Posts tagged ‘Televisa’

septiembre 14, 2009

El proyecto Peña Nieto

por Mauricio González Lara

enrique peña nieto

Una radiografía de los intereses que mueven a uno de los proyectos más controvertidos de la política mexicana: la ambición por llevar a Enrique Peña Nieto a la presidencia.

Formado en una familia tradicional, educado por el brazo universitario del Opus Dei (la Universidad Panamericana), priista, de 1.72 metros de estatura, 69 kilogramos de peso, poseedor de un eterno pelo engomado a prueba de huracanes, y calificado por la prensa de sociales como “el político más guapo del país”, Enrique Peña Nieto, de apenas 43 años de edad, no sólo gobierna la mayor plaza política de la nación, el Estado de México, sino que es el centro donde confluyen una amalgama de intereses que, si bien diversos, comparten un claro objetivo: la presidencia de México.

El proyecto por llevar a Peña Nieto al poder en el 2012, cada vez más sólido y evidente, se alimenta de una confabulación de actores políticos y empresariales cuyo fin es construir una precampaña mediática que, además de convertir al gobernador en el político más popular de México, lo torne en un candidato invencible en el imaginario colectivo nacional. No hay que confundirse: el proyecto Peña Nieto no es un sueño de opio o una azotada “teoría de la conspiración”. Mucho menos es un simple fruto del clásico juego de especulaciones que se desata en México una vez que se cruza a la segunda mitad del sexenio. Esta es una conspiración real, producto del deseo de los diversos actores que la componen por proteger y ampliar sus inversiones e influencia durante la próxima década; un producto de la praxis y la mercadotecnia. ¿Quiénes son los protagonistas de esta obra? ¿Cuáles son los intereses que se verían beneficiados con el arribo de Peña Nieto al poder? ¿En qué consiste su estrategia para alcanzar la presidencia? ¿Cuáles son los obstáculos a vencer? ¿Quién es Enrique Peña Nieto? ¿Cuáles serían las implicaciones de su eventual triunfo?

Para responder a estas interrogantes, entrevistamos a dos analistas que le han dado un seguimiento de sombra a la carrera del gobernador del Estado de México: Jenaro Villamil, periodista de Proceso y escritor de Si yo fuera presidente: El reality show de Peña Nieto (Grijalbo), y Francisco Cruz, otrora editor del ya desaparecido periódico El Centro y autor de Negocios de familia: Biografía no autorizada de Enrique Peña Nieto y el Grupo Atlacomulco (Planeta). He aquí sus conclusiones:

1) Peña Nieto es el candidato de Televisa y el “infobranding”

De acuerdo con Villamil, también autor de La televisión que nos gobierna, con Peña Nieto se ha consolidado una nueva mercadotecnia político – electoral: el “infobranding”, el cual consiste en transformar al gobernante en una marca vendible, y a su gestión pública en un continuo escaparate mediático que no distingue entre vida privada y pública, ni establece límites palmarios entre los intereses del gobierno y los de las empresas que lo convierten en su títere. El truco radica en maquillar la propaganda en información y la promoción de imagen en un asunto que lo mismo se puede difundir en espacios de “información dura”, en columnas de chismes sociales, en programas de espectáculos y hasta en telenovelas, al grado de convertir su vida en un melodrama políticamente rentable. Esta fórmula, enfatiza el analista, “sacraliza al rating como si fuera índice de aceptación y eficacia política, a la vez que transforma el carisma un culto constante a la imagen”.

Los resultados en sí de la gestión de Peña Nieto no importan, pues éste “se transforma en una especie de Dorian Gray político, cuya verdadera personalidad e imagen se intenta ocultar”. No se trata de contratar simples pautas publicitarias en los medios, ni de hacer product placement en los programas más populares del Canal de las estrellas, sino de crear un paquete mediático que logre comunicar una narrativa atractiva para las masas de manera contundente y con tres años de antelación a las elecciones presidenciales. Más que ser un simple medio para difundir comerciales de los logros del gobernador del Estado de México, Televisa se ha convertido en una gigantesca agencia de marketing, la cual le ha diseñado un sofisticado trabajo de imagen a Peña Nieto -el cual incluye, desde luego, su actual romance con Angélica Rivera, la actriz de la telenovelas con la que comenzó a dejarse ver tras la inesperada muerte de su esposa, Mónica Pretelini, en enero de 2007. Villamil señala que el funcionamiento de la dinámica pasa por maquillar, ocultar y encubrir el pago de de una costosa propaganda que, en los hechos, constituye una precampaña presidencial anticipada:

