Apocalipsis ahora, de 1979, es una experiencia sensorial que raya la totalidad. Prueba de ello es que la obra maestra de Francis Ford Coppola es una de las primeras cintas que se ponen a la venta cada vez que surge un nuevo formato de reproducción audiovisual. Nada mejor para probar las capacidades de la tecnología en cuestión que la secuencia wagneriana del ataque de los helicópteros o el bombardeo final. No obstante, su sorpresa más espectacular no se encuentra en sus virtudes estéticas. Como sabe cualquier cinéfilo promedio, la película, situada en la etapa final de la guerra de Vietnam, narra el viaje emprendido por el capitán Willard con el fin de asesinar al Coronel Kurtz. Durante el recorrido hacia la profundidad de la jungla -al “corazón de las tinieblas”, pues-, Willard y sus hombres serán confrontados por guerrillas y un clima infernal. Su sanidad enfrentará un factor aún más desquiciante: la inminencia del encuentro con Kurtz, quien adquiere gradualmente una dimensión mítica en la mente del militar interpretado por Martin Sheen. La aparición de Kurtz (Marlon Brando) debería ser anticlimática. Todo lo contrario. Sólo aparece unos cuantos minutos, pero la grandeza de Apocalipsis ahora está basada en el carisma oscuro de Brando, quien encarna de forma deslumbrante al Dios cruel que ha renunciado a la cordura e hipocresía de Occidente. Sin él, el tramo final de la cinta sería terriblemente insatisfactorio.
Apocalipsis ahora es citada como modelo a seguir cuando se discute una cinta cuyo potencial depende enteramente de una resolución adecuada. También funciona, a manera de contraste, para ilustrar una dinámica que sigue la industria cinematográfica actual, donde la expectativa por el estreno de un filme se ha convertido en el propio entretenimiento. La película en sí es lo que menos importa. La conversación generada por los estrenos futuros es hoy el verdadero contenido. El fenómeno es casi religioso. La feligresía se reúne en Internet para esperar el debut del tráiler que anuncia la llegada de la película (su dios). El tráiler confirma el día glorioso del estreno. Las redes sociales se llenan de miles de “trailer reaction videos”, delirantes piezas audiovisuales que muestran la respuesta orgásmica de los fans cuando observan por primera vez el adelanto de la obra esperada. Algunos gritan como quinceañeras desquiciadas, otros lloran, pero todos exhiben la “borrachera espiritual” propia de un templo cristiano. La entrega obedece al deseo de recobrar una inocencia perdida: a fin de cuentas, el individuo que mira las reacciones extasiadas de los demás para amplificar su histeria busca el retorno a un estadio infantil donde la felicidad era posible. No importa, por ejemplo, que la nueva entrega de Star Wars sea lograda (una discusión que aún sigue en redes sociales desde su estreno en diciembre), sino que sirva como pretexto para recordarle al espectador la primera vez que conoció ese universo (es por eso que el “estamos en casa” que pronuncia Harrison Ford en el tráiler vale cada dólar de la cantidad millonaria que recibió por regresar a la saga).
Llega la fecha ansiada. Miles de personas se apresuran a llenar las salas. Se activa una nueva maquinaria. Los estudios anuncian cifras triunfadoras de taquilla (“Avengers: la era de Ultrón recauda 150 millones de dólares en dos días de exhibición”, ¡alabado sea el señor!). Dios, desde luego, no aparece: las más de las veces, el tan esperado blockbuster decepcionará hasta al fan más obsesivo, sobre todo si se trata de una marca probada, como la entrega más reciente de una franquicia de superhéroes. La frustración, curiosamente, no deriva en ateísmo, sino en el inicio de un nuevo ciclo de fe. Bob Iger, CEO de Disney, anunció que las marcas de Marvel y Star Wars generarán cintas durante por lo menos los próximos 10 años. No importa qué tan mala sea el film en cuestión. Pese a ser una de las peores películas del año pasado, por ejemplo, Los 4 fantásticos recaudó el dinero suficiente (poco más de 300 millones de dólares en la taquilla mundial) para que Marvel no descarte un “reboot” en el mediano plazo. Las franquicias lucen casi indestructibles. Antes de terminar, una advertencia: cuando se realice la premier de Star Wars Episodio 10 en la década siguiente, no esperen la llegada de alguien como Brando. Simplemente no sucederá.
+Este texto es una versión ligeramente modificada de un artículo publicado en la revista Soho, en noviembre de 2015.
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