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noviembre 4, 2009

Top 5: Teorías de la conspiración

por Mauricio González Lara

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Aunque podríamos elaborar una enciclopedia sobre los cientos de teorías de la conspiración que animan el paranoico imaginario cultural de esta primera década del siglo, hemos decidido resaltar las cinco que, a nuestro juicio, guardan más vigencia y delirio.

1. Invasión alienígena

De todas las teorías de la conspiración, quizá la que se antoja más inofensiva sea la más popular de todas: la confabulación extraterrestre, consistente en creer que existe un plan maestro alienígena para dominar el planeta. Sin embargo, creer en alienígenas es menos intrascendente de lo que parece. Según datos de la Sociedad Estadounidense de Psiquiatría, existen alrededor de cuatro millones de norteamericanos que aseguran haber sido “abducidos” en los últimos 30 años; todos sostienen haber sido secuestrados y llevados a una nave espacial, donde fueron sujetos a los más humillantes experimentos (intrusiones psíquicas, violentas auscultaciones, abusos sexuales de diversa índole, entre otros numerosos horrores).

Los encuentros con los extraterrestres se dan en solitario, mientras la víctima conduce por un camino poco transitado, o mejor aún, cuando duerme en su cama. La primera señal de un “encuentro cercano del tercer tipo” es la aparición de una luz cegadora que paraliza por completo al individuo. Muchas veces, como consecuencia de la acción de este rayo, el “abducido” se descubre en pleno acto de levitación sobre su cama, para después ser transportado, sin turbulencias ni injerencias del mundo exterior, hacia un platillo volador de enormes dimensiones. El grueso de los secuestrados no recuerda con precisión lo ocurrido durante los días posteriores a la “abducción”; no obstante, conforme pasa el tiempo, los destellos o flashbacks de lo que en verdad sucedió acosan la mente de la víctima. Además de los agravios, los abducidos recuerdan el horrible aspecto de los alienígenas (seres de ojos enormes y de piel verde grisácea), así como la comunicación telepática que mantenían entre ellos.

En paralelo a estos relatos, varios dizque expertos en el fenómeno “extraterrestre” formulan hipótesis en las que, grosso modo, se especula que existe una gigantesca conspiración para mantener en secreto los experimentos. Bajo esta dinámica, la explicación de las abducciones es obvia: los alienígenas pretenden colonizarnos, y la conquista será más fácil en la medida en que estos seres del espacio exterior nos conozcan mejor como especie. Las teorías más extremas, como las que recoge la mitología al estilo de Los expedientes secretos X, aventuran que, a cambio de salvar el pellejo una vez que prospere la invasión, las élites ya han negociado el apocalipsis: en cuestión de unos años vendrá el golpe definitivo y la “solución final” para eliminar a la raza humana será una realidad. La utilización de la imaginería nazi no termina ahí. Inspirados por la Operación Valquiria, plan que intentó dar un golpe del estado contra Hitler en la Alemania nazi -y que se basaba en subvertir un plan de emergencia que suponía ceder el control del país germánico a las milicias en caso de la eventual muerte del führer-, se creará una crisis sanitaria de proporciones bíblicas; una pandemia mortal y en extremo contagiosa, generada por los mismos extraterrestres a partir de sus experimentos con los “abducidos” (sobra decir que los conspiradores humanos serán los únicos que posean el antídoto).

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En Estados Unidos, el control del andamiaje político y de los cuerpos de seguridad será asumido por la Federal Emergency Management Agency (Asociación Federal de Control de Emergencias, o FEMA, por sus siglas en inglés), la cual fue constituida durante el gobierno de Jimmy Carter como un organismo con capacidades para decretar un estado de excepción en caso de que una emergencia ambiental la obligará a ejecutar medidas extremas. Una vez en el poder, la pandemia se propagará, la raza humana será sometida y sólo los conspiradores humanos podrán continuar con vida, probablemente en reservaciones, como si fueran animales en un zoológico. No todos los creyentes en el complot alienígena son tan apocalípticos.

Existe, en menor medida, otro sector que sostiene que, lejos de ser inconmovibles conquistadores, los alienígenas son seres bondadosos, casi divinos, cuya intención es sublimarnos como especie. Como relata la periodista Laura Castellanos en su libro Ovnis: historia y pasiones de los avistamientos en México (Mondadori), esta tesis encontró eco en nuestro país en las décadas de los 60 y 70, cuando incluso se llegaron a ver multitudinarias manifestaciones en Reforma para darles la bienvenida a los visitantes del espacio.