“Para lograr esto se utilizan servicios de agencias de promoción que tienen el papel de intermediarios entre la estructura burocrática de gobierno y la estructura corporativa de las empresas mediáticas. Son los nuevos brokers o intermediarios político–publicitarios que impiden seguir de una manera clara la ruta del dinero. Los brokers involucrados, especialmente TV Promo y Radar Servicios Especializados, se caracterizan por operar como estructuras paralelas de Televisa que lo mismo sirven para ocultar gastos que para desviar millonarios recursos públicos. Esto permite una alta discrecionalidad y un cuestionable manejo del erario, puesto que se maquillan los gastos reales para que éstos no sean auditados y se les oculten tanto a los ciudadanos mexiquenses como a los accionistas minoritarios de Televisa. Otro efecto pernicioso: la veracidad y objetividad de la relación entre medios y políticos se transforman en un trueque de favores, dinero y gestión política, a cambio de impunidad y promoción mediática.”

Ante las críticas, Televisa ha sostenido que el gobierno del Estado de México es un cliente más y que no hay nada de extraordinario en las pautas que su gobierno contrata. Lo mismo ha argumentado Televisión Azteca, que en menor medida también se ha subido al proyecto Peña Nieto. Sin embargo, independientemente de la desproporcionada presencia del gobernador en las pantallas, lo cierto es que ya no sólo son periodistas incómodos como Villamil los que señalan anomalías. Ejemplo: el celebrado periodista español José María Siles denunció en julio que Televisa contrató sus servicios para cubrir una gira de Peña Nieto por Turquía con recursos provenientes del Estado de México. Televisa, de nueva cuenta, se deslindó del asunto. Empero, a estas alturas resulta ya casi de dominio público que existe un apoyo real y sistemático de la televisora hacia la figura de Peña Nieto. Esa dinámica, en palabras de Villamil, se intensificará aún más en los meses por venir:

“Se trata de transformar a un gobernante y su obra en un reality show, perfectamente producido, calculado hasta en sus más mínimos detalles, mezclando lo público con su vida privada, creando una verdad aparente, un espectáculo incesante, un mundo onírico e idealizado, con ciertos tintes de melodrama, en un esquema que recuerda la fábula cinematográfica de The Truman Show. La diferencia es que Peña Nieto y el grupo que lo respalda sí están conscientes de que forman parte de una maquinaria mediática que ha mercantilizado al extremo su figura, al grado de colocarlo en la antesala de un personaje de telenovela, gracias a su relación con Angélica Rivera, o “La Gaviota”, como la conocemos todos por su papel en Destilando amor.”

Hace unas décadas, Emilio Azcárraga Milmo solía decir que “Televisa era un soldado del PRI”, pero en caso de que el proyecto Peña Nieto fructifique, en los tiempos de Azcárraga Jean el PRI bien podría acabar siendo un soldado de Televisa; una maquinaria que, desde el poder, le garantice que no habrá una tercera cadena de televisión y le proporcione una posición ventajosa en su intento por competirle a Telmex el dominio del mercado en las telecomunicaciones.

portada-final-gaviota

2) Representa el arribo del Grupo Atlacomulco al poder

En febrero de 2005, el periódico Reforma publicó una entrevista en la que el entonces candidato priista a la gubernatura del Estado de México, Enrique Peña Nieto, le desmentía al reportero que tuviera lazos sanguíneos con Arturo Montiel o cualquier político asociado con lo que se conoce como el Grupo Atlacomulco, una camarilla de poder originaria del municipio del mismo nombre a la que se le atribuye el control de la política mexiquense, y cuyos miembros más prominentes son frutos, en mayor o menor grado, de un mismo árbol genealógico. Palabras más, palabras menos, Peña Nieto explicaba que Atlacomulco era un lugar muy pequeño en el que simplemente había varias coincidencias de apellidos, nada más. Desafiante, Peña Nieto afirmó que no conocía su árbol genealógico, pero que sí alguien se animaba a investigarlo, él no se opondría a que se hiciera.

