéroes.

14 El precio de la codicia (Margin Call). Una gélida instantánea de la rapiña financiera que define el mundo de principios de siglo. El ensamble actoral del año. Si Wall Street hubiera sido escrita por David Mamet sería algo similar a este debut prometedor de J.C. Chandor.

15 Triste canción de amor (Take this Waltz). Detrás de un engañoso tono bobalicón, Sarah Polley cuenta una historia de infidelidad llena de matices frescos e inteligentes. Michelle Williams ratifica que es la mejor actriz de su generación. Plus: Polley le roba Video killed the radiostar a MTV y la dimensiona como incandescente soundtrack del encuentro amoroso.

16 El hombre de al lado. Todo un manifiesto antihipster. Una pertinente disección de la arrogancia y condescendencia de la clase media ilustrada de Latinoamérica. De lo más interesante del cine argentino reciente.

17 Poder y traición  (The ides of march). La mejor película de George Clooney hasta ahora. ¿Por qué? Algunas razones “aquí” y “acá”.

18 Melancolía (Melancholia). La primera parte es pesada y demasiado referencial (von Trier vía Dunst en queja perpetua contra el mundo y sus exigencias); la segunda parte, en cambio, contiene las imágenes más hermosas de la carrera de Lars.

19 Operación skyfall (Skyfall). Dos momentos: la emocionante aparición del Aston Martin y el plano secuencia en el que Bardem cuenta la historia de las ratas (la aparición más sorprendente de un villano en toda la filmografía Bond).

20 Ted. Al diseñar al oso como un compendio de cultura pop, Seth MacFarlane creó la alegoría perfecta de la ñoñez masculina y su relación con la industria del entretenimiento. La secuencia de la fiesta con Flash Gordon recuerda al John Landis de Animal House.

De valor:

El lenguaje de los machetes, Deseos culpables (Shame), Exit Through the Giftshop, Carlos, The Grey, El caballero de la noche asciende, Los descendientes, ¿Sabes quién viene a cenar?

Decepciones:

The Master. P.T. Anderson se obsesiona con filmar Barry Lyndon cuando la película pide a gritos ser Naranja mecánica.

Moonrise Kingdom. Ya habíamos estado aquí antes, cuando todo era más denso y sorprendente. Hoy sólo hay lindura y repetición.

Prometeo. Las deslumbrantes composiciones visuales de Ridley Scott son hundidas por su indolencia frente al rumbo ñoño y new age que toma el guión de Damon “Lost” Lindelof.

Asesino del futuro (Looper). La dinámica de viaje en el tiempo está excepcionalmente lograda: se siente que transcurren treinta años en dos horas.

El Santos vs. la Tetona Mendoza. Una de las tiras más originales y subversivas de la historia es transformada en una cinta simplona y aburrida. Al nivel de Huevo Cartoon.

La que odié:

Amigos (Intouchables). Insoportable. En un universo paralelo la imagino como un vehículo perfecto para la India Maria. Sólo basta sustituir a Omar Sy con María Elena Velasco y listo: dinero en el banco.