¿Por qué tanto azote frente a los mitos extraterrestres? En principio, las teorías en torno a alienígenas gozan de un elemento clave en toda idea susceptible de ser propagada viralmente: una dosis de verosimilitud. No resulta irracional suponer que seamos los únicos seres vivos inteligentes en el universo; por el contrario, lo ilógico sería suponer lo contrario. Por otra parte, la cualidad pop de los “extraterrestres” los hace receptáculos perfectos de la histeria social. Es un hecho científico probado: en su libro Hysterical Epidemics and Modern Media, la doctora Elaine Showalter afirma que existe un síndrome clínico-sociológico para explicar el alto número de personas que afirman haber sido abducidas:

“El trastorno por abducción extraterrestre es una «epidemia histérica»: un trastorno psicógeno estimulado por los medios de comunicación, quienes diseminan información paranoica que favorece que aparezcan más enfermos. La histeria aparece cuando alguien expresa estrés o infelicidad a través de síntomas que carecen de explicación clínica. Al carecer de información, los medios culpan a causas como virus, abusos sexuales, armas químicas, conspiraciones satánicas o alienígenas infiltrados. El miedo se refuerza y el resultado termina siendo un cuadro más grave que los síntomas físicos originales.” ¿Para qué tanta histeria? Mejor hacerle caso a la doctora Showalter: no creamos en conspiraciones alienígenas, pues no sólo nos hace ver ridículos y paranoicos, sino que literalmente le hace daño a nuestra salud.

2. La conspiración judía

Como sostiene Julio Patán en su libro Conspiraciones (Paidós, 2005), ninguna teoría del complot es más antigua que la conspiración judía, la cual supone la existencia de un gobierno secreto que desde hace siglos (o acaso milenios) urde intrigas para lograr el dominio del planeta. El mito de la “conspiración judía” ha renacido una y otra vez a lo largo de la historia y en geografías muy distintas. De los tiempos en que San Agustín los acusaba de haberse aliado con el diablo a los señalamientos hitlerianos de que eran la escoria del planeta, sin olvidar los linchamientos a los que fueron sujetos en la Edad Media, o la satanización que aún se hace de ellos en los sectores fundamentalistas del mundo islámico, los judíos siempre han sido blanco recurrente del odio.

La teoría que anima los enconos más intensos es la que postula que existe una camarilla judía que, vía una red mundial de organismos camuflados, controla partidos, gobiernos, la prensa, la opinión pública, los bancos y la marcha de la economía. Este plan de dominio está plasmado en una serie de escritos que, en conjunto, se conocen bajo el nombre de Los protocolos de los sabios de Sión. Publicados en 1894, estos textos describen un rebuscado plan judío-masónico consistente en colocar a varios de sus miembros en todos los centros de poder con el fin de esclavizar al resto de la civilización. Para ser exitosa, la conspiración debe desdoblar, entre otras acciones, el cataclismo financiero del orbe, la asunción de un judío como Papa (de manera encubierta, desde luego), el debilitamiento de las religiones a causa de la promoción del libre pensamiento y el control de la maquinaria cultural.

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Los Protocolos de los sabios de Sión fueron los fundamentos dizque académicos en los que el nazismo basó la cruzada antisemita que terminó con la vida de cinco millones de judíos. En la actualidad, independientemente de los conflictos religiosos en el Medio Oriente, existen periferias donde aún se cree con fervor en la tesis de la conspiración judía mundial. Un ejemplo de esto son las milicias ultraderechistas que manifiestan que se avecina el establecimiento de un Gobierno Sionista de Ocupación (ZOG, por sus siglas en inglés), el cual ya controla a la mayor parte de las naciones blancas del planeta. La estrategia del ZOG es una pesadilla para la supremacía aria: mermar la integridad racial de las naciones blancas hasta convertir al grueso de su población en una mixtura racial, a la vez que asumen el control de los bancos y el sistema financiero.

La coyuntura ha revivido la paranoia: Barack Obama, bajo la visión de estas milicias, es una vil marioneta de los judíos, así como la actual crisis económica global es un paso más hacia el triunfo del sionismo. Una vez que los blancos no sionistas desaparezcan, los judíos saldrán de las sombras, removerán a los mestizos como Obama y asumirán su rol como el pueblo elegido de Dios.

3. ¡Paul está muerto!

La única realeza posible en este mundo mediático es la que brinda la celebridad: ser famoso por una alta exposición en los medios de comunicación equivale hoy a adquirir un status social que antes sólo era posible mediante la prosapia o el abolengo.

Ahora bien, ser una celebridad que rebase los 15 minutos de fama warholianos implica convertirse en algo más: en una figura ajena a las leyes humanas, en un dios que vivirá por siempre en la cursi pero omnipresente imaginería pop. Alcanzar este status no es fácil: amén de talento y personalidad, se requiere de generar una genuina conexión emotiva para mantenerse vigente en el corazón de las personas. Aunque todo apunta a que Paris Hilton, la primera diosa cultural sin otro talento que la celebridad misma, se convierta en la primera excepción a esta regla, lo cierto es que Elvis Presley, John Lennon y Michael Jackson eran estrellas de enormes aptitudes. No es gratuito que sus muertes, misteriosas todas, hayan sido material constante de alucinantes teorías que aseveran que aún viven, y que sus fallecimientos fueron, en el mejor de los casos, pantomimas ideadas por ellos mismos para vivir en paz, o en el peor, montajes diseñados por la CIA u otras fuerzas oscuras.

