Archive for julio, 2010

julio 27, 2010

Aguirre en tres tiempos

por Mauricio González Lara

La hipocresía manipuladora de Aguirre nos hizo pasar del México del “sí se puede” al México del “ya ni pedo”.


He aquí algo sobre la naturaleza del triunfo. En una entrevista que le realicé hace algunos años, C.K. Prahalad, el recientemente fallecido gurú del management considerado como uno de los grandes pensadores de estrategia de las últimas décadas, definió al triunfo como un producto de líderes que lograban balancear tres factores fundamentales: talento, disciplina y ductilidad.  De entrada, los líderes que logran concretar triunfos inobjetables poseen un talento nato en el campo en el que se desenvuelven: Yo Yo Ma tocaba con fluidez las suites para chelo de Bach desde los cuatro años de edad,  la habilidad matemática de Einstein era evidente desde la primaria, la destreza de Churchill para negociar acuerdos era palmaria desde sus veintes, en fin, todas hazañas imposibles de concebir si no se supone una predisposición genética diferente al resto de los mortales.

Esa ventaja genética, sin embargo, debe de ir acompañada de una disciplina que le dé marco y proyección, o corre el riesgo de agotarse en despliegues de virtuosismo tan olvidables como evanescentes. Finalmente, un líder requiere mostrar un alto grado de ductilidad para saber adaptarse a diferentes circunstancias y entender lo que su tiempo demanda de ellos. Existen, desde luego, casos extremos de genios ermitaños que logran un amplio reconocimiento histórico, pero si un líder ambiciona conectar con los demás en el momento en el que vive y, más aún,  desea movilizar voluntades en torno a un proyecto, es inevitable que despliegue una serie de habilidades sociales que le garanticen apoyo y seguidores.

Si bien presentes en todo momento de la existencia del líder, estos tres factores encuentran un momento de predominancia en alguna de las etapas o tiempos por los que éste atraviesa durante su ciclo vital. La ductilidad, entendida como la capacidad de saber amoldarse a las expectativas para sumar alianzas, es una cualidad que el líder desdobla de manera más intensa una vez que ya probó que tiene el talento y la disciplina para acreditar su visión, no antes. Según Prahalad, al ser un engaño que redunda en el desánimo colectivo,  un liderazgo basado en la mera ductilidad no sólo es efímero, sino que representa un peligro social al crear un clima de encono adverso a la creatividad y las ganas de ser mejores.

Ahora que ha pasado otro mundial en el que jugamos como nunca y perdimos como siempre, sin gloria y en octavos de final, la Federación Mexicana de Futbol debería de profesionalizarse y acercarse más a escuelas de pensamiento como las de Prahalad. ¿Quién podría negar que, sin proponérselo, su tipificación del liderazgo explica con elocuencia la relación con nuestra cada vez más alicaída selección, y en especial con los directores técnicos que la lideran?

Javier “El Vasco” Aguirre es un caso paradigmático. Todo ductilidad, “El Vasco” nunca expuso talento ni disciplina en su manejo de la selección; lo que sí mostró, con enorme ayuda de los medios y otros poderes fácticos, fue un enorme entendimiento de cómo manejar las expectativas de un pueblo empeñado en creer que el triunfo es algo que llega por sí solo, si simplemente se cree lo suficiente. Sin plan de trabajo y de notorio desorden mental, Aguirre siempre estuvo consciente de que la selección nunca iba a llegar a nada, pero se prestó a fomentar la idea de que podíamos llegar a ser campeones.  La hipocresía manipuladora de Aguirre se reveló en tres tiempos:

Primer tiempo. Jodida lucidez. En febrero pasado, durante una entrevista con una radiodifusora española, quizá ridículamente confiado de que la charla no trascendería a tierras aztecas, “El Vasco” experimento un ataque de honestidad brutal ante la pregunta de cómo estaba México y, en un contexto en el que flotaba sobre el ambiente el atentado contra Salvador Cabañas en el Bar Bar, contestó:

“Jodido. Llueve mucho, además de que  mucha gente la ha pasado mal. Yo soy gente reconocida, ¡joder!, pero hay muchos desquiciados. Ahí tienes a Cabañas. Una vez que acabe el mundial yo me regreso con mi familia a Europa. Mis hijos mayores de hecho viven en Madrid. ¡Joder!  Se genera mucha expectativa frente al equipo mexicano y se salen algunas voces fuera de tono y dicen “campeones”, pero México es lo que es, siempre ha deambulado entre el 10 y el 15 en los últimos mundiales, por lo que dar un salto a los tres primeros…  Por eso yo en cuanto acabe el mundial me voy a Europa y a buscar que hay.”

