Conspiraciones: entre el mito y la paranoia

por Mauricio González Lara

Julio Patán 1

¿Qué tan reales son “las teorías de la conspiración”? Julio Patán, autor del libro Conspiraciones, separa al mito de la verdad.

«Sólo porque estás paranoico, no significa que no te estén persiguiendo”, cantaba Kurt Cobain, el angustiado líder de Nirvana, en Territorial pissings. La frase describe a la perfección la esencia de los creyentes en “las teorías de la conspiración”; es decir, de aquellos paranoicos convencidos de que todo cuanto ocurre en la sociedad es consecuencia de un plan maestro y meticuloso elaborado por un poderoso cónclave secreto y maligno. Los villanos favoritos de estas tramas de intriga y engaño: los judíos, los masones, la CIA, la ONU, el gobierno estadounidense, las sociedades secretas, los alienígenas, y las corporaciones trasnacionales, por mencionar a los más recurrentes.

En entrevista, Julio Patán, autor de Conspiraciones: Breve historia de la conquista del mundo por los extraterrestres, los masones, la ONU, las élites financieras, el establishment, etc. (Paidós,2005), describe los puntos finos del pensamiento conspiratorio que ha definido en buena medida el imaginario popular del planeta durante las últimas décadas.

Empecemos por lo obvio. ¿Qué es una conspiración? ¿Cómo podemos saber si ésta es real o una mera leyenda?

En términos generales, una conspiración es el intento de un grupo por acceder al poder desde las sombras mediante la intriga y la cavilación. La definición es muy amplia, porque ese poder puede ser político, empresarial, mediático, económico o social. Las conspiraciones, reales e inevitables, han sido parte integral de la historia humana: desde los griegos a los viejos fraudes electorales del PRI, pasando por Shakespeare, los golpes militares latinoamericanos y las “adquisiciones hostiles” de las grandes corporaciones. Todas las conspiraciones comparten algunas características obvias. En principio, suelen ser imperfectas, pues los conspiradores casi siempre salen enfrentados entre ellos porque los extremos a los que están dispuestos a llegar varían una vez que se acciona la conspiración. Toda conspiración es una historia de riesgos asumidos, de saltos al vacío, de torpezas y de traiciones. Un error inocuo o un poco de mala suerte, y lo que parecía algo perfectamente maquinado termina en desastre. También son limitadas en el tiempo y el espacio: los conspiradores se fijan un objetivo claro que, una vez cumplido, supone el fin de la acción conspiratoria. Esas conspiraciones suceden todo el tiempo en todos los ámbitos de poder. Las “teorías de la conspiración”, por otro lado, son de una naturaleza diametralmente opuesta. A diferencia de las conspiraciones reales, falibles y perecederas, las “teorías de la conspiración” plantean la existencia de complots perfectos, universales y sin límites en el tiempo y el espacio. Las “teorías de la conspiración” involucran a múltiples participantes de todos los estratos y esferas, como políticos, policías, empresarios, militares, intereses extranjeros, medios de comunicación, alienígenas, en fin.

Los conspiradores son tan poderosos y hábiles para proceder en secreto que su capacidad de infiltración es infinita. Las “teorías de la conspiración” involucran maquinaciones perfectas concebidas desde hace décadas, siglos e incluso milenios. No se trazan una meta humilde o concreta, sino que presuponen confabulaciones absolutas cuya meta es alterar por completo el orden establecido y poner al planeta entero en manos de los complotistas. La más de las veces, las “teorías de la conspiración” son delirantes y fácilmente desacreditables, como lo serían por ejemplo las que proponen que estamos siendo invadidos por extraterrestres. En otros casos, sin embargo, pueden alcanzar un sorprendente grado de credibilidad, sobre todo cuando juegan con ciertas especulaciones plausibles. Las múltiples interpretaciones del asesinato de Kennedy, o la supuesta confabulación de las farmacéuticas para lucrar con enfermedades que ellas mismas crearon, son dos ejemplos de “teorías de la conspiración” que gozan de una alta credibilidad en algunos círculos. Claro, hay elementos para dudar que Kennedy haya sido asesinado solamente por Lee Harvey Oswald o de la responsabilidad social de las farmacéuticas, pero de eso a suponer complots gigantescos hay una enorme distancia.

