Ni la incomodidad tradicional del Palacio de los Deportes, ni las fallas de audio de los primeros minutos, ni mucho menos los gritos de impostada histeria de sus fans, pudieron quitarle grandeza a Revelry: momento perfecto sólo posible en la expresión grandilocuente del rock de estadio.
Fue en verdad algo luminoso, como si un espíritu de gozosa melancolía recorriera la arena por las pantallas de los celulares, alegre y orgulloso de estar ahí.
P.D. El video es de Ana, aka @mujerdepocafe . Sigue su twitter
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