Se podría criticar, con extrema razón, que el papel de un director técnico es administrar la esperanza, y no botarla al cesto de la basura como lo hizo Aguirre durante la entrevista. No obstante, por lo menos en ese momento, había que reconocer que El Vasco se salía del lugar común y mostraba con espíritu suicida cierta lucidez jodida en los medios de comunicación. De hipócrita, hasta aquí, no se le podía tachar.

Segundo tiempo. La porra profética. A escasos días de comenzar el mundial, se anunció el lanzamiento de Iniciativa México, un proyecto creado y compartido por las principales cadenas de  medios de comunicación del país para distinguir todas aquellas iniciativas que promovieran el cambio en diversos terrenos. El primer spot de Iniciativa México era un video de Javier Aguirre, icónicamente parado frente al Angel de la Independencia, que seguramente hizo palidecer de envidia a Miguel Angel Cornejo. En el spot, Aguirre anunciaba proféticamente que cada 100 años México cambiaba la historia, que éste era el tiempo de abandonar el cinismo y pasar del México del “sí se puede” al México del “ya se pudo”. La simbología y el tono eran en sí mismas una promesa. En este mundial, pensamos, sucederá lo impensable por el Aguirre de la lucidez jodida: México estará entre los primeros del mundo.

Tercer tiempo. Ya ni pedo. El día anterior al domingo fatídico en que México perdió contra Argentina tres a uno en octavos de final (otra vez: en octavos de final), “El Vasco” dio una conferencia de prensa en la que, ubicado en las antípodas semióticas del destino manifiesto de triunfo de Iniciativa México, desinflaba las expectativas y se mostraba dudoso de ganar, como si se tratara de una extraña reversión del boxeador condenado eternamente a la derrota internacional de Campeón sin corona, de Alejandro Galindo.  Con la cabeza abajo, mirando hacia la mesa, vapuleado antes de la batalla, Aguirre nos ahorró a muchos la pena de ver el juego: tenía tatuada la derrota en su mente. ¿Para qué molestarse en ver el partido de trámite? Pasada la cruda del entusiasmo vacuo, ya con Aguirre fuera de la selección y contando sus millones en Europa, la opción se presenta de nuevo: ¿privilegiar la ductilidad de decirle a todos lo que quieren escuchar, o por el contrario, tomar la vía de la talentocracia y el trabajo duro? ¿Será  Brasil el escenario en el que pasemos por fin al  México del “ya se pudo”, o nos quedaremos por siempre achicopalados en el México de Aguirre, el México del “ya ni pedo”?

*Este artículo se publica en el número de agosto de la @revistadeep

julio 22, 2010

Una defensa embravecida del mezcal

por Mauricio González Lara

De seguir popularizándose, se corre el riesgo que el mezcal termine como el tequila, un destilado que hoy es una sombra adulterada y envilecida de lo que alguna vez fue.

Para sorpresa de muchos, el mezcal ha comenzado a posicionarse como la bebida de elección en las tertulias de un grupo creciente de jóvenes que, quizá hartos de la adulteración dominante en el  resto de los licores masificados, busca alguna clase de integridad en el aún artesanal brebaje de maguey. La mayoría, evidentemente, no sabe lo que hace y con frecuencia es presa fácil de oportunistas que  presentan como elíxires divinos lo que no pasan de ser viles aguarrases.

Para salir de la ignorancia, hemos contactado a Cornelio Pérez, gurú del mezcal y fundador de “Los Mezcólatras”, una logia de entusiastas del mezcal que se reúne todos los martes en el bar Red Fly, de la Colonia Roma. El “tío Corne”, como le dicen cariñosamente sus discípulos, nos despeja algunas dudas sobre el negocio del mezcal y convoca a la febril defensa de su pureza.