El periodista Francisco Cruz leyó la entrevista y le tomó la palabra. Originario de Metepec, Estado de México, Cruz estaba familiarizado con muchas historias sobre la dinastía que ha dominado al “Edomex” desde 1942, año en que Isidro Fabela, el gran patriarca del Grupo Atlacomulco, llegó a la gubernatura. Por ello, no le resultó difícil cruzarlas con Jorge Toribio Montiel, miembro de la familia, y reconstruir la pieza central de su libro Negocios de familia: el árbol genealógico que no sólo demuestra que Peña Nieto es pariente de Arturo Montiel, sino de otros cinco exgobernadores del Estado de México, todos “atlacomulquenses”: Salvador Sánchez Colín, Alfredo del Mazo González, Alfredo del Mazo Vélez y el mismo Isidro Fabela Alfaro. Para Cruz, la ascendencia de Peña Nieto es un factor toral para explicarse su éxito:

“Si hoy Enrique se dirige al palacio presidencial, es porque nació en Atlacomulco. ¿Por qué lo ha negado con eficacia? Por una cuestión de suerte. Sólo su familia materna, la del lado de los Nieto, es originaria del municipio. Los Peña llegaron de Acambay, el municipio vecino. Ya insertados en la sociedad atlacomulquense, los apellidos se fusionaron: su padre fue Enrique Peña del Mazo, y su abuelo materno, Enrique Nieto Montiel. Sin proponérselo, a Enrique le tocó la fortuna de tener ocultos sus orígenes montielistas cuando contendió por la gubernatura, lo que le permitió deslindarse de las acusaciones por abusos y corrupción contra su antecesor, Arturo Montiel.”

De llegar a la presidencia, la dinastía Atlacomulco adquiriría, además, tintes de carácter mítico, pues como documenta Cruz en su obra supondría el cumplimiento de una profecía formulada por Francisca Castro Montiel, una vidente ligada a la familia que en 1940 reunió a los políticos más notables de Atlacomulco para anunciarles con voz de arcano mayor: “Seis gobernadores saldrán de este pueblo. Y de este grupo compacto, uno llegará a la presidencia de la República”. Para los principales políticos priistas del Estado de México, el proyecto Peña Nieto no es un simple juego de poder, sino el cumplimento de todo un destino manifiesto.

PEÑA-MONTIEL

3) Salinas maniobra a favor del «golden boy»

El 22 de noviembre de 2008, el diario The Financial Times publicó una entrevista en la que Carlos Salinas de Gortari, casi siempre tan reservado en materia de espaldarazos públicos, se deshacía en elogios para el galán del priismo, Enrique Peña Nieto. El expresidente, quien ha asistido con desenfado a varios eventos claves en la vida del gobernador (su toma de posesión, el funeral de su padre), le reveló al periódico inglés que “veía en Peña nieto la misma vitalidad que él tenía cuando construyó su camino a la presidencia dos décadas atrás”. Sin complejos y en términos muy directos, el villano favorito de México destapó a Peña Nieto como el próximo presidente del país en una de las publicaciones de mayor influencia en la aldea global.

La simpatía de Salinas por Peña Nieto, en opinión de Cruz, rebasa el terreno de las anécdotas de sociales:

“El grupo histórico de Salinas está muy ligado a Peña Nieto vía Arturo Montiel. La renegociación de la deuda del estado durante la administración de Montiel fue realizada bajo la consultoría de Protego, la empresa de Pedro Aspe Armella, quien fue secretario de Hacienda de Salinas. El encargado de renegociar la deuda fue uno de los hombres más cercanos a Aspe en Protego, Luis Videgaray Caso. El grupo de Montiel es el mismo que hoy está en la administración de Peña Nieto, quien mantiene una relación en extremo amistosa con su antecesor y con Salinas de Gortari. Videgaray fue secretario de Finanzas con Peña Nieto antes de lanzarse como diputado federal.”