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Frente a este contexto, resulta aún más curiosa la teoría que argumenta que el otrora Beatle, el muy vivo Paul McCartney, en realidad murió en 1966 a causa de un accidente automovilístico. La supuesta evidencia de la muerte de McCartney se compone de indicios hallados entre muchos de los discos de los Beatles, los cuales han sido interpretados como si hubiesen sido deliberadamente colocados por ellos mismos para ser armados como un gigantesco rompecabezas que, una vez configurado, revela el deceso del verdadero Paul. El impostor de McCartney responde al nombre de William Campbell, quien fue seleccionado con la aprobación de los otros tres Beatles. En 1971, motivado por la amargura que sentía por Paul tras la separación, John Lennon escribió en How do you sleep? que “esos freaks estaban en lo correcto cuando dijeron que estabas muerto”.

En el universo de los conspiracionistas, Lennon obtuvo la revancha perfecta sobre McCartney: a él lo visualizan vivo, a Paul, en cambio, lo imaginan muerto.

4. Facebook: invento de la CIA

Las teorías de la conspiración son termómetros culturales: reflejan fenómenos del aquí y el ahora. Por ello, no es gratuito que las “redes sociales” sean ahora material para formular las más disparatadas hipótesis de la paranoia posmoderna. Como se recordará, las “redes sociales”, sitios web que promocionan la creación e interacción de círculos de amigos en línea, comenzaron a aparecer a principios de esta década y se consolidaron en años recientes con el éxito de MySpace y Facebook.

A diferencia de MySpace, que premia la promoción creativa e interacción entre extraños, Facebook alienta la proyección exponencial de contactos en comunidades que habitan un espacio físico delimitado. O sea, funciona mejor si se parte de una base establecida de conocidos, para de ahí reducir distancias entre personas que no se conocen, pero que sí son conocidos de sus conocidos y confluyen en diferentes networks o redes de intereses en común. Asimismo, cuenta con un newsfeed –una cadena de avisos de novedades—que informa de manera constante al usuario sobre los movimientos en las cuentas de sus contactos. El efecto es deslumbrante: da la impresión de que la red es un organismo en mutación permanente, que de la nada reporta una cobertura noticiosa de todos los actos de tu vida y la de tus conocidos. El resultado de esto es que Mark Zuckerberg, CEO de Facebook, es poseedor de lo que quizá sea la base de datos más grande de la historia: 250 millones de personas alrededor del orbe.

La teoría de la conspiración más difundida arguye que todos esos datos -nombres, edades, actividades, gustos, círculos sociales, etcétera- son ya propiedad de la CIA y la secretaría de Defensa estadounidense, puesto que varios de los inversionistas que participaron en la primera ronda de financiamiento del sitio son exfuncionarios conectados con “la agencia” y grupos de ultraderecha. Bajo esta lógica, la intención ulterior de Facebook nunca fue “conectarte a la gente”, como dice su slogan, sino fungir como un “caballo de Troya” para obtener tus datos, los de tu novia, los de tu familia, los de tus amigos y hasta los de los amigos de tus amigos.

5. Nunca llegamos a la Luna

Esta teoría es muy sencilla: el hombre no llegó a la Luna en 1969, sino que todo fue un montaje filmado para hacerle creer a la población que Estados Unidos era superior tecnológicamente a Rusia, entonces conocida como la Unión Soviética. En los años de la “guerra fría”, cuando la posibilidad del holocausto nuclear amenazaba con colocar a la población estadounidense en un estado de psicosis colectiva, tal creencia resultaba imperativa para mantener la tranquilidad social. Algunas versiones conceden que, años después, el hombre efectivamente sí logró aterrizar y caminar sobre la Luna; otras, las más populares, aseguran que nunca hemos cumplimentado este sueño.

Las hipótesis más divertidas aseveran que fue el mismísimo Stanley Kubrick el encargado de filmar el falso alunizaje. El interés de este supuesto complot radica en que permite comprender el carácter religioso de los conspiracionistas, perpetuamente convencidos que el mundo está regido por fuerzas oscuras e inasibles. Para un creyente en las teorías de la conspiración, aceptar que podemos rebasar los límites de nuestro planeta -y por tanto liberarnos de los paradigmas tradicionales que explican el cosmos (como la religión u otras creencias metafísicas)- debe ser un escenario profundamente doloroso. (F)

**Este texto es parte de un especial sobre conspiraciones y «teorías de la conspiración» escrito para Deep. La segunda parte de este especial se encuentra en la edición de noviembre. ¡Cómprenla!

***Julio Patán habla sobre conspiraciones en Perdido en el siglo, «aquí»