Hay algo casi religioso en las “teorías de la conspiración”. Sus integrantes son como dioses, poderosos y omnipresentes. Todo lo ven, todo lo controlan.

La “teoría de la conspiración” implica algo más que la misma conspiración; es, en realidad, toda una herramienta de interpretación del mundo que excluye todas las demás visiones. Bajo esa lógica, los conspiradores pueden engañarnos por completo, hacernos vivir en un mundo de apariencias, en un simulacro, sin que nunca nos demos cuenta. El “teórico de la conspiración” se ve a sí mismo como un iluminado. No hay modestia en él. Así como el paranoico relaciona los actos más remotos y ajenos a su propia trama persecutoria, el teórico de la conspiración ve en todos los hechos, desde las grandes decisiones macroeconómicas hasta la muerte de un cantante, elementos de una trama planetaria en la que nada sobra y nada es accidental. En ese sentido, “las teorías de la conspiración” son expresiones laicas de un pensamiento religioso. En lugar de creer que existe un Dios que lo controla y abarca todo, el “teórico de la conspiración” supone que existe un grupo de complotistas todo poderosos que lo controlan todo. Como Dios, son omnipresentes: están en todos lados, pero al mismo tiempo, permanecen invisibles. Es, de alguna manera, un pensamiento reconfortante: es preferible creer que existe una fuerza más allá de nosotros mismos que lo ordena todo, así sea oscura y maligna, a aceptar que no hay un plan, que el mundo es caótico y que estamos solos en él . Es menos angustiante creer que existe Dios y un destino establecido.

El “teórico de la conspiración” simplemente sustituye la noción de Dios y el Diablo por esas fuerzas conspiratorias que todo lo abarcan. Al final, sabe que haga lo que haga esas fuerzas siempre van a ser superiores a él, y eso le brinda una bizarra sensación de tranquilidad existencial. Ahora, se trata de una guerra santa, una guerra a todo o nada. Como víctimas potenciales del mal absoluto, todos tenemos que estar siempre en guardia, en un estado de alerta extrema, listos para anticiparnos a cualquier movimiento de los conspiradores, porque el menor descuido puede traducirse en un colapso civilizatorio, tras el cual nuestra forma de vida puede desaparecer sin remedio.

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¿Esto quiere decir que estamos sustituyendo a las religiones por dinámicas como las de “las teorías de la conspiración”?

No necesariamente. Las teorías de la gran conspiración judía, donde se liga a los judíos con todos los grandes males de la humanidad, están muy arraigadas en el mundo musulmán. Lo que pasa es que a veces vemos al mundo con una visión occidental limitada. La religión pesa muchísimo en la visión conspiratoria de buena parte de esos países. Ahora bien, en Occidente, las “teorías de la conspiración” tienden a ubicarse en lo que los antropólogos definen como las “periferias lunáticas” de la sociedad, para luego infiltrarse en el imaginario cultural. Una diferenciación pertinente es que en el mundo musulmán las “teorías de la conspiración” son usadas como un elemento de cohesión nacional y religiosa; en Occidente, en cambio, son más fragmentadas y los conspiradores tienden a ser internos y más abstractos. Hay excepciones. No hasta hace mucho, había una “teoría de la conspiración” que aseguraba que la ONU estaba infiltrada por el comunismo y era cuestión de tiempo para que Estados Unidos fuera invadido por fuerzas internacionales controladas por los rojos. Hasta hubo una película al respecto en la década de los 80: Red Dawn, de John Millius. Asimismo, Joseph McCarthy utilizó la lógica de la guerra fría para llevar la asunción relativamente lógica de que existían espías comunistas en Estados Unidos para desdoblar una campaña de linchamiento contra sus enemigos políticos. En ambos casos, “la teoría de la conspiración” nació del miedo hacia una conspiración que probablemente sí existía (los intentos del comunismo por penetrar en Estados Unidos), pero no al grado de histeria al que lo llevaron esta clase de personajes. Algo similar pasó después del 11 de septiembre del 2001: el miedo y la incertidumbre generó lo que yo llamo “la nueva era dorada de las teorías de la conspiración”.