La cercanía no se agota en las relaciones personales. Arturo Montiel fue un gobernador atípico en el sentido de que, a diferencia de otros políticos mexiquenses más tradicionales, mostró un franco desprecio hacia algunas viejas figuras de la política del estado. En lugar del clásico reparto de cuotas, conformó al primer círculo de su gabinete con colaboradores muy jóvenes, de formación tecnocrática y de perfiles gerenciales y administrativos, a los que la prensa local denominó con el mote de “golden boys”. El “golden boy” más avanzado es, obviamente, Enrique Peña Nieto, quien siente un aprecio hacia la figura de Salinas de Gortari que rebasa el vulgar interés político. En palabras de Villamil, Salinas es el rol modelo que aspira ser:

“Los “golden boys” son los metrosexuales de la política del Edomex. Son jóvenes, provenientes de universidades privadas, frívolos y muy conscientes del poder de los medios y de la imagen. Es decir, en buena medida, muy cercanos a todo lo que emblematizó la presidencia de Salinas de Gortari. Los tecnócratas de Estado de México, encabezados por Peña nieto, ven a Salinas como un héroe político. Hay una empatía conceptual innegable.”

Bajo este contexto, la llegada del “golden boy” a la presidencia de México implicaría una normalización de la vida pública de Arturo Montiel y Carlos Salinas, ambos poseedores de imágenes vapuleadas por numerosos escándalos de corrupción y abuso de poder.

4) Peña Nieto es nuestro primer “wikipolítico”

¿Cuáles son los elementos que integran el carisma de Peña Nieto? ¿Su capacidad retórica? ¿Su arrolladora personalidad? ¿Sus propuestas vanguardistas? ¿Su hipnótica oratoria? En términos de popularidad, por lo menos a escala nacional, el gobernador del Estado de México sólo es conocido por ser lo suficientemente guapo como para poder interpretar de manera convincente el papel del novio de “La Gaviota”. De sus ideas o logros, nadie sabe nada (lo que es demostrable si se analizan los resultados de los sondeos de opinión de los principales despachos de encuestas del país). En términos políticos, por el contrario, el proyecto Peña Nieto se distingue por una característica muy útil en la “grilla” mexicana: su sorprendente ductilidad. Villamil apunta:

“La principal virtud de Peña Nieto es la docilidad, si es que la docilidad puede ser considerada una virtud. No es un individuo al que se le pueda adjudicar una carrera producto de un esfuerzo propio. Siempre fue uno de los delfines de Arturo Montiel. A diferencia de otros políticos mexiquenses, como el mismo Montiel, o Emilio Chuayffet, o Carlos Hank González, Peña Nieto no ha sido diputado federal ni senador, ni tampoco ha tenido un cargo de alcance nacional. Es un producto local, aldeano. No es alguien a quien se le pueda describir en función de los logros de su trayectoria política. Vaya, ni siquiera fue un estudiante que mostrara grandes luces en la universidad. A Peña Nieto sólo se le puede definir en función de su trayectoria mediática. ¿Quién es él y cómo piensa? No lo sabemos, pero quizá eso sea su activo, lo que lo hace una masa perfecta para moldear por otros intereses. También opera hacia afuera: algunos sectores no enterados de la población proyectan en él expectativas de cambio por el solo hecho de que es joven y aparenta frescura. Es toda una construcción.”

La Wikipedia, la famosa enciclopedia pública en Internet creada por Jimmy Wales, opera de una manera revolucionaria pero no necesariamente confiable u óptima: cada entrada que la compone se alimenta de datos provenientes de cualquier usuario que tenga un alto interés en ese tópico específico, y por tanto esté dispuesto a dedicar tiempo y recursos para manipular la información. No hay una fuente identificable ni un punto de vista personal en el grueso de las entradas temáticas de la Wikipedia; sí existe, en cambio, una atractiva confluencia de intereses y opiniones, que si bien resulta útil a un nivel referencial, carece de rigor e incluso puede ser pródiga en falsedades.

El proyecto Peña Nieto opera con una lógica similar. El gobernador del Estado de México es el primer wikipolítico en la historia del país: una construcción virtual de intereses que será lo que esos intereses quieran que sea. Nada más.

