Paula Astorga, directora de la Cineteca Nacional, nos adelanta cómo será el nuevo templo de la cinefilia mexicana.
El 29 de junio de 2010, el día de su cumpleaños, Paula Astorga asumió el cargo directora de la Cineteca Nacional. Su labor ha sido difícil de ignorar: a la par de romper todos los récords de asistencia a las salas de la institución, Astorga anunció a finales del año pasado el lanzamiento de la “Cineteca del siglo XXI”, proyecto que redimensionará al recinto como el espacio cinematográfico más vanguardista y completo de Iberoamérica.
En entrevista, Paula nos cuenta sobre los alcances del proyecto, a la vez que reflexiona sobre la manera en que consumimos cine en México.
¿Cómo era tu relación con la Cineteca antes de ser su directora?
Antes de que asumiera como directora, mi relación con la Cineteca había sido en tres tiempos. La primera etapa fue cuando era una estudiante de cine en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), cuando veníamos a ver cientos de películas y tomábamos clases. En esa etapa de formación pasaba tardes enteras aquí. La segunda fue como espectadora recurrente, donde ya no tienes la carga estudiantil y sólo vienes a disfrutar el cine. La tercera fue como directora del Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México (FICCO). Aunque no participó en la primera edición, la Cineteca terminó siendo una sede fundamental para el festival. Aquí se programaron ciclos muy importantes del FICCO, como los de Dreyer y Bresson. La Cineteca siempre ha sido indispensable. No hay un espacio público con un público tan maravilloso. El sentido de pertenencia que genera la Cineteca es poco común entre las instituciones públicas: la gente asume que la Cineteca es suya, y así lo vive. Es una característica fantástica que nos llena de orgullo.
¿Cuáles fueron los primeros retos que enfrentaste?
La primera preocupación que se discutió con Consuelo Sáizar, titular de Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), fue que la Cineteca había perdido su dimensión nacional. Fuera por problemas presupuestales o coyunturas específicas, la Cineteca se había limitado a ser un espacio cultural del Distrito Federal. El primer reto fue devolverle a la Cineteca la capacidad de proveer a todo el país de lo mejor del cine internacional y mexicano, por lo que emprendimos programas como “Cineteca va”, cuya misión es refrendar constantemente y en diversas entidades la divulgación de películas de calidad en espacios alternativos y con nuevos públicos. Nos dimos cuenta que ser simples agentes programadores no iba a ser suficiente. La ausencia de recintos nos motivó a buscar la construcción de infraestructura de exhibición. Uno de los primeros resultados fue la Cineteca Tijuana y la sala de cine Carlos Monsiváis, que es un lugar increíble de exhibición. En una esfera diferente, otro reto fue el relacionado con el patrimonio cinematográfico. Todo el material con el que contábamos en los acervos se encontraba bajo una visión proteccionista, aislado de una lógica de divulgación que permitiera mantener viva la promoción del cine mexicano. La Cineteca trabajaba como una especie de mausoleo donde nadie sabía ni veía lo que había adentro bajo el argumento de que se preservaba para la posteridad. Todo estaba muy bien ordenado, pero no había una visión curatorial. Mi idea, en cambio, es que hay que preservar para difundir.
En los últimos dos años hemos hecho 56 copias nuevas. También había un rezago en las bases de datos. Ahora existe una mayor capacidad de respuesta por parte de la Cineteca cuando se solicita algún material para una investigación o un libro. Asimismo expandimos los ciclos de cine mexicano con materiales que no conocían las nuevas generaciones. Existía una inercia en términos de cómo se concebía la programación, lo que redundó en que se dejaran atrás varias responsabilidades de divulgación. Faltaba un proceso de reflexión que le permitiera a la Cineteca comprometerse más con el público y menos consigo misma.
¿Se necesitaba un trabajo de marketing que reposicionara la imagen de la institución?
Yo siento que la Cineteca ya estaba muy bien posicionada, por lo que más que marketing necesitaba un nuevo sistema de comunicación. Este es un espacio en el que de manera permanente intentas construir una experiencia. Hay que abordarlo así y darle una visibilidad constante. Había una tendencia consistente en ver a la Cineteca como la segunda vuelta del circuito comercial. Me ha costado mucho trabajo hablar con los distribuidores y explicarles que deben tomarla en cuenten sus estrenos, sobre todo los de cine mexicano, donde el apoyo de nuestro público puede ser significativo. Hoy cualquier chavo puede cultivar su cinefilia de una manera espectacular a través de Internet, pero ni el streaming más sofisticado puede sustituir la emoción de la pantalla grande, ni el complemento social que implica venir a la Cineteca.
¿Cómo surge la idea del proyecto Cineteca Nacional del Siglo XXI? ¿Qué podemos esperar y cuándo estará terminado?