Vivimos un boom del mezcal. ¿Coincides en que la bebida pasa por su mejor momento?

Sí y no. Estamos en un momento donde hay mucha demanda de mezcal, sobre todo en centros de consumo, pero también atravesamos una etapa de enorme riesgo. Primero hay que contar con una idea clara de a qué nos referimos cuando hablamos de mezcal. Hay muchos productos que se autodenominan como mezcal para su comercialización, pero que no necesariamente cumplen con los parámetros para poder definirse así, tanto para beneficio como perjuicio del consumidor. Si nos atenemos al criterio de la Denominación de origen, encontramos que sólo siete estados de la República pueden producir mezcal, cinco de manera completa y dos parcialmente. Los que pueden producir al 100 por ciento son Oaxaca, Guerrero, Zacatecas, Durango y San Luis Potosí; al 60% o 70%, en función de la cercanía de sus municipios la zona de la Denominación, Guanajuato y Tamaulipas. ¿Estos son los únicos estados que pueden producir mezcal de calidad? Claro que no. Se hace mezcal en, por lo menos, 21 estados del país; buen mezcal, rústico y tradicional, mucho mejor que el de casa productoras más grandes.

El criterio de la Denominación de origen, a mi juicio, es un engaño, pues más que estar diseñado para proteger la integridad del producto (la idea original detrás de toda Denominación de origen), se ideó para que algunos productores pudieran apoderarse del mercado, incluidas, como es de suponerse, algunas trasnacionales que comienzan a ver al mezcal como el siguiente gran negocio después del tequila.

Otro aspecto que me parece risible es la división que hace del mezcal, entre puro (100 por ciento) y parcial. Es una pendejada: es como la media embarazada, o es mezcal o no es mezcal. ¿O conoces un Rioja que sea 60% uva y otra cosa? Si se trata de proteger al producto ¿por qué facilitar su adulteración? Para ser mezcal, debe ser al 100 por ciento. La Denominación de origen, en teoría, es un instrumento legal que se utiliza para enfatizar las condiciones que tornan en único a un producto, y entre esas condiciones se encuentran, desde luego, las condiciones geográficas; sin embargo, aquí no se usa para preservar el valor primigenio del sabor y el aroma, sino para construir el dominio de un mercado. Es un error. Se corre el riesgo que el mezcal termine con el mismo problema que el tequila, cuya Denominación de origen es considerada un chiste a escala internacional.

La Denominación de origen del tequila fue manejada de manera tan torpe que no redundó en un  producto fuera de mayor calidad, sino que abarato la certificación a tal grado en que cualquier cosa podía autodenominarse como tequila si cumplía con los lineamientos. Resultado: no es aventurado afirmar que hemos perdido ya la memoria histórica del verdadero sabor del tequila.

A ver, ¿entonces lo que bebemos ahora ya no es tequila?

No sabemos qué es. Finalmente, no olvidemos, el tequila fue mezcal. Si tú vas a una tienda y compras cualquier tequila, por caro que sea, lo primero que vas a notar es que no cuenta con un etiquetado informativo. A estas alturas, en lo referente a tequila, ya se comercializa cualquier cosa. Yo he estado en varias catas con tequileros. Ninguno de ellos cuenta con la conciencia de probar su producto bajo las reglas básicas de calidad, como lo es el “perlado”, que es un proceso consistente en certificar que el líquido genere burbujas, factor clave para certificar que en efecto es un alcohol de alta graduación. Casi ningún tequila comercial “perlea” como debe, ni siquiera uno caro que se presenta como de gran calidad, como lo sería el de Reserva de la Familia, de José Cuervo. Ese, aparte, es oscuro, lo que se debe a la acción de colorantes.

Puedo comprender que a ti te guste el Reserva de la familia, pero para mí es inaceptable que le llames tequila. Eso ya no es tequila. Mi principal temor es que eso pase con el mezcal, que perdamos la idea primigenia de su sabor. De hecho, ya está pasando: si vas a la capital de Oaxaca, ya no es tan sencillo conseguir buen mezcal. Abunda, eso sí, el mezcal barato hecho de maguey de baja calidad. Es por eso que creo que la única manera de asegurar que el mezcal perdure es a través de la creación de una nueva cultura que eduque al consumidor, y no lo explote. Al final del día todo se resume en qué clase de país queremos: ¿uno patito o de tradiciones fuertes e identificables?