Angélica Rivera

Obstáculos y controversias

El camino a la presidencia está lleno de sorpresas y dramáticas vueltas de tuerca. Para obtener la candidatura de su partido, Enrique Peña Nieto deberá sortear con éxito los siguientes factores:

a) El misterio alrededor de la muerte de Mónica Pretelini. Atractiva, simpática, dominante, proveniente de una familia de abolengo y dinero de Naucalpan, Mónica Pretelini Sáenz no sólo parecía ser la compañera ideal para que Enrique Peña Nieto recorriera el accidentado y largo camino hacia la silla presidencial, sino que a todas luces era un activo político que debía despertar las envidias de varios personajes presidenciables, matrimoniados con mujeres grises y de poco brillo. Es por eso que su muerte, atribuida a problemas relacionados con la epilepsia (enfermedad por la que, con una mediana atención médica, ya casi nadie muere en el mundo), tomó por sorpresa al escenario político nacional.

Versiones encontradas de las causas de la defunción, aunadas a la naturaleza inesperada de la noticia, provocaron que corrieran un sinfín de rumores y especulaciones que, nobleza obliga, nadie ha podido probar a cabalidad. Ahora bien, más allá de las causas de la muerte de Pretelini, fallecida a los 44 años de edad, lo cierto es que su relación con Peña Nieto distaba de ser un matrimonio ideal. Una vez que destape oficialmente sus aspiraciones por ser presidente, los últimos meses del matrimonio de Peña Nieto van a ser analizados con lupa por sus enemigos políticos y algunos medios de comunicación ajenos a su agenda. El posible esqueleto en el clóset: el descontento de Mónica frente a las supuestas infidelidades de su esposo. En ese sentido, el previsible matrimonio de Peña Nieto con Angélica Rivera resultará crucial para sanear la imagen del “golden boy”.

b) La naturaleza conflictiva del Estado de México. En política, no hay nada seguro para nadie: los muertos de hoy pueden ser los líderes del mañana, y viceversa: los caballos más prometedores pueden terminar en el último lugar una vez finalizada la carrera. La atmósfera bronca del Estado de México maximiza la incertidumbre. Faltan aún tres años para las elecciones presidenciales y cualquier cosa puede pasar: una crisis política, un escándalo de corrupción, otro levantamiento explosivo al estilo de San Salvador Atenco (que esta vez sí sea incontrolable), una tragedia como la de la Guardería ABC en Hermosillo, etcétera. La naturaleza adelantada de la precampaña de Peña Nieto –tan excesiva que a veces parece un intento por establecerlo como un presidente de facto en el inconsciente colectivo-, bien podría tornarse en su contra: cualquier paso en falso podría motivar un desmesurado rechazo de una población acostumbrada a verlo como el protagonista de una telenovela rosa sin mácula posible.

c) Manlio y Beatriz. Si bien su nominación a la candidatura del PRI a la presidencia luce por momentos casi inevitable, Peña Nieto pertenece a un partido en el que, para ponerlo en términos populares, “hasta el más calvo se hace trenzas”. Cabe recordar que el antecesor de Peña Nieto en la gubernatura, Arturo Montiel, fue brutalmente apaleado cuando quiso competir por la candidatura presidencial priista por un político aún más astuto e inescrupuloso que él: Roberto Madrazo Pintado. Madrazo no mostró clemencia alguna y filtro múltiples casos de corrupción ocurridos al interior del gobierno de Montiel, quien literalmente tuvo que desaparecer para evitar el acoso de la prensa y una posible investigación que redundara en su detención. Peña Nieto deberá lidiar con un político aún más duro que Madrazo: Manlio Fabio Beltrones, exgobernador de Sonora y actual senador que controla casi la totalidad de la agenda legislativa, así como buena parte de los entretelones del devenir político nacional. ¿Manlio quiere ser presidente, y por ende enfrentarse a Peña Nieto, o se sentiría más cómodo en una posición negociada que le permitiera conservar su calidad de máximo operador político al interior del Partido Revolucionario Institucional? En entrevista, Raymundo Riva Palacio, exdirector de El Universal y autor de la columna Estrictamente Personal, formula una hipótesis:

“Beltrones es uno de los políticos más sofisticados del país. El sabe que para aspirar a la presidencia tendría que limpiar su clóset. La impresión general es que tiene muchos esqueletos. En caso de querer competir, su estrategia consistirá en adelantar las posibles controversias y sanear su imagen mediante la apertura de una serie de debates respecto a sus supuestos pecados pasados, sobre todo los que tienen que ver con el narcotráfico. Manlio es tremendamente inteligente. Hay que recordar que logró que The New York Times, publicación que lo señaló como narcopolítico, se retractara y emitiera una disculpa pública. Yo creo que él sí quiere ser presidente. No obstante, si Peña Nieto mantiene tan altos sus índices de popularidad durante los próximos dos años, la situación le resultaría muy complicada y buscaría negociar.”

Por otra parte, Peña Nieto también tendrá que negociar con la presidente de su partido, Beatriz Paredes, quien bien podría mover sus fichas a favor de otro candidato, o inclusive buscar ella misma la nominación. Es improbable que la obtenga, pero al colocar en un embrete al “golden boy” ampliaría su margen de maniobra para obtener mayores beneficios.

+Este reportaje se publicó en la edición de septiembre de Deep. ¡Cómprenla!

junio 9, 2009

Sueños pachecos

por Mauricio González Lara

roxanna-galilea

Los hermanos Galindo, productores del Show de los sueños y Hazme-reír, han reinventado con intensidad delirante el orden simbólico de los reality shows. Va una reflexión al respecto.

En el libro Nobrow: the culture of marketing, the marketing of culture (2001), el analista John Seabrook planteaba una teoría que a estas alturas ya se ha establecido como una asunción general del mundo occidental: a diferencia de quienes los precedieron en el siglo XX, las generaciones nacidas a partir de los 60 dejaron de percibir con claridad la diferencia entre la “alta cultura” (highbrow) y la “baja cultura” (lowbrow), puesto que la manera en la que se relacionaban con la cultura entendida en su acepción más general, y determinada en buena medida por los medios de comunicación electrónicos, tendía a concebir a la realidad en un neutro nobrow, donde lo sofisticado y lo popular se mezclaban para crear un solo flujo o mainstream. Esta nueva dimensión estaba íntimamente relacionada con un cambio socioeconómico: las élites burguesas culturales, ésas de apellidos de abolengo y asociadas a la “alta cultura”, estaban en proceso de ser eliminadas por una serie de nuevas élites sin prosapia y tradición, pero con más dinero y vitalidad. Expuesto en términos más simplones: adiós glamour, hola naquez.

En el mundo nobrow, el valor absoluto es la celebridad, la cual se calibra en función de la exposición mediática. Si no sale en televisión, el hecho no existe, punto. Ahora, ser una celebridad televisiva no es fácil. Amén de contar con los atributos físicos necesarios (naturales u operados), y el estómago necesario para soportar las tribulaciones que impone el camino a la fama, se requiere estar en el lugar y el momento indicados. Por cada Ninel Conde que “la hace”, hay miles de teiboleras que, por más ganas que le echen, no van a pasar del sofá de un wanna be que se hizo pasar por director de casting. Hay que decirlo: a menos de que uno esté dispuesto a convertirse en un asesino en serio o matar viejitas, el camino al éxito mediático no se recorre a fuerza de mera voluntad, la suerte y la fortuna influyen, y mucho. Andy Warhol no tenía razón: por más que lo intenten, no todos pueden tener sus 15 minutos de fama.

Una buena parte de la sociedad, desesperada por ser célebre, es incapaz de aceptar esa neta. Por ello, no sorprende que el concepto del reality show se haya popularizado tanto en esta década: crea la falsa sensación de que cualquiera puede acceder al mundo del estrellato, siempre y cuando esté dispuesto a exhibir sus limitaciones o miserias personales. Esa dinámica se da ya en casi todo el planeta. La globalización del mal gusto, supongo. En nuestro país, sin embargo, hemos alcanzado grados de pintoresquismo inéditos gracias a los hermanos Santiago y Rubén Galindo, productores de los Shows de los sueños (Bailando por un sueño, Cantando por un Sueño, Sangre de mi sangre, Los reyes del show y, en una variación menos azotada, el reciente Hazme-reír), quienes han llevado a los realities a extremos de tal ridiculez que no queda otra más que tirar la toalla y reconocer que representan el surgimiento de una nueva clasificación antropológica: el jodidobrow.

