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noviembre 10, 2009

Tres razones para temerle al Cisen

por Mauricio González Lara

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Quizá el Cisen no sea tan glamuroso como la CIA o el Mossad, pero les podemos asegurar que, en la práctica, puede ser igual de ojete.

Desde su creación, el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) ha sido objeto de las más paranoicas “teorías de la conspiración”. La mayoría son falsas; no obstante, hemos encontrado por lo menos tres buenas razones para temerle a “la CIA mexicana”

1)      Lo que menos le interesa es la seguridad del Estado

De acuerdo con sus documentos oficiales, el Cisen es un órgano civil y desconcentrado dependiente de la Secretaría de Gobernación cuya razón de ser es generar inteligencia en materia de seguridad nacional. Su misión es manejar un sistema de análisis estratégico, táctico y operativo que genere información privilegiada para la toma de decisiones, que alerte sobre amenazas y riesgos internos y externos a la seguridad nacional, y que preserve la integridad, estabilidad y permanencia del Estado mexicano, todo, supuestamente, en el marco de un gobierno democrático y de respeto al «estado de derecho».

Si nos atenemos a las definiciones técnicas de “labores de inteligencia”, se entiende que son todas aquellas acciones legítimas para anticipar y prevenir los riesgos naturales con los que puedan verse involucradas las fuerzas de seguridad en el país. Concretamente, la “inteligencia” es el conocimiento especializado que el Gobierno requiere para tomar las mejores decisiones posibles respecto a fenómenos que imponen un obstáculo al interés del país. El concepto de “amenaza a la seguridad nacional” es amplio y cambiante, pero se delimita en función de un sencillo criterio: la viabilidad de las reglas es instituciones en las que descansa el contrato social. Así, una amenaza puede ser un desastre natural, intrigas de una nación antagónica, actos terroristas, sabotaje, o como ha sucedido en tiempos recientes, grupos criminales cuya omnipresencia ponga en peligro a las estructuras mismas del Estado, como es el caso del narcotráfico.

Bajo estos criterios, los organismos de inteligencia mexicanos nunca han cumplido a cabalidad con el objetivo para el que fueron creados. No por negligencia –de hecho, la inteligencia mexicana dista mucho de estar aquejada por el tercermundismo característico del resto de la burocracia azteca-, sino por una razón de mera conveniencia: el Cisen, así como el resto de los cuerpos de seguridad nacional no militares, responde a las necesidades políticas del presidente y el partido en el poder, y no a los intereses supremos de la nación. Siempre ha sido así. El Cisen fue creado en 1989, en sustitución de la Dirección de Investigación y Seguridad Nacional, que a su vez era el reemplazo de la temible y temida Dirección Federal de Seguridad, la cual operó de 1947 a 1986. La Dirección Federal de Seguridad, moldeada por el ya fallecido Fernando Gutiérrez Barrios, nunca maniobró como un órgano de seguridad, sino como una especie de policía política del binomio PRI/Gobierno: lejos de elaborar escenarios y ejecutar planes disuasivos que garantizaran la supresión permanente de los riesgos a la nación, la Dirección Federal de Seguridad se dedicó a aplastar sistemáticamente a todas las voces disidentes que pusieran en riesgo el sistema de partido hegemónico que gobernó al país durante más de 70 años. El saldo de esa “guerra sucia” fueron decenas de desaparecidos políticos y una nula capacidad de acción frente a los verdaderos enemigos del Estado.