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Por risibles que parezcan, siempre existe el peligro de que “las teorías de la conspiración“ sean utilizadas con fines autoritarios.

Las “teorías de la conspiración” son una forma milenarista y apocalíptica de ver al mundo, donde sólo hay buenos y malos. Bajo ese esquema de pensamiento, a los malos hay que vencerlos a cualquier costo y por cualquier medio necesario. Ese es un argumento perfecto para instaurar medidas autoritarias y justificar dictaduras. Es por eso que son peligrosas. El ejemplo extremo es cómo el nazismo capitalizó con la teoría de la conspiración judía. En momentos de crisis y debilidad institucional pueden ser ideas muy pegajosas para la población. En ese sentido, yo diría que a mayor credibilidad y fortaleza institucional, menos posibilidades de que “las teorías de la conspiración” salgan de las periferias lunáticas y gocen de aceptación popular. El cuento debe de cerrar bien, y eso requiere habilidad narrativa.

Otra cosa muy importante es que, para poder convencer a los demás de una visión conspiratoria, en buena medida el primer convencido debes ser tú. Se requiere intensidad y energía. Yo creo que Andrés Manuel López Obrador y Hugo Chávez creen efectivamente que hay conspiraciones en su contra; lo mismo creían Franco o Hitler. Ellos pudieron manipular o no ciertos hechos para obtener una ganancia política o extender su área de influencia, pero lo cierto es que creían que todos los demás eran enemigos conspiradores. Y es que hay que recordar que “las teorías de la conspiración” son resistentes a la evidencia. No importa qué tantas pruebas puedas presentar para rebatirlas, los creyentes siempre van a descalificar la evidencia bajo el argumento de que se trata de una mera pantalla orientada a desviar la atención. Ejemplo: no importa si el New York Times y el Wall Street Journal publican editoriales muy críticos hacia el gobierno de Israel, los creyentes en la conspiración judía van a descalificar tales posturas como un intento de los judíos para disfrazar el hecho de que controlan a la prensa mundial. No hay fin. Algo similar pasa aquí con las huestes de Andrés Manuel López Obrador: no importa si se logran avances en materia electoral o no, al final del día todo va a ser interpretado por ellos como una estrategia de “la mafia” por perpetuarse en el poder. ¿Quiénes integran esa mafia? Pues todos aquellos actores que no simpatizan con él.

¿México es una tierra fértil para “las teorías de la conspiración”?

Mucha gente lo cree así, pero más allá de las posturas del “Peje”, no estaría tan seguro. La cuota de abstencionismo que vimos en los comicios recientes es más o menos la misma que se da en las elecciones intermedias de casi cualquier otra parte del mundo. Asimismo, si bien nuestros personajes políticos resultan repugnantes, o existen problemas tan graves como la inseguridad y la crisis económica, lo cierto es que las instituciones funcionan en México con un grado aceptable de operatividad. Es por eso que “las teorías de la conspiración” no están tan extendidas. Lo vimos ahora con la influenza; si bien hubo gente que desconfió e incluso descalificó en un inicio las medidas como parte de un complot, la mayoría se portó a la altura de las circunstancias. ¡Hasta el gobierno federal y el del Distrito Federal lograron trabajar juntos! México es más tolerante de lo que pensamos. No sé, quizá peco de optimista, pero es lo que pienso.(F)

*Esta entrevista se publica en una versión diferente en la revista Deep de este mes. ¡Vayan a comprarla!

*Las fotos son de Carlos García, fotógrafo de Deep. Si te gusta su trabajo,visita su “sitio”.