Angeles de la guarda

La dinámica de los “Shows de los sueños” es muy sencilla: tras una serie de castings, la producción recluta a un conjunto de “soñadores” para que, ayudados cada uno por una luminaria del Canal de las estrellas, puedan transformar su esperanza en materia. A contracorriente de La Academia o los realities producidos por Pedro Torres (Big Brother), el sueño no consiste en convertirse en un famoso; aquí, en el universo jodidobrow de los Galindo, el valor absoluto no es la celebridad, sino el escape de la jodidez. Lo que importa es estar bien jodido. No basta con estar desempleado o carecer de dinero, no, aquí la precariedad debe ir acompañada de una situación límite que le inyecte un exasperante dramatismo a la pobreza: una madre cuyo cáncer podría ser erradicado con una costosa operación, un padre discapacitado en imperiosa necesidad de una prótesis, un hermano susceptible de perder la vista si no se le somete a una onerosa terapia, en fin, mientras más ojete sea el dilema, mejor.

En el juego escénico de la representación del Show de los sueños, las celebridades fungen como ángeles guardianes que acobijan a los soñadores y pelean por su sueño a través de su participación conjunta en una serie de concursos de baile y canto cuya baja calidad avergonzaría a cualquier estudiantina de colegio marista. Las celebridades participantes, los ángeles cuya luz traduce los sueños en realidad, se dividen en cuatro clases: los lanzamientos (famosos en efervescencia como Pee wee y Nigga), los talentosos sin fama (estrellas que sí cantan, pero que no han logrado ni lograrán consagrarse: la gordita Sheyla, Kalimba), las vedettes estrambóticas en busca de redención (Ninel Conde, Niurka, Gloria Trevi) y los naquitos de relleno (José Manuel Figueroa). Sin racionalidad aparente, estos concursos son calificados por personalidades has been’s como Lupita D’Alessio y Amanda Miguel, quienes, proporciones guardadas con el humor irreprochable de Jim Henson, desempeñan una función más cercana a la de los críticos vejetes que comentaban la acción en el Show de los muppets que a una honesta labor de ponderación. Prueba de ello es que sus calificaciones no importan en la praxis, pues es la audiencia (¿quién más?) la que decide vía votos telefónicos quién se queda o sale del Show de los sueños. El pueblo no inclina su preferencia hacia el soñador más jodido o al equipo más talentoso (¡malditas masas!), sino en función de la celebridad con más arrastre. El maestro de ceremonias, el San Pedro de este paraíso, es Adal Ramones, ese Raúl Velasco posmoderno que, gracias a la magia de la televisión y los implantes de pelo, ahora luce como el primo metrosexual del conductor que hasta hace poco conducía Otro rollo (+).

Bajo la óptica de la televisión mexicana, la única forma en que un pobre puede convertirse en rico es descubriendo que es la hija o hijo abandonado de una familia rica, como sucede en el 99.9% de las telenovelas, o de plano ganando la lotería o un concurso. En un país tan desigual como el nuestro, el trabajo y el esfuerzo no son valorados porque no representan mecanismos efectivos de movilidad social. En ese sentido, la contribución de los Galindo no es menor, ya que le han encontrado una tercera vía al escape de la pobreza: hoy, como consecuencia de la intervención divina de las celebridades, uno quizá no deje de estar jodido, pero por lo menos sí pueda conseguir esa anheladísima operación para la abuelita o el hermanito. Y si no, pues qué caray, ¡por lo menos la gloriosa satisfacción de cantar a dúo con la Trevi en el primetime del 2! (F)

+ Adal Ramones tomó un ¿merecido? break y se abstuvo de conducir Hazme-reír, el esfuerzo más reciente de los Galindo. Sus sustitutos: Marco Antonio Regil y Angeliquita Vale.

++Este artículo se publicó originalmente en la revista Deep.