¿Cuáles son las  reglas básicas que debe cumplir un buen mezcal?

Si ya viene la comarca comercial, un mezcal legítimo debe de contar con por lo menos 45 grados. Claro, muchos te van a decir que eso es una exageración  y que es imposible de cumplir en un mercado masivo. ¡Al demonio! Si no quieres beber fuerte, toma vino, pero no quieras pretender que eres un entusiasta del mezcal. No podemos desperdiciar la única oportunidad que le queda a México de contar con un buen destilado en el mercado.  Si no puedes  tomar un mezcal de más de 45 grados, tampoco vas a apreciar un whisky de 45 grados, porque tu paladar ya va a estar tan acostumbrado a los licores adulterados de bajo nivel que va a ser imposible que los disfrutes. Otra regla es negarse a consumir mezcales añejados. Un buen mezcal debe ser blanco, ajeno a la barrica y al color.

Hay mucha gente mamona que dice: “me traje esta barrica de roble blanco y ahí he añejado mezcal de maguey de 13 años”. Es una estupidez: lo único que hiciste fue destruir el sabor del maguey y sustituirlo por el de la barrica. La identidad de la bebida es el maguey y el proceso de elaboración, punto. La barrica en los destilados mexicanos es una práctica europea introducida por principiantes que ignoran el valor del sabor original. Otra prueba de rigor es untarte con el dedo índice un poco de mezcal en el brazo. Una vez que se seca, un buen mezcal debe de oler al significado etimológico de la palabra: maguey cocido;  un mal mezcal, por el contrario, va a oler a caña. Otra regla es desterrar la idea de que el mezcal es barato. Por el contrario, una buena producción por lo general es una de naturaleza pequeña, que exige enormes esfuerzos para concretarse. El consumidor debe estar dispuesto a pagar caro por el mezcal. Vale la pena.´

+Este artículo se publicará en otro formato en el número de agosto de la revista Deep.

++Página oficial del Tío Corne: http://mezcalestradicionales.mx/

julio 16, 2010

Chris Nolan, tres razones

por Mauricio González Lara

Con motivo del próximo estreno de Inception, van tres razones para celebrar a Chris Nolan.

1. Su entendimiento del doppelgänger. Hombres obsesionados el uno por el otro; hombres que se apropian de la vida de otros hombres; hombres en pugna por imponerse como innovadores; hombres en lucha constante por no ser el mero reflejo de alguien más; hombres que se desdoblan en otros hombres. El tema del doppelgänger, o doble opuesto, es un elemento recurrente en el cine de la posmodernidad. Sin embargo, pocos cineastas lo han explotado de una manera tan contundente como Chris Nolan. Following, Memento, Insomnia -el remake-, Batman Inicia, El gran truco (Prestige), The Dark Knight, todas disertaciones entretenidas e inteligentes sobre reflejos y contracaras. Inception parece llevar las cosas al extremo: hombres que habitan en las mentes de otros hombres.

2. Su ejecución personalísima de la fragmentación. Las cintas de Nolan se desarrollan siempre de manera fragmentada; con base en «motivs» solitarios que, conforme avanza la narrativa, cobran pleno sentido simbólico en un momento climático de espectacular revelación (lo que literalmente explica en El gran truco, cuando Michael Caine describe el significado del «prestige» del truco de magia). Esta dinámica torna a las películas de Nolan en rompecabezas que el espectador construye en su mente. Armada la pieza, el efecto es emotivo y sorprendente.

3.  Su amor por la estafa. De la revelación final del El gran truco a la manera en la que el cazador es cazado por el juego en Following, sin olvidar el escape magistral de The Joker en The dark knight, siempre hay una estafa elegante a punto de ser concretada en las películas de Nolan. Los personajes nos importan, sí, pero la razón por la que estimamos la obra de Nolan radica en el placer de saber que vamos a ser sacudidos por algo que no veíamos venir, pero que resulta totalmente lógico una vez que nos vuela la mente.

*Este texto aparecerá en otro formato en el número de agosto de la revista Deep.

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