7 Responses to “Conspiraciones: entre el mito y la paranoia”

  1. El negocio de las teorías de conspiración

    Según dicen algunos las teorías de conspiración suponen un negocio para los que las promueven vendiendo libros. Por supuesto que los que escriben libros o hacen conferencias contra las teorías de conspiración lo hacen gratis, ¿o no?
    Como bien dice el chiflado lameculinoico Mauricio-José Schwarz, no existen las conspiraciones. La conclusión obvia es que las personas que han sido condenadas por los Tribunales por conspiración han sido víctimas de un error judicial. Y ahí radica otro de los negocios de las teorías de conspiración. Es precisamente este negocio lo que explica el auge de las teorías de conspiración y que tantos magufos (profesores de Derecho Penal, jueces, fiscales, etc.) digan que existen las conspiraciones (de las que, por cierto, han hecho su medio de vida).

    Cuando se pone en marcha el negocio de las teorías de conspiración, a los malvados conspiranoicos que se lucran de él no les importa el perjudicar a personas inocentes. Para mantener este negocio, los legisladores de muchos países incluyen en sus códigos penales la figura de la conspiración. Con esto dan comienzo a este lucrativo e inmoral negocio. Los profesores de Derecho Penal mienten diciendo que existen las conspiraciones y explican a sus alumnos en qué consisten. Estos profesores incluso escriben libros de Derecho Penal hablando de las conspiraciones. Libros que, con su venta, suponen un ingreso para ellos. Otros que se lucran con las teorías de conspiración son, por tanto, las editoriales y los libreros, sobre todo si están especializados en Derecho. En su avaricia, no les preocupa mentir ni estafar ni perjudicar a inocentes. A las Facultades de Derecho de las Universidades podríamos llamarlas «Escuelas de Magufos Conspiranoicos».

    Los policías muchas veces acusan a personas de conspiración y los ponen a disposición judicial. Los fiscales acusan a muchas personas de conspiración. Los jueces han condenado a muchas personas por conspiración. No termina ahí la cosa. Luego de la sentencia, los funcionarios de prisiones tienen a su cargo la custodia de las personas injustamente condenadas por conspiración.

    No existen las conspiraciones. Pero hay muchas personas que se lucran con este negocio: legisladores, profesores de Derecho Penal, libreros, fiscales, jueces, policías, funcionarios de prisiones, bibliotecarios de La Ladrona, etc. No es extraño, por tanto, que surjan teorías conspiratorias que en algunos casos (afortunadamente no siempre) terminan en la condena de un inocente. Porque todas esas personas antes citadas han hecho de las teorías de conspiración su medio de vida.

    Además, todos estos magufos conspiranoicos (legisladores, profesores de Derecho Penal, fiscales, jueces, policías, etc.) creen que Elvis está vivo.

  2. Peligros de la conspiranoia para la sociedad

    Por tanto, los conspiranoicos son una amenaza para la sociedad. Los conspiranoicos (especialmente los jueces, que son los peores conspiranoicos de todos) son unos malvados que pretenden hacernos creer que existen las conspiraciones (lo que es mentira). Es decir, los conspiranoicos han formado una conspiración para difundir teorías sobre conspiraciones. Y esta conspiración de conspiranoicos tampoco existe. ¿O sí? Como dice el lameculinoico Daniel Pipes:

    ¿Qué pasaría si estos elementos disparatados compartieran creencias, unieran fuerzas, ganaran una audiencia mucho mayor, salieran de su gueto intelectual y político, y llegaran a ser capaces de desafiar las premisas de la vida pública en los Estados Unidos?. Ésta es la espantosa perspectiva, soberbiamente plasmada por Michael Barkun en su importante libro, recién publicado, «A Culture of Conspiracy: Apocalyptic Vision in Contemporary America»(University of California Press, $24.95).