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No es casualidad que, una vez desmembrada, varios agentes de la Dirección Federal de Seguridad se dedicaran al secuestro, como se puede comprobar si se revisa el historial de las principales bandas criminales de años recientes. Incapacitado por ley para realizar arrestos, así como despojado de las prerrogativas supralegales con las que sus agentes se manejaban en los tiempos de “Don Fernando”, el Cisen quizá sea menos temible que la difunta Dirección Federal de Seguridad; sin embargo, sí parece compartir su principal defecto: la sumisión de sus funciones a la conveniencia política del gobierno en turno. Va un irónico ejemplo: hace unos meses, Manlio Fabio Beltrones, líder de la bancada priista en el Senado, se quejó públicamente de que el Cisen lo espiaba día y noche, y en específico, solicitó la renuncia de su director Guillermo Valdés Castellanos (muy amigo, por cierto de Felipe Calderón). Según Beltrones, en colaboración con el entonces presidente del PAN, Germán Martínez, el Gobierno utilizaba al Cisen para acusar a candidatos priístas de presuntas relaciones con el crimen organizado. ¿Y la seguridad nacional? Bien, gracias.

2)      Es menos ineficiente de lo que pretende.

Hace un par de años, tras los bombazos en instalaciones de Pemex, cuya autoría reivindicó el  Ejército Popular Revolucionario (EPR), la administración de Felipe Calderón difundió que el Cisen estaba desmantelado, y que sus recursos eran casi nulos. Según el ejecutivo, nuestros espías, si es que se les podía llamar así, eran prácticamente de juguete. El dinero, empero, muestra otra realidad: durante la presente administración, el Cisen ha recibido aumentos presupuestales sin precedente. De 665 millones de pesos ejercidos al inicio del gobierno de Vicente Fox, hace 9 años, se ha pasado a 2, 439 millones de pesos asignados en este 2009. ¿Cuál desmantelamiento? Sergio Aguayo, autor de La Charola: una historia de los servicios de inteligencia en México, ha elaborado una interesante hipótesis de trabajo. Palabras más, palabras menos, Aguayo sostiene que hay cuatro grandes sistemas de inteligencia en México: dos privados -el del Sindicato Nacional de Maestros de Trabajadores de la Educación (SNTE) y el de la iglesia- y dos federales, el del ejercito y el Cisen. La CIA, supone, cuenta también con uno en sus consulados. Cuando asumió la presidencia en el 2000, Vicente Fox ordenó la reducción de atribuciones del Cisen, en aras de reordenar el esquema de seguridad.

Antes de su muerte en un accidente automovilístico, Adolfo Aguilar Zínser, ex Consejero de Seguridad Nacional de Fox, le comentó a Aguayo que la orden no había sido ejecutada tal y como se había difundido: por el contrario, el sistema de información del Cisen se había desagregado de tal forma en que, si una persona ajena a los intereses de la agencia solicitaba el expediente de un personaje, sólo aparecían datos inocuos; en cambio, si un funcionario del círculo interno requería el mismo expediente, el sistema se agrupaba y se producía información detallada y pormenorizada de todas sus actividades. Según Zínser, el Cisen nunca se desmanteló, simplemente se reinventó para alejarse del radar de la opinión pública.

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3)      ¡Cuenta con su propia escuela para espías! 

Aquellos obsesionados con jugar al agente secreto en el surrealista tablero político mexicano ya cuentan con una razón para salir a celebrar a las calles: no hay necesidad de viajar a Estados Unidos o Israel, ¡México ya tiene su propia escuela para espías!  Hace unos meses, Fernando Gómez Mont, secretario de Gobernación, anunció la creación de la Escuela de Inteligencia para la Seguridad Nacional (Esisen), dependiente del Cisen. Su objetivo: “la formación de cuadros especializados en las materias de inteligencia civil para la seguridad nacional y cualquier otra necesaria para mantener la permanencia del Estado mexicano.” Lamentablemente, una vez en operación, las convocatorias no estarán destinadas al público en general, sino sólo a las entidades gubernamentales relacionadas con las tareas de seguridad nacional. Nadie dijo que la vida de espía fuera fácil.

**Este texto se publicó en el especial de «conspiraciones» de la revista Deep de este mes de noviembre.

***Más sobre conspiraciones:

Top 5: Teorías de la Conspiración

Entrevista con Julio Patán

 

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