El CEO de Hollywood

por Mauricio González Lara

Si Hollywood tuviera un CEO, no hay duda, el cargo sería de George Clooney.

Cada vez que aparece una película nueva de George Clooney, la prensa de espectáculos, tan proclive al cliché y la exageración, celebra al actor como la “última estrella de Hollywood”, a la vez que se deshace en elogios en torno a su simpatía natural. Es un ritual cansado y no del todo cierto: finalmente, basta revisitar Ocean’s eleven para comprobar que Brad Pitt y Matt Damon poseen el mismo nivel de carisma que su amigo y coestrella (es más, de los tres, probablemente George  sea el de menos alcance y registro actoral).

No, Clooney no es la última estrella de Hollywood, pero sí es su figura más centrada e inteligente. Alejado del escándalo y la frivolidad, siempre preparado para el activismo filantrópico, pero libre de  aires mesiánicos de autoimportancia y corrección política, George emblematiza todos los atributos de la masculinidad  clásica que desearíamos poseer (guapura, inteligencia, madurez, conciencia, talento); y lo hace con goce y sin esfuerzo, con la naturalidad de alguien que se sabe diseñado para la responsabilidad.

Si Hollywood pudiera tener un CEO, el cargo debería ser de George Clooney. Es un líder nato. Nunca lo veremos quejarse de la presión de la fama o de lo supuestamente difícil que es el trabajo actoral, ni tampoco leeremos  testimonios sobre su inseguridad o tiranía como director. Tales mariconadas serían una ofensa contra la prosapia que lo define y explica.

De ER a Poder y traición

Pese a que muchos los imaginan como un playboy de smoking y perpetua copa de Moët en la mano, Clooney es un tipo de gustos guarros: su mascota por muchos años fue un cerdo y su actual novia es Stacy Keibler, quien hasta hace poco era una figura prominente de la lucha libre estadounidense. Punto extra: le encantan las flatulencias. “Me fascinan los pedos, la sola palabra me da mucha risa, nada me divierte más,  todo el tiempo cargo un cojín “tira pedos” para hacerle bromas a mis amigos y colegas en los sets”, declaró hace unos meses a la revista Rolling Stone.

El talante relajado le viene de familia. Nacido el seis mayo de 1951 en Lexington, Kentucky,  George Timothy Clooney es hijo del periodista Nick Clooney,  y de Nina Warren, mujer dedicada a la política. Su tío era el actor José Ferrer (ganador del Oscar por Cyrano De Bergerac), su primo es Miguel Ferrer y su tía la famosa cantante de jazz y country Rosemary Clooney. Formado bajo la sólida visión liberal de su padre (a quien dedicó su película Buenas noches y buena suerte), su mismo salto a la fama fue atípico: entrado en sus treintas y gracias  la telenovelesca serie ER, ese nocivo antecedente que le abrió camino a las insufribles Grey’s Anatomy y Private Practice.

Con frecuencia se olvida, pero George le debe su popularidad a un ejército de señoras cursis que lo encontraron “irresistible” en el papel del pediatra Don Ross. Este “pecado original” explica el buen juicio con el que ha manejado su carrera, cada vez más abocada a proyectos arriesgados y apuestas de calidad. Más aún, como lo demuestra Poder y Traición (The ides of march), su cuarta película como director, la vejez no lo va a frenar. Todo lo contrario: en 10 años, cuando la sexta década de existencia le reste bonos como galán plateado, Clooney estará inmerso en la dirección, probablemente preparando lo que serán sus primeras obras maestras.

+Este texto se publicará en la edición de marzo de la revista Deep.

+¿Deseas revisitar las 11 películas claves de George Clooney? Haz click «aquí«.

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