Existían dos antecedentes. Uno, una gestión importante del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) y el CCC para construir nuevas bóvedas para resguardar materiales que se encuentran en condiciones de riesgo. Dos, la infraestructura ya era insuficiente para atender las demandas de un público que se había incrementado en un 40 por ciento en los últimos seis años. La Cineteca no era una institución pensada para recibir 600,000 personas al año. Estos dos antecedentes se unían a otro fenómeno: si bien la Cineteca siempre tuvo un buen mantenimiento, éste se dio por pedacitos. El resultado: un edificio que era todo un collage de diversas épocas y presupuestos; había un baño azul y otro verde, un piso de mosaico y otro de madera, una alfombra azul y otra de bolitas, una dulcería de madera y otra súper moderna de aluminio. Lo mismo con la tecnología. Si te tocaba la sala cuatro, que tenía 37 bocinas, te juro que se escuchaba mejor que cualquier Cinemex, pero si te ibas a la sala tres, que es enorme, la historia iba a ser distinta. El edificio original era precioso, pero todos esos parches lo tornaron en algo desigual, y eso terminó por mermar la imagen e institucionalidad de la organización. En función de los recursos limitados con los que se contaba, creo que se hizo un buen esfuerzo, pero también es cierto que ya no había una conciencia de mejora que estuviera a la altura del suceso cultural que es la Cineteca. Pese a que encontré una institución muy ordenada, con equipos de trabajo fantásticos, lo cierto es que el público no estaba bien atendido. No había una conexión con la audiencia. Otro ejemplo: del total del terreno de la Cineteca, la mayor parte lo abarcaba el estacionamiento. O sea, el espacio donde sucedía el fenómeno de vinculación con la sociedad ocupaba una mínima parte del total.
La nueva Cineteca tendrá un estacionamiento de siete niveles en seis plantas que permitirá liberar 7,000 metros cuadrados de terreno, donde construiremos un nuevo laboratorio de restauración digital, cuatro nuevas salas con una capacidad de 250 personas cada una, dos bóvedas adicionales, así como áreas verdes y de usos múltiples; todo esto aunado a la homologación tecnológica de las salas ya existentes y a la expansión de varios servicios. Hasta el momento, el proyecto tiene aprobados 378 millones de pesos y está previsto para ser entregado en noviembre de este año. Actualmente, el funcionamiento de la Cineteca depende en un 70 por ciento de subsidio federal, y un 30 por ciento de lo recabado en taquilla. El presupuesto anual de la Cineteca es de alrededor de 80 millones de pesos. Si la Cineteca sólo atendiera la parte de exhibición, el autofinanciamiento sería viable; sin embargo, la manutención de las bóvedas lo hace prácticamente imposible.
Se rumora que una vez establecido el proyecto se buscará la participación del sector privado.
Es un chisme vil y vulgar. Te aseguro categóricamente que esa posibilidad no está prevista. Es totalmente falso.
¿Cuáles son los peores clichés asociados con la Cineteca?
Hay dos que me preocupan. El principal es la falsa creencia de que las películas de la Cineteca son aburridas. Ese es el más complicado. El otro es que el público crea que el cine de arte se debe de ver o escuchar mal, o que las exigencias técnicas deben ser menores en los recintos que lo exhiben. La demanda del espectador debe ser la misma si paga un boleto en Antara de 65 pesos a si compra uno con descuento en la Cineteca. Si una cinta tiene una serie de sutilezas narrativas en su sonido, no hay manera en que el espectador la disfrute como debe si la sala suena mal.
¿Qué tan cinéfilo es el mexicano? A veces parece que nos gusta más comer palomitas que gozar las películas.
Al mexicano le gusta ir al cine, sea para ver una película de mero entretenimiento, sea con la intención de ver una obra con pretensiones autorales y artísticas. Le gusta el cine con y sin palomitas. Ahora, en los últimos años la manera en la que se concibe ir al cine sí ha cambiado. El fenómeno del multiplex ha ocasionado que la gente vaya en busca de una experiencia social, y no tanto una artística. Por eso es que a mucha gente no le importa hablar y usar el celular. Hoy operan muchos elementos que van en contra de la apreciación de las películas, de la concentración necesaria para su goce. También es cierto que es el mismo público el que acaba por rescatar los buenos usos y costumbres del comportamiento en la sala cinematográfica. No creo que hayamos llegado a un punto irreversible. Una buena película siempre terminará por cautivar a la audiencia y someterla a la maravillosa dimensión del silencio. Soy optimista al respecto.
+Esta entrevista aparecerá en la edición de marzo de la revista Deep.
+Las fotos son de Carlos García, mejor conocido como Guacamole Project. Visita su sitio: GuacamoleProject.com O sígue su cuenta de Twitter: @wakamoul .
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