    Es decir, hay una peligrosísima conspiración de conspiranoicos que pretenden engañar a todo el mundo diciendo que existen las conspiraciones. Y esta conspiración es extraordinariamente peligrosa. Pero si los conspiranoicos conspiran para hacernos creer que existen las conspiraciones, entonces hay al menos una conspiración. En el caso de los jueces (los conspiranoicos más peligrosos de todos) esta conspiranoia produce en muchos casos la condena de inocentes.
    Además como dice Daniel Pipes, si crees en conspiraciones, no solamente desafiaras las premisas de la vida pública de Estados Unidos, sino que se te caerá el pelo, se te secará la médula espinal y demás cosas. Más o menos lo que decían los curas que te pasaría si te masturbabas. Además, desafiar las premisas de la vida pública de Estados Unidos es de mala educación.

    Pues eso, la conspiración para desafiar las premisas de la vida pública de Estados Unidos es una conspiración peligrosísima. Hay que estar vigilantes y alertas contra ella. La conspiración de conspiranoicos es la peor (¿o la única?) de las conspiraciones. Y encima da de comer a los jueces, fiscales, profesores de Derecho Penal, etc.
    Por si fuera poco, Fu Manchú, en su conspiración para desafiar las premisas de la vida pública de Estados Unidos (que alguien me explique que significa eso), ha financiado un periódico conspiranoico. ¿Puede haber algo más tremendo que la conspiración de conspiranoicos?

    NOTA: Se prohíbe terminantemente a los lectores desafiar las premisas de la vida pública de Estados Unidos.

  3. Nunca toleraremos vergonzosas teorías de conspiración.
    — George Bush hablando de los atentados del 11-S.

    Nunca toleraremos vergonzosas teorías de conspiración.
    — Nerón hablando del incendio de Roma.

    Nunca toleraremos vergonzosas teorías de conspiración.
    — Adolf Hitler hablando del incendio del Reichstag.

    Nunca toleraremos vergonzosas teorías de conspiración.
    — Adolf Hitler hablando de Auschwitz.

    Nunca toleraremos vergonzosas teorías de conspiración.
    — Adolf Hitler hablando de… bueno, ¡hay tantas coas!

    Nunca toleraremos vergonzosas teorías de conspiración.
    — Jorge Rafael Videla hablando de los desaparecidos.

    Nunca toleraremos vergonzosas teorías de conspiración.
    — Felipe Gónzalez hablando del GAL.

    Nunca toleraremos vergonzosas teorías de conspiración.
    — Dirigente de ETA hablando de la desaparición de Pertur.

    Nunca toleraremos vergonzosas teorías de conspiración.
    — Stalin hablando de la muerte de Trostky.

    Nunca toleraremos vergonzosas teorías de conspiración.
    — Stalin hablando de la Masacre de Katyn.

    Nunca toleraré vergonzosas teorías de conspiración.
    — Santiago Carrillo hablando de las Matanzas de Paracuellos.

    Nunca toleraré vergonzosas teorías de conspiración.
    — Acusado en un juicio donde le acusaban de conspiración. No le sirvió de nada esta alegación. El juez le condenó igual. Es la mala suerte de que le tocase un juez magufo.

  4. El Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre Asesinatos (U.S. House of Representatives Select Committee on Assassinations) o (HSCA) fue establecido en 1976 para investigar los asesinatos de John F. Kennedy y de Dr. Martin Luther King Jr.. Las investigaciones del comité duraron hasta 1978 y en 1979 emitieron el informe final.

    (…)

    El HSCA concluyó en su informe de 1979 que: (…) El comité cree, basándose en las pruebas disponibles, que el presidente John F. Kennedy fue probablemente asesinado como resultado de una conspiración.

  5. Es verdad que no existen las conspiraciones. Por tanto, todos los condenados por los tribunales por conspiración han sido víctimas de un error judicial.

    Además, en un mundo que ha conocido el escándalo Watergate, el GAL, los desaparecidos de Argentina, el Holocausto, las matanzas de Stalin, los crímenes de Pol Pot, etc. desconfiar de los gobernantes es una cosa absurda y paranoica. Si alguna vez los gobernantes hiciesen algo malo podría estar justificado desconfiar de ellos. Pero como este no es el caso, cualquier teoría de conspiración es paranoica